¿Cómo
lo juzgará la historia? Le preguntó el periodista Bob Woodward al presidente
Bush y éste respondió, en frase breve y patética; “historia, nosotros no lo
sabemos, estaremos todos muertos”
“Plan of Attack” es el
segundo libro que se publica en menos de dos semanas, analizando críticamente la
obstinación del presidente norteamericano por emprender una guerra contra Irak,
dejando de lado el objetivo principal que él mismo fijó; la guerra contra el
terrorismo.
El otro libro, de su ex-asesor en
terrorismo, Dick Clark, acusó a Bush específicamente de no haber continuado la
guerra contra el terrorismo islámico, iniciada en Afganistán, justamente para
emprender la guerra contra Irak y derrocar a Saddam Hussein.
Woodward es un distinguido
periodista del Washington Post que se hizo famoso cuando publicó el libro
“Todos los hombres del presidente”, sobre el espionaje político que
ordenó el presidente Richard Nixon contra el partido demócrata en el llamado
affaire Watergate y que justamente desencadenó la renuncia de Nixon a la
presidencia, en medio del mayor escándalo en la historia de la Casa Blanca en el
siglo veinte.
No deja de llamar la atención que
justamente en un año electoral, Bush haya accedido a otorgar a Woodward las
entrevistas necesarias para éste libro, que incluye otras investigaciones de
Woodward sobre la controvertida gestión de Bush al mando de la gran
superpotencia norteamericana, en un mundo global desordenado y plagado de
incertidumbres.
Bush dice en el libro que guardó
el secreto de los preparativos para atacar a Irak, “porque hubiera parecido que
estaba ansioso para ir a la guerra. Y yo no estoy ansioso por hacer la guerra”,
explicó cándidamente Bush a Woodward. También dijo que guardó el secreto incluso
para su asesora de seguridad, Condoleezza Rice y al propio jefe de la CIA,
George Tenet. Algo que, por supuesto, a ésta altura resulta difícil de creer
seriamente. Por lo demás, se supone que los citados colaboradores tenían la
responsabilidad de suministrar al presidente informes sobre los hechos mas
importantes de la situación mundial, como para justificar un conflicto bélico.
Woodward también describe las
rivalidades en el gabinete de Bush, la principal
de ellas entre el vicepresidente Cheney y el secretario de Estado.
Colin Powell consideraba que
Cheney estaba obsesionado con el tema de Irak y estaba dispuesto a creer
cualquier informe de inteligencia, por nebuloso que fuera, para establecer un
vínculo entre Saddam Hussein y los perpetradores de los ataques terroristas del
11 de septiembre.
La publicación de estos libros,
las revelaciones de la Comisión investigadora de las circunstancias de los
ataques del 11 de septiembre, han creado un clima nada propicio para la campaña
de Bush a la reelección.
Simultáneamente, se abre un
espacio para el fortalecimiento de la candidatura del demócrata John Kerry. Por
ejemplo, éste Domingo 18 de abril en el conocido programa “Meet the press”
Kerry casi ni mencionó los libros de Clark y de Woodward para sostener
enfáticamente su critica a Bush: “Estoy muy sorprendido por la ineficiente
política exterior de Bush y la conducción de la guerra en Irak”.
Preguntado por el periodista Tim
Russert, sobre que haría él si resultara elegido en las elecciones de principios
de noviembre este año, Kerry respondió con mucha propiedad y conocimiento que su
intención era buscar una alianza internacional para compartir responsabilidades
y criticó la arrogancia de Bush frente al mundo, un asunto en el que la mayoría
de los norteamericanos, conscientes de los valores de libertad, justicia y
tolerancia de ésta nación, parecen estar de acuerdo: Estados Unidos debe
recuperar ante el mundo, los valores esenciales de la democracia de Jeffersson,
Lincoln, Roosevelt y Kennedy. Kerry parece estar seguro de que él puede hacerlo.
Las encuestas de opinión, que tan
importante valor tienen en la política de USA, ya comienzan a mostrar a Kerry
por encima de Bush, o, por lo menos, como dijo el periodista Russert, en éste
momento es, en general fifty-fifty (50-50). Con razón Bush sugiere que prefiere
estar muerto, cuando venga el juicio de la historia.
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