Marlon
Brando, prodigio de la rebeldía en el cine, que estableció un
paradigma de actuación, seguido por algunos de los mejores actores
de Hollywood, fue también el único en rechazar un premio Oscar de
la Academia, con un alegato político en favor de los indios
originarios norteamericanos y de paso hizo denuncias que aún
tienen vigencia en la política global de Washington.
En el poco difundido alegato
de la ceremonia del Oscar de 1972 que le dieron por su actuación
en el papel de Vito Corleone, el capo de la mafia italo-norteamericana
de la novela “El Padrino” de Mario Puzo, Brando lanzó una emotiva
y documentada critica a la política ya histórica de diversos
gobiernos norteamericanos de engaño, despojo y masacre de las
etnias originarias de Norteamérica, o lo que en el lenguaje
político de hoy se conoce como “limpieza étnica y que muchas veces
Washington ha criticado en otros lugares conflictivos del desorden
global, para justificar sus intervenciones militares sin pensar en
su propia historia.
“Les dijimos, depongan sus
armas- a los pieles rojas que ponían fiera resistencia - y cuando
depusieron sus armas, los masacramos”, dijo Brando refiriéndose a
las guerras indias que siguieron a la guerra civil entre el Norte
Unionista anti-esclavista con el sur confederado que explotaba
los esclavos negros. Las guerras indias eran parte de la conquista
del Oeste en el siglo 19 y sirvieron para abrir espacios para la
colonización de millones de inmigrantes europeos. Brando sostuvo
que en esas circunstancias, los indios fueron engañados para
arrebatarles las tierras y tratar de exterminarlos.
”los derechos inalienables de
todos los pueblos de vivir libres e independientes en la tierra
donde sobrevivieron por tiempos que van mas allá de la memoria,
deberán ser respetados”, escribió Brando, pero “pequeña Pluma”,
emocionada, no pudo seguir leyendo ante el enojado y pasmado
auditorio hollywoodense
Ahora, con motivo de la
muerte de Brando, el New York Times rescató el texto de Marlon
Brando que tiene mucha actualidad con lo que pasa hoy, de Irak a
Chechenia, de Palestina a los Andes suramericanos y otros
escenarios dispersos del Nuevo desorden global de la era Bush.