¿Cual
democracia para Bolivia? es una interrogante que se encuentra insertada desde
hace ya varios años en el debate sobre la fragilidad democrática en América
Latina; pero a pesar de dicha inconsistencia nadie puede negar, los importantes
avances democráticos regionales, al menos en los últimos 20 años.
Entonces, ¿por
qué suceden crisis como la del pasado mes de octubre? Tantas reformas,
proyectos, elecciones, debates y consultas; todo en torno a la vida en
democracia y mientras se avanza a cuenta gotas; ¿por qué ocurren?
situaciones que degradan con tanta facilidad la democracia boliviana.
¿Es la democracia
en sí misma el problema? Cuesta creerlo, por cuanto apenas el año pasado se
produjo un transparente proceso electoral, que llevó por segunda vez al poder
– solo 22% de los votos - a Gonzalo Sánchez de Lozada, seguido muy de cerca
por el MAS del líder cocalero Evo Morales. Sin duda que el estrecho margen de
votos con que accedía a la presidencia Gonzalo Sánchez de Lozada, lo
obligaba de entrada a establecer acuerdos y alianzas que le garantizaran la
gobernabilidad; practica corriente e inherente a todo régimen democrático.
Así las cosas, al
expresidente Sánchez de Lozada se le criticaron sus directivas de corte
neoliberal, así como su supuesta complacencia ante las sugerencias del FMI;
mientras que del lado opositor nadie se interroga ante las arcaicas y nada
progresistas ideas de la causa indígena que lidera Evo Morales.
Hasta ahora
cualquier balance de las ideas y las políticas expuestas por las partes en
conflicto, resulta inútil. El mal manejo por parte del gobierno de la crisis
que comenzó el pasado 8 de octubre por una parte; y el populismo y la
exaltación de la identidad étnica, que por otra parte, de manera colonial e
irresponsable ejerce Evo Morales; son situaciones que presagian un oscuro
porvenir para la democracia boliviana. La rigidez, y la falta de sensibilidad
social de ciertas políticas neoliberales; junto al caciquismo, el
autoritarismo y conservadurismo del movimiento que lidera Evo Morales, son
situaciones que evidentemente terminan socavando a la frágil democracia
boliviana.
En realidad,
Bolivia atraviesa por una crisis de valores democráticos. Es decir una crisis
en donde se reflejan los graves problemas sociales, económicos y culturales,
de un país que quiere vivir en democracia, pero que por los momentos es
prisionero de una derecha torpe e insensible, así como también de un
indigenismo autoritario y ultraconservador.
En el futuro,
podría darse que los vientos de una democracia progresista ventilen el
escenario político boliviano. La reciente cumbre Iberoamericana realizada en
Santa Cruz así lo presagia, así como también el hecho que los lideres
regionales de la llamada democracia progresista, hayan decidido no asistir al
autohomenaje de Evo Morales, organizado bajo el manto de un evento
alternativo, son mensajes claros y directos, a esa izquierda populista y
reaccionaria.
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