La
pasada semana me llegó a Unión Radio un delgado sobre de Manila.
Lucía como una de las tantas notas de prensa que recibimos a
diario. Las señas del destinatario estaban escritas con letra
impecable de trazo moderno. Adentro encontré el texto que comparto
con ustedes y que por motivos de espacio edité sutilmente.
Acompañaba la nota una hermosa fotografía del Ávila sin nubes.
Estimado señor
Bravo:
Seguramente habrá
notado que en Venezuela vivimos un estado de locura diurna que
tiene su prolongación en las noches, cuando el inconsciente nos
devuelve las angustias en forma de pesadillas. En mi familia se
había convertido en asunto rutinario soñar de forma profusa y
luego compartir estas imágenes oníricas durante el desayuno,
mientras sintonizábamos los programas de opinión. Las narraciones
de estos sueños por lo general contemplaban sucesos de guerra,
marchas sin final, autobuses repletos de hordas enardecidas,
saqueos, allanamientos e incluso magnicidios. El pasado mes de
enero, en vista de las ojeras que todos lucíamos por tanta
agitación y a sugerencia de mi hijo mayor, decidimos ensayar una
terapia que ha resultado tan efectiva como divertida, la cual
deseamos compartir con usted. La llamamos el método de la
realidad paralela, que se basa en dos principios: las cosas
tienen el sentido que uno le quiera dar y la realidad es algo que
construimos en nuestras mentes.
El método se
podría resumir así: cada uno de nosotros asume un papel ante la
actualidad nacional y la interpreta de la forma más objetiva
posible. Mi hijo mayor decidió asumir el papel de extraterrestre,
así que mira televisión y escucha radio como si estuviese en un
platillo volador intentando comprender a la sociedad venezolana a
fin de establecer futuros contactos. Mi esposa optó por una
variante muy peculiar, y lee la prensa como si fuese empleada de
una zapatería filipina que se recrea en los avatares de un país
lejano y pintoresco. Mi hija menor se convirtió en una socióloga
noruega que escribe su tesis de postgrado sobre el fogoso espíritu
político criollo y yo, quizás porque desde niño me ha fascinado el
espacio, escogí el papel de astrólogo argentino que explica
cualquier suceso con una cuadratura estelar. Debo confesar que mi
escogencia tiene la ventaja de permitirme ciertas predicciones que
se han cumplido, pero este es asunto aparte y no deseo abusar de
su tiempo.
El resultado de
nuestra terapia ha sido maravilloso. Si bien al principio nos
costó sintonizar nuestras mentes con los nuevos alter-ego, a las
pocas semanas las conversaciones se tornaron fascinantes. Así mi
hija comenzó a interesarse en la volátilidad emotiva de los
venezolanos y suele acompañar sus comentarios con frases como es
sin duda el elemento caribeño lo que enciende la impetuosidad
de estos ciudadanos. Mi esposa se siente testigo de una
telenovela latinoamericana, donde el odio y el amor calzan en
pares, y no aguanta las ganas de recibir la próxima entrega
matutina. Mi hijo, como siempre un poco excéntrico, se ha dedicado
a construir aparatos tan sofisticados como un histeriómetro
escuatriótico de amplio rango y un detector de verdades ocultas.
La semana pasada me dijo Papá, estos seres tienen el mismo ADN,
así que sus diferencias no deben ser del otro mundo. Yo
explico las declaraciones del Vice-presidente y el Bloque
Democrático como un efecto de mercurio retrógrado.
Debo confesarle
que asumir este método en apariencia descabellado ha sido un
alivio en casa. Ya no sufrimos desvelos, nos divertimos con los
noticieros y podemos hablar con oficialistas y opositores sin
sentirnos afectados. Mi cuñado nos acusa de locos escapistas y
cómodos, pero yo creo opina así por ser Leo con ascendente en
Capricornio y mi hija piensa que sus juicios obedecen a una
percepción sobredimensionada de su imaginario producto del
desempleo.
La semana que
viene acudiremos todos juntos a reparar nuestras firmas y mi
esposa llevará un libro de autógrafos por si se topa con alguna de
sus estrellas. Mi hijo piensa vestir un traje plateado y botas de
goma. Su nuevo experimento es comprobar si el CNE rechazará la
voluntad de un alienígen con cédula venezolana.
Atentamente.
Un lector.
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