Escribiré un
análisis más en profundidad y espero que más útil y
provechoso cuando las opiniones se hayan decantado. Por
ahora quisiera adelantar algunas percepciones, muchas de
las cuales ya he difundido por vía del twitter. Que se
entienda: sin animo agresivo y alabancioso.
A grandes rasgos,
este debate me pareció superior al primero en la calidad
global de los expositores y en la jerarquía de las
preguntas, algunas de ellas de gran nivel. Los dos
periodistas extranjeros le agregaron prestancia, sin duda
ninguna. Y algunos de los periodistas nacionales lucieron
un muy buen nivel. Si bien todos los entrevistadores
abusaron de su tiempo y su protagonismo, restándole
protagonismo a los verdaderos sujetos del debate. Pese al
esfuerzo de la planta televisiva por darle prestancia al
evento, no escapó a la tentación especular. Trucos y
manías propias de los concursos de rating, absolutamente
innecesarios, y una moderación carente de la sobriedad
requerida, atentaron en parte contra el buen éxito del
debate. A pesar de lo cual, el resultado debe ser
calificado de verdaderamente exitoso. Fue, aunque con
menor frescura y gracia, mejor que el realizado en la UCAB.
Henrique Capriles
Radonsky volvió a demostrar su densidad, su tenacidad y su
porfía en aferrarse a su único propósito: conquistar el
poder. Lo hace con gran seguridad y solvencia,
despreocupado del brillo o espectacularidad de sus
intervenciones, pero sin salirse de sus carriles. No
apuesta a la elocuencia, al convencimiento estelar:
apuesta a la garantía, a la fiabilidad, a la confianza.
Para él, la política es ganarse a la gente y llevarla a
las urnas. Todo lo demás le parece accesorio. Incluso, por
ahora, la descalificación de su principal adversario: “mi
intención no es condenar a nadie”. Juega todas sus cartas
a la inclusión. De allí su calidad específica: es y será
un hueso duro de roer. Un hombre al que los árboles no le
impiden ver el bosque. Un auténtico presidenciable. Quien
lo haya menospreciado, estaba profundamente equivocado.
Sin contar con la poderosa maquinaria que lo respalda: un
partido que apuesta al poder sin medias tintas ni
consideraciones menores. Así despierte la inquina de sus
principales adversarios. Que no están en el gobierno.
Pablo Pérez mejoró
considerablemente respecto de su primera y muy tímida
participación en el debate de la UCAB. Seguro esta vez de
sí mismo, confiado en su imagen carismática, profundamente
popular y accesible a las grandes mayorías, supo responder
con mayor soltura y seguridad a las preguntas de sus
interlocutores. Sin desviarse de su objetivo primario:
penetrar en las filas enemigas y aparecer como una
auténtica alternativa al caudillo. Debiendo por lo mismo –
es la estrategia diseñada por sus asesores – rendirle
solapado tributo al populismo imperante. Y jugar la carta
de la reunificación de la familia venezolana, su gran
carta de triunfo. Mientras Capriles parece firmemente
enrumbado hacia el Poder, Pérez todavía titubea y le falta
la prestancia del estadista y la convicción de quien está
llamado a grandes ejecutorias. Es un minus que sus
asesores debieran tener en cuenta para sus futuras
apariciones y sobretodo para su eventual escogencia. A
Chávez se le debe enfrentar en supremas condiciones de
combate. Es una lucha por un campeonato mundial. No una
elección a concejal, alcalde o gobernador.
Leopoldo López se
creció aún más que Pablo Pérez, considerando su muy débil
performance en el primero de los debates. Impecablