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El Foro de Sao Paulo: Brasil y la quinta internacional del castrolulismo
por Antonio Sánchez García
 
domingo, 1 julio 2012


A Alejandro Peña Esclusa, preso político del Foro de Sao Paulo

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                A la diestra de Lula da Silva, sentado a su vez a la diestra de Fidel Castro, se sienta una pléyade de viejos trotskistas latinoamericanos conducidos por un viejo paulista, sociólogo sin sociología, cuyo atributo existencial, por darle algún nombre a sus prejuicios de cófrades medioevales, es el borgeano, insólito y escatológico convencimiento de que la revolución es una entidad de orden teológico al que nos condena el pecado original. Bebieron en su infancia del elixir de la “revolución permanente” de Leo Davidovich Bronstein, mejor conocido como Trotsky, y desconociendo con tenacidad todas las pruebas de la einsteiniana realidad, que con porfía ha derrumbado todos los experimentos marxistas, siguen postrándose ante Carlos Marx y su carnal Federico Engels, apostando sus vidas al asalto al Poder por las buenas o por las malas, para intentar demostrar inútilmente y por enésima vez que llueve de abajo hacia arriba, la tierra es plana y se encuentra en el centro del universo, la dictadura del partido y su caudillo es la mejor democracia imaginable y las privaciones un destino inexorable de una humanidad que si quiere sobrevivir debe volver a los tiempos de las cavernas. Todo sea en honor del igualitarismo.

                La idea de montar esta cofradía de templarios trasnochados, llevada a cabo desde comienzos de los noventa a pesar de la prueba documental y viviente de que la revolución socialista es un dislate, no hubiera sido realizable sin el aporte de las viudas de la OLAS,  la Organización Latinoamericana de Solidaridad, montada por el castrismo recién triunfante, y los despojos del esfuerzo imperial de la dictadura cubana en los sesenta por sentar sus reales en Asia, África y América Latina – la Trikontinental -  mediante la exportación del modelo guerrillero como nuevo instrumento de asalto y conquista del Poder. 

                Derrumbado el muro de Berlín y desmoronado el imperio soviético como un castillo de naipes, extraviado el castrismo y condenada la sociedad cubana a morir de hambre o enceguecer de avitaminosis, mientras se avizoraba la reconstrucción de las economías de los países que salían de las dictaduras que provocaran con el guevarismo – Chile, Argentina y sobre todo Brasil, sabiamente presidida por la socialdemocracia brasileña y Fernando Henrique Cardozo – nuestros trotskistas se prepararon al asalto del Poder ya a fines del siglo pasado, dado el cambio generacional que súbitamente ponía a los herederos del fracaso a pata de mingo de conquistar el Poder. De hecho: todas las crías de Castro alcanzaron el poder: desde Kirchner, el montonero, hasta Pepe Mujica, el tupamaro. Sin hablar de Dilma, la guerrillera urbana. Con un giro copernicano, aportado por el reformismo ancestral de los trotskistas, súbitamente a la vanguardia del nuevo proyecto: ya no por la violencia, que una sociedad moderna no se conquista por los armas – Hitler dixit – sino infiltrándose en los vericuetos de la Hegemonía y cayéndole a saco a las democracias ingenuas, víctimas de la decadencia de sus élites, como Venezuela.

                De ese modo, la joya de la Corona, principal depositaria de las más grandes reservas de petróleo de Occidente, volvió a privarle el sueño a quien saliera en los sesenta con las tablas en la cabeza de Venezuela luego de dos intentos invasores, una gigantesca inversión en armas y dólares y el compromiso existencial de quien juró que Venezuela y el petróleo serían suyos, así tuviera que subir al cielo gateando.

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                Puede que hoy, los entonces futuros tontos útiles de la sección venezolana del Foro de Sao Paulo que con absoluta ingenuidad y una irresponsabilidad rayana en el crimen de Estado le extendieran en febrero de 1989 la alfombra a la visita a Caracas de Fidel,  quien ya traía in pectore tanto la fundación del Foro como devorarse de una sola zampada a la principal nación de Caribe y si fuera necesario asesinar a su gentil anfitrión, Carlos Andrés Pérez, sufran su arrepentimiento. Lo cierto es que sirvieron voluntaria y decididamente a defenestrarlo con una cayapa ante la cual la que le hizo la zancadilla al paraguayo Lugo es digna de un orfelinato. ¿Sabrán nuestros golpistas de salón  que ayer le abrieron los portones a la conspiración forista y hoy lloran lágrimas de sangre de qué se trata cuando se menciona a los templarios paulistas que nos visitarán el 4 y 5 de julio próximos?

                Se trata de quienes se confabularon a la sombra de la estupidez de las democracias alcahuetas, comenzando por la de nuestros fiscales, prohombres mediáticos, militares, editores,  jueces, empresarios, filósofos y politicastros de fines de siglo, para coronar con la joya petrolera a un teniente coronel golpista, zafio, brutal, asesino y decidido a liquidar nuestra República y montar el régimen totalitario que le garantice gobernar de por vida, siguiendo el modelo que inspira a los foristas que nos visitan: la tiranía castrista.  Se trata del ELN y las FARC de Colombia - ¿olvidar el discurso de Raúl Reyes en el sexto encuentro del Foro? -, de todos los partidos, grupos y grupúsculos de la ultraizquierda latinoamericana, y de aquellos que a la sombra del chavismo y contando con el financiamiento del petróleo venezolano y jugosos maletines contrabandeados en esta última década montaron los gobiernos de Lula, de Kirchner, de Evo Morales, de Rafael Correa, de Daniel Ortega, de Pepe Mujica, de Dilma Roussef.

