Camino al aislamiento
por Luis DE LION
lunes, 5 abril 2004

Por un lado la vinotinto avanza en su camino al mundial Alemania 2006, con un contundente e histórico 0-3 contra Uruguay; y por otro lado el régimen avanza torpemente -como de costumbre -, camino al aislamiento internacional. Digo torpemente, por cuanto una de las niñas bonitas de la revolución, desde siempre ha sido su imagen internacional, sustentada por cierto, gracias a un tinglado de pura propaganda chavista.

 

El torpe – pero sostenido - avance comenzó con el encontronazo con el gobierno de República Dominicana, luego le tocó a Chile; y finalmente la cumbre del G-15, cuyo telón de fondo fue la brutal represión que ejerció el régimen en las calles de Caracas, y de donde salieron imágenes que le dieron la vuelta al mundo, las cuales reflejaban el inhumano, feroz y sanguinario trato que la Guardia Nacional le otorgaba a la oposición venezolana. Luego vendría la renuncia de Milos Alcalay, la cual dejó a la Cancillería como un campo minado.

 

Así las cosas, la recientemente anunciada intención de reformar la Ley del Servicio Exterior en un plazo de apenas 30 días por parte del Canciller y del, Presidente de la Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional, diputado Saab, para adecuarla a los "nuevos tiempos" de una "diplomacia bolivariana", no deja dudas sobre hacia donde se encamina el régimen en materia de política exterior, como resultado de su desesperado proceso de radicalización y progresivo aislamiento internacional.

 

Una de las razones alegadas para proceder a su reforma se fundamenta en la afirmación de que el tope del 50% que tiene el Presidente para nombrar jefes de misión que no sean de carrera, resulta insuficiente para cumplir con la llamada diplomacia presidencial. En ese sentido, y en una de sus habituales e incomprensibles argumentaciones, el diputado Saab agregó que, de acuerdo con la Constitución es el Jefe del Estado quien dirige la política exterior, y una limitación por el estilo no se correspondería con la norma.

 

Sin embargo, me dicen mis fuentes, que la verdadera situación de las jefaturas de misión es que actualmente dos tercios de ellas (Embajadas, Consulados y Delegaciones Permanentes) se encuentran en manos de funcionarios en comisión, mientras que apenas un tercio están dirigidas por funcionarios de carrera.

 

Por su parte, el Canciller Pérez y el enmarañado verbo que le distingue, al comparecer ante la Asamblea Nacional, no sorprendió a nadie, a pesar de haber hecho algunos anuncios no menos reveladores de lo que se avecina.

 

Primero, informó sobre la inminente puesta en práctica de una "diplomacia descentralizada", en la que las gobernaciones (imaginamos que sólo las afectas al gobierno) puedan establecer contactos y realizar proyectos con sus similares en otros países. Aparte de la mayor descoordinación que eso implicaría, estaríamos de paso generando problemas con nuestros socios externos, para quienes las relaciones exteriores son una materia cuidadosamente coordinada y dirigida.

 

Igualmente y volviendo a lo que decíamos antes en cuanto a la niña bonita de la revolución, el Canciller afirma que la diplomacia venezolana debe ser la herramienta para llevar el proyecto bolivariano al escenario internacional, “no sólo haciendo conocer sus logros, sino ayudando a que los mismos sean alcanzados por los pueblos hermanos del mundo”, confirmando la intención de convertir a nuestras misiones en agencias de propaganda y proselitismo político, al mejor estilo de la diplomacia soviética, desvirtuando así su carácter y su propósito.

 

Aún más preocupante, resulta el empeño en que nuestras misiones funcionen como coordinadoras de grupos promotores de una pretendida causa revolucionaria continental. Dicho bochinche, no puede formar parte de ninguna manera de la política exterior de Estado que ordena la Constitución y exige el sentido común, pues no responde a ningún consenso que la sustente y obedece solo a los anacrónicos caprichos ideológicos del presidente.

 

Pero la perla, salió a relucir al cierre cuando el Canciller reiteró por enésima vez, que aquellos funcionarios que no estén con el “proceso” no pueden formar parte del Servicio Exterior y que lo mejor que pueden hacer es irse, si no quieren ser apartados o relegados a revisar los archivos de la Biblioteca de la Casa Amarilla.

 

Por supuesto, ni una sola palabra (así sea gangosa) fue dedicada a los temas que deberían figurar en la agenda de una política exterior seria y productiva. Con toda certeza, estamos ante el afianzamiento de un proceso de destrucción de una de las últimas instituciones del Estado que había logrado sobrevivir.

 

La impericia agravada y sostenida del régimen “bolivariano”, que al cabo de un lustro lo único que tiene en su haber es el bochornoso resultado de haber hecho retroceder al país varias décadas en su proceso de desarrollo, sembrado un odio irracional entre los venezolanos con deleznables propósitos y expuesto nuestro gentilicio al ridículo global en todos los foros mundiales, no podía menos que terminar sus días acorralado por sus propios demonios.

 

Todo pareciera indicar que, al menos en materia de política exterior, nos estamos acercando desesperadamente hacia la inexorable aplicación de la solución final. Sí, esa misma a la que indefectiblemente suelen recurrir en su momento todos los gobiernos autoritarios y despóticos del mundo, cuando en el horizonte no queda otra alternativa que la de tratar de huir de la amenaza cierta del mañana. 
                                                                                                                  
 
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