Por
un lado la vinotinto avanza en su camino al mundial Alemania 2006, con un
contundente e histórico 0-3 contra Uruguay; y por otro lado el régimen avanza
torpemente -como de costumbre -, camino al aislamiento internacional. Digo
torpemente, por cuanto una de las niñas bonitas de la revolución, desde siempre
ha sido su imagen internacional, sustentada por cierto, gracias a un tinglado de
pura propaganda chavista.
El torpe – pero sostenido - avance
comenzó con el encontronazo con el gobierno de República Dominicana, luego le
tocó a Chile; y finalmente la cumbre del G-15, cuyo telón de fondo fue la brutal
represión que ejerció el régimen en las calles de Caracas, y de donde salieron
imágenes que le dieron la vuelta al mundo, las cuales reflejaban el inhumano,
feroz y sanguinario trato que la Guardia Nacional le otorgaba a la oposición
venezolana. Luego vendría la renuncia de Milos Alcalay, la cual dejó a la
Cancillería como un campo minado.
Así las cosas, la recientemente
anunciada intención de reformar la Ley del Servicio Exterior en un plazo de
apenas 30 días por parte del Canciller y del, Presidente de la Comisión de
Política Exterior de la Asamblea Nacional, diputado Saab, para adecuarla a los
"nuevos tiempos" de una "diplomacia bolivariana", no deja dudas sobre hacia
donde se encamina el régimen en materia de política exterior, como resultado de
su desesperado proceso de radicalización y progresivo aislamiento internacional.
Una de las razones alegadas para
proceder a su reforma se fundamenta en la afirmación de que el tope del 50% que
tiene el Presidente para nombrar jefes de misión que no sean de carrera, resulta
insuficiente para cumplir con la llamada diplomacia presidencial. En ese
sentido, y en una de sus habituales e incomprensibles argumentaciones, el
diputado Saab agregó que, de acuerdo con la Constitución es el Jefe del Estado
quien dirige la política exterior, y una limitación por el estilo no se
correspondería con la norma.
Sin embargo, me dicen mis fuentes,
que la verdadera situación de las jefaturas de misión es que actualmente dos
tercios de ellas (Embajadas, Consulados y Delegaciones Permanentes) se
encuentran en manos de funcionarios en comisión, mientras que apenas un tercio
están dirigidas por funcionarios de carrera.
Por su parte, el Canciller Pérez y
el enmarañado verbo que le distingue, al comparecer ante la Asamblea Nacional,
no sorprendió a nadie, a pesar de haber hecho algunos anuncios no menos
reveladores de lo que se avecina.
Primero, informó sobre la
inminente puesta en práctica de una "diplomacia descentralizada", en la que las
gobernaciones (imaginamos que sólo las afectas al gobierno) puedan establecer
contactos y realizar proyectos con
sus similares en otros países. Aparte de la mayor descoordinación que eso
implicaría, estaríamos de paso generando problemas con nuestros socios externos,
para quienes las relaciones exteriores son una materia cuidadosamente coordinada
y dirigida.
Igualmente y
volviendo a lo que decíamos antes en cuanto a la niña bonita de la revolución,
el Canciller afirma que la diplomacia venezolana debe ser la herramienta para
llevar el proyecto bolivariano al escenario internacional, “no sólo haciendo
conocer sus logros, sino ayudando a que los mismos sean alcanzados por los
pueblos hermanos del mundo”, confirmando la intención de convertir a nuestras
misiones en agencias de propaganda y proselitismo político, al mejor estilo de
la diplomacia soviética, desvirtuando así su carácter y su propósito.
Aún más preocupante, resulta el
empeño en que nuestras misiones funcionen como coordinadoras de grupos
promotores de una pretendida causa revolucionaria continental. Dicho bochinche,
no puede formar parte de ninguna manera de la política exterior de Estado que
ordena la Constitución y exige el sentido común, pues no responde a ningún
consenso que la sustente y obedece solo a los anacrónicos caprichos ideológicos
del presidente.
Pero la perla, salió a relucir al
cierre cuando el Canciller reiteró por enésima
vez, que aquellos funcionarios que no estén con el “proceso” no pueden formar
parte del Servicio Exterior y que lo mejor que pueden hacer es irse, si no
quieren ser apartados o relegados a revisar los archivos de la Biblioteca de la
Casa Amarilla.
Por supuesto, ni una sola palabra
(así sea gangosa) fue dedicada a los temas que deberían figurar en la agenda de
una política exterior seria y productiva. Con toda certeza, estamos ante el
afianzamiento de un proceso de destrucción de una de las últimas instituciones
del Estado que había logrado sobrevivir.
La impericia agravada y sostenida
del régimen “bolivariano”, que al cabo de un lustro lo único que tiene en su
haber es el bochornoso resultado de haber hecho retroceder al país varias
décadas en su proceso de desarrollo, sembrado un odio irracional entre los
venezolanos con deleznables propósitos y expuesto nuestro gentilicio al ridículo
global en todos los foros mundiales, no podía menos que terminar sus días
acorralado por sus propios demonios.
Todo
pareciera indicar que, al menos en materia de política exterior, nos estamos
acercando desesperadamente hacia la inexorable aplicación de la solución final.
Sí, esa misma a la que indefectiblemente suelen recurrir en su momento todos los
gobiernos autoritarios y despóticos del mundo, cuando en el horizonte no queda
otra alternativa que la de tratar de huir de la amenaza cierta del mañana.
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