Se trata, en consecuencia, de quienes salieron de la oscuridad de las covachas conspirativas, los secuestros, las guerras de guerrillas y los asaltos de bancos para adquirir certificados de buena conducta y lucir ante el mundo como ejemplares tribunos democráticos: el PSUV venezolano, el PT brasileño, los montoneros y tupamaros rioplatenses, los Elenos bolivianos, los sandinistas nicaragüenses, entre muchos otros que estarán a la espera de asaltar el poder, como los comunistas, los miristas, los socialistas chilenos de la ultra. Que ya lanzan sus nuevos rostros para la ofensiva desde las universidades chilenas. Y que estarán decidiendo sus acciones futuras desde Caracas a partir de este 4 de julio.

                Se trata de los embaucadores de oficio que al amparo de la idiotez de la progresía europea reciben premios nobeles y jugosos estipendios en Euros, como Rigoberta Menchú y Adolfo Pérez Esquivel, que maculan la compañía de la Madre Teresa de Calcuta y Willy Brandt. Estafadores de la nueva izquierda que acompañan la danza con lobos de las abuelas de Mayo, mecheras de profesión dignas de un tango de Enrique Santos Discépolo.

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                La insólita irresponsabilidad de las democracias occidentales y del Departamento de Estado al pensar que desaparecida la Unión Soviética desaparecía la conspiración de la izquierda castrista en América Latina y confiados en que la región se enrumbaba por la senda de la reconstrucción de las democracias y la modernización de sus sistemas políticos y la globalización de sus economías, se ha saldado con un trágico saldo: la destrucción de las bases sociopolíticas y económicas venezolanas, uno de los principales bastiones de la democracia en la región, y el asalto al poder por parte del golpismo de izquierdas en sus países más importantes.

                Primer ganancioso de este grave descuido ha sido el imperialismo brasileño, que juega con dos cartas: la de la consolidación de su poderío económico estratégico – ya es la sexta potencia del mundo - y la del control de la región con la mano izquierda del Foro. El trotskismo sabe manejar a la perfección el juego de la conspiración. Comprendió la nueva fase del desarrollo capitalista en medio de la crisis mundial: fortalece su burguesía nacional – un clásico ejemplo de política trotskista de alianzas -, se apodera de la interlocución de la región con la progresía norteamericana y favorece el desarrollo de autocracias dispuestas a asumir las satrapías de sus intereses.

                En esa política, el Foro sirve a la perfección a sus intereses regionales. De allí la pregunta: ¿a qué viene a Venezuela la tribu del castro-lulismo? ¿Qué se traen entre manos estos querubines de la revolución, que tienen en Hugo Chávez al gran heresiarca y a los intereses imperialistas de la neo burguesía brasileña su magno propósito?

                Mueve al Foro de Sao Paulo un propósito esencial e irrenunciable: impedir la caída del régimen de Hugo Chávez, con la cual se dislocaría todo su ajedrez imperial. Impedir que el títere de Castro y del lulismo deje la escena y las principales reservas petrolíferas vuelvan a manos de sus legítimos propietarios: nosotros, los venezolanos.  Cerrarle el paso a la democratización de América Latina, como lo han pretendido ayer en Honduras, como hoy lo pretenden en Paraguay. Pues de la ominosa y repudiable intervención del ministro de relaciones exteriores de Hugo Chávez en la Asunción queda claro el papel de gendarmería que el Foro le asigna a nuestro país. Que usa el garrote petrolero como el Departamento de Estado utilizara en el pasado la Quinta Flota, los boinas verdes y el sebo financiero del FMI.

                La salida de Chávez constituiría un golpe mortal a las pretensiones de la izquierda radical del continente por volver a la edad dorada del castrismo. Priva de recursos financieros a quienes sin ellos estarían arrinconados sin poder y sin gloria. Gran parte de los fastuosos ingresos petroleros, escamoteados a nuestros sectores más desvalidos, han ido a satisfacer la insaciable voracidad del castro chavismo latinoamericano. Alimentando grupúsculos de ultra izquierda, campañas de gobiernos corruptos, cruzadas de quienes no distinguen entre causas e intereses personales. Ha permitido la sobrevivencia de quienes, sin el auxilio castro chavista, se alumbrarían con velas.

                De allí mi asombro cuando escucho las quejas de aquellos sectores que respaldan al candidato de la democracia venezolana porque el PT respalde a Hugo Chávez. Todavía se fían del crédito que hace cincuenta años tuvieran los Castro y en la natural bonhomía del comunismo internacional. Son ciegos ante lo obvio: Lula, Dilma y su cohorte foropaulista van a lo suyo. Liquidar a las democracias latinoamericanas, montar el caudillismo autocrático castrista y sentar el poderío del neo imperialismo brasileño. A eso vienen: a examinar  las condiciones del campo de batalla en que posiblemente este 7 de octubre se jugará el destino de Latinoamérica. Esconden el puñal con que pretenden asestarnos una puñalada. No lo permitamos

sanchez2000@cantv.net

 

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