Entre
fatuedad por un lado y orgullo post-moderno del otro, se ha
venido regando entre intelectuales, políticos y periodistas
latinoamericanos, la idea según la cual; la madurez y la
estabilidad política en la región habría llegado, gracias a que
por fin tenemos líderes serios y comprometidos con sus
respectivos pueblos.
Todo ello porque Brasil, Argentina, Uruguay, Chile y Venezuela
no son solo hermanos soberanos de la libertad y un canto de
amistad, de buena vecindad, unidos nos tendrá eternamente, tal y
como canta el himno de las Américas. Sino porque, sus
respectivos presidentes tendrían en común el hecho de ser
socialistas, en fin, un selecto grupo, el cual carbura con otros
valores, mucho más sociales, poniendo siempre por delante al
hombre y todos sus derechos. Mientras, los que no son de
confesión socialista, es decir el resto de los gobiernos de la
región, son tratados - en particular el de Uribe - cual perraje,
y los que no son tildados de agentes de la CIA, son considerados
unos neoliberales salvajes.
Históricamente se sabe que no hay nada mas pedante y clasista
que un socialista una vez encaramado en el poder, se convierten
como por arte de magia en agentes moralizadores de esos que le
dan lecciones de vida a todo el que les pase por delante. En
consecuencia, se ha creado una matriz de opinión regional, en la
que todos estos dignatarios socialistas, porque sí, son unos
potenciales Felipe González, no importa que lleguen con 30 años
de retraso, total el discurso regional sigue siendo barroco,
aunque Vasconcelos hubiera preferido que fuera cósmico.
Así las cosas, más allá del debate ideológico, a donde quiero
llegar es a otro punto en el que también convergen estos líderes
socialistas con pies de barro, un punto especial, nada frívolo y
muy significativo, el cual tiene que ver tal y como escribiera
recientemente el expresidente uruguayo, Julio María Sanguinetti,
con el respeto reverencial por el régimen castrista. El
relativismo absoluto que hacia La Habana ejercen Lula, Kirchner
y Vázquez; Hugo Chávez no tiene ese problema y es justo aquí en
donde las etiquetas ideológicas se someten a una dura prueba.
Son los derechos humanos y la democracia en Cuba, estúpido.
Sanguinetti, se pregunta cuán ocioso es discutir sobre el número
de presos políticos en Cuba, cuando la Isla entera es una gran
prisión en la que todos y cada uno de los ciudadanos están
controlados y de la cual nadie puede salir sin la autorización
oficial. Y aquí las fórmulas del
socialismo latinoamericano, se
vuelven poco menos que cenizas; y prosigue Sanguinetti, la
sobrevivencia del mito revolucionario con su romántica aureola,
la torpeza de un embargo comercial norteamericano totalmente
inefectivo y el antiyanquismo militante, le permiten al viejo
dictador preservar una legitimidad carente ya del menor
sustento.
Pura basura diría un pacifista al estilo de Hugo Chávez, quien
se hace representar por algunos intelectuales venezolanos, de
esos que se dicen chavistas light, y despachan la disyuntiva
mucho mas fácil y superficialmente al interrogarse si
¿es el
autoritarismo prediluviano de Castro la alternativa al
autoritarismo de Bush? y de ñapa ¿para hacer oposición a Chávez
hay que ignorar las ilegalidades de Uribe?
Pero más allá de esas perlas de la intelectualidad caribeña, el
dream-team de presidentes socialistas con el refuerzo del
galáctico Zapatero se apoltrona tranquilamente a conversar con
Cuba, como si se tratara de un país normal. En ese aspecto,
escribe
Carlos
Alberto Montaner que en los países normales no gobierna el mismo
dictador desde hace 46 años, no se encarcela a los periodistas y
bibliotecarios independientes, y no se persigue encarnizadamente
a quienes postulan una visión de la sociedad diferente a la que
arbitrariamente impone el caudillo único al frente de su partido
también único.
Dicho esto, qué explicación puede haber para que un dirigente
como Kirchner vocifere en el mundo entero contra lo que él
considera como crímenes del neoliberalismo y al mismo tiempo sea
tan pusilánime cuando le toca denunciar los verdaderos y
sangrientos crímenes de su admirado Fidel. Igual interrogante
nos hacemos, cuando el capoeirico Lula, el hombre venido de la
popular lucha obrera, ni se inmuta ante la absoluta falta de
libertades en Cuba. Y qué decir de Zapatero y su lucha porque
desde Bruselas se tengan relaciones normales, con el respetuoso
y correcto régimen de Castro.
Es tan grande la postración de los susodichos socialistas
latinoamericanos por Fidel Castro, que me atrevo a decir que si
Fidel hubiera sido un Cardenal de la Teología de la liberación,
Lula sería su monaguillo. Si Fidel hubiera decidido ser un monje
tibetano, Kirchner lo siguiera vestido con las típicas batolas.
Si Fidel Castro hubiera decidido ser un beisbolista de grandes
ligas, Chávez sería su recoge bates.
Pero si Castro hubiera decidido ser un presidente democrático,
un estadista liberal y progresista, ninguno de estos señores
sería hoy en día presidente de sus respectivos países.
Los perfectos idiotas latinoamericanos, resulta que ahora son
presidentes.
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