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Las tres figuras emblemáticas de la
revolución bolivariana – Diosdado Cabello, Jesse Chacón y
Mario Silva – han sido revolcadas por los suelos. La
cuarta, que se había montado en el portaviones chavista a
punta de oportunismo y ambiciones – Aristóbulo Istúriz –
ha sido aplastada de la manera más inclemente. Chávez
podrá vanagloriarse de haber sobrevivido al tsunami. Y no
faltan los analistas que rizando el rizo del absurdo lo
proclamen el rey de los maquiavélicos, pues de una zampada
se habría despachado a cuatro de sus eventuales sucesores
en un hipotético chavismo sin Chávez. Cuento de camino:
Chávez ha sido gravemente golpeado en sus pretensiones
políticas. Puede despedirse para siempre de su proyecto
reeleccionista. Esa es la verdad, así pretenda poner al
mal tiempo la mejor de sus caras.
Veámoslo en detalles: Istúriz fue el gran
triunfador en el proceso interno del PSUV. Obtuvo la
primera mayoría entre los miles de delegados y se alzó
como la prima donna del liderazgo civil de la revolución
bolivariana. Es, sin asomo de dudas, el más fogueado, el
más talentoso y el más carismático de entre los escasos y
muy mediocres políticos que se adhirieron al chavismo y
estuvieron dispuestos a postrarse ante la hegemonía
absoluta del teniente coronel. Se equivocan quienes, mal
intencionadamente, pretenden que Vielma Mora era mejor
candidato que Istúriz para enfrentar a Leopoldo López o a
Antonio Ledezma. La elección del segundo de a bordo en la
dirección del país no era de naturaleza tecnocrática. Era
eminentemente política. Es más: Ledezma fue mejor
candidato de lo que hubiera sido Leopoldo López. En este
caso vale la conseja de que Dios escribe recto en líneas
torcidas. Como se demostrará a lo largo de su gestión. Se
ha ganado su liderazgo a pulso. Y apunta mucho más lejos
que a la Alcaldía Mayor. Renace como la gran contrafigura
del teniente coronel.
Pues el 23 de noviembre no fue derrotado
Aristóbulo Istúriz, la mejor carta del chavismo. Fue el
propio Hugo Chávez, quien recibió una puñalada en el
corazón de su proyecto revolucionario: Miranda y la
Alcaldía Mayor. No tenía, no tiene ni tendrá el chavismo
candidatos para enfrentar a Salas Feo en Carabobo o a
Manuel Rosales en el Zulia. Ni a Ocaris en Sucre, a Morel
en Nueva Esparta o a Pérez Vivas en el Táchira. Porque el
chavismo, bueno es decírselo a los despechados
rojo-rojitos, carece de todo auténtico liderazgo. Es un
movimiento aluvional cuajado de oportunistas, trepadores y
resentidos. ¿O me dirán que Nicolás Maduro, Cilia Florez,
Iris Varela o Desiré Santos Amaral valen algo más allá de
la pátina que les refleja Hugo Chávez, el sol de ese
triste sistema planetario? Son la propia mediocridad. Para
qué hablar de Mario Isea, de Earle Herrera o de Carlos
Escarrá. La oposición puede llenar varios Teresa Carreño
con figuras de verdadera valía. Están en la retaguardia, a
la espera de la gran circunstancia histórica, que ya se
aproxima. Fogueándose para cuando llegue el carnaval. Ese
es el problema que enfrenta Chávez, cuando encuentra
irremediablemente estropeados los motores de su
portaviones. Va palo abajo. Ni que se encomiende a todos
los santos. Es asunto juzgado. La oposición, en cambio,
comienza a despegar y cuenta con todo el tiempo del
mundo. El futuro está de su lado.
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Veamos más detalles: además de probar con un
fogueado Aristóbulo Istúriz para mantener la
Alcaldía Metropolitana – algún día se conocerán las
razones del súbito, violento y definitivo eclipse de Juan
Barreto - , puso al auténtico segundo de a bordo, a
Diosdado Cabello a luchar por la reelección de Miranda.
Diosdado Cabello controla el núcleo del poder
cívico-militar que sustenta al presidente de la república
y ha amasado una fortuna como para pensar en mantenerse en
el terreno político tanto tiempo como sea necesario,
jurando de paso una lealtad perruna e incuestionable al
teniente coronel. El peligro de su eventual contendor se
creyó descartado cuando Chávez ordenó sacar de manera
alevosa e inconstitucional a Enrique Mendoza de la
contienda. Una carta fija que había demostrado ser el
mejor gobernador de la Cuarta República. El cálculo era
perfecto: Capriles Radonsky es demasiado jojoto como para
librar una pelea de pesos pesados y no daría la talla al
frente de la lucha por la gobernación de Miranda.
Posiblemente el más difícil, el más complejo y el más
ingobernable territorio de la república. La atraviesan
todos los estratos y clases sociales, se encuentra hundida
en la inseguridad más pavorosa y presenta una serie de
dificultades de gobernabilidad que pondrán seriamente a
prueba al futuro gobernador.
El gallo demostró ser de auténtica pelea:
concitó una movilización masiva de los electores del
acomodado sureste caraqueño y puso en pie de lucha a los
sectores más populares de Petare y las barriadas
mirandinas. Acompañado por otro joven fajador que se las
ha ganado a pulso: Carlos Ocaris. ¿De dónde sacaría Chávez
personalidades relevantes para enfrentarlos con éxito?
Véase a los ex encapuchados que ocupan las carteras de
Interior y Justicia o los otros ministerios – tendrán
todas las agallas del mundo, pero todavía no aprenden a
limpiarse sus narices - para concluir con el mismo
diagnóstico. Chávez será una fuerza de la naturaleza, pero
no tiene quién le acompañe. Sólo está condenado al
fracaso. Sus erupciones ya no asustan a nadie. Son de
fogueo.
Sabiéndolo, se prodigó hasta la exasperación.
Dijo que se estaba jugando su destino. Y perdió. Su lengua
sea su medida. Habrá violado todos los preceptos
constitucionales, habrá cometido todos los errores del
mundo pero hay que reconocerle su desaforada entrega a su
propia causa. Pues sabe mejor que nadie que si no la
defiende él, no se la defiende nadie. Perdió a Luis
Miquilena. Perdió a José Vicente Rangel. Y perdió a Fidel
Castro. Está solo y no tiene en quién valerse. Lo rodea la
mayor mediocridad existente en el país. Y lo respaldan los
sectores más desasistidos moral, material e
intelectualmente de la Nación.
Ahora es cuando. Con el barril bajando la
cuesta de los cuarenta dólares. Sin presupuesto como para
derrochar cincuenta mil millones de dólares en
importaciones. Con un creciente descontento popular que
comienza a verle el bojote. Con una oposición que ya le
descubrió el tumbao. Se le trizó la armadura. Perdió el
teflón. Ahora sí que la cosa va en serio. O se enfrenta a
la realidad y calibra la auténtica realidad de los hechos
o cavará su propia tumba. Hacia allá vamos. Hacia la
creciente pérdida de su embrujo, el desconcierto de sus
ejecutorias y la soledad de un corredor de fondo que
perdió el maratón de su vida.
To be or not to be: that is
the question.
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La de este
23N es la segunda batalla estratégica que pierde.
Consecuencia directa del 2 de diciembre de 2007. Hoy es
más débil que ayer, aunque más fuerte que mañana. ¿Osará
apostarlo todo a su última, a su carta postrera convocando
a un segundo referéndum constitucional para lograr la
promesa de gobernar más allá del 2012 cuando está
perdiendo el gobierno del 2006? Como bien dice el refrán:
más vale pájaro en la mano que cien volando. Mi consejo:
gobierne hasta el 2012, gánese un puesto futuro y olvídese
de sus pajaritos preñados.
Para hacernos una idea de su real situación,
debemos comenzar por reconocer que Chávez se jugó
Rosalinda en estas elecciones. Agotó todos sus medios,
puso en acción sus más devastadores instrumentos de guerra
política y psicológica, recurrió a lo humano y lo divino,
inhabilitó a mansalva, ofendió, humilló, escarneció a sus
contendores. Y lo peor de todo: convirtió unas elecciones
regionales en un plebiscito nacional sobre su figura. ¿No
hay nadie en su entorno, ni siquiera un Heinz Dietrich
Steffan o un Raúl Castro que le expliquen la verdad de lo
acontecido? Mi consejo: déle vuelta la espalda a los
delirios de su revolución bolivariana y gobierno aquí y
ahora con honestidad y grandeza – si los tiene – a la
Nación que lo observa expectante y cabizbaja.
Cuenta para hacerlo con el pueblo más generoso
del mundo. Que prefiere castigarlo electoralmente que
exigirle penales rendición de cuentas ante una versión
criolla del Tribunal de Nüremberg. ¿O cree de verdad que
ahora, cuando el petróleo cae bajo cotas históricas, nos
hemos olvidado de los 850 mil millones de dólares que
despilfarró, perdió, regaló, malversó, tiró a la basura o
fueran robados por sus segundones en diez años de pésima
gestión presidencial? ¿O cree que las 150 mil familias –
madres, padres, hermanos, esposas e hijos – que han
perdido a los suyos en espantosos homicidios por culpa de
la pésima gestión de su gobierno han olvidado el luto que
los embarga? Mi consejo: bájese de esa nube y pise el
terreno abrupto y espinoso aunque fértil y generoso de su
Patria.
Ya no tiene con qué satisfacer a sus
insaciables e incapaces amigos Evo Morales, Daniel
Ortega, los Kirchner o Rafael Correa. Cuba comienza a
mirar hacia Lula da Silva y salvo el agónico y patético
Fidel Castro, los cubanos encabezados por Raúl Castro
guardan el más discreto silencio en torno a sus
dificultades. Lo están dejando, lo dejarán solo. Pues
usted ha dejado de ser un árbol de buena sombra. Ni se
imagina el peso abrumador de la soledad que ronda por los
pasillos de Miraflores cuando se acerca el fin de los
tiempos de sus provisionales moradores. He visto vagar a
Carlos Andrés Pérez y a Rafael Caldera como almas en pena
cuando las puertas permanecían abiertas y nadie secundaba
los saraos de despedida. Mi consejo: olvídese de la
estúpida obstinación en querer apropiarse el sillón
presidencial para siempre. Es un capricho tenaz que rinde
pésimos intereses. Como lo demostraron Pérez y Caldera,
nunca segundas partes fueron buenas. Menos las eternas. No
le alquilo sus ganancias.
Usted ha sido seria, gravemente derrotado Sr.
Presidente. Sabe usted mejor que nadie que las 17
gobernaciones que mantuvo con buenas o malas artes no
valen un día de su vida. Cuídela, que como bien le dijo
Germán Suárez Flamerich a Pérez Jiménez en situaciones
parecidas: el pescuezo no retoña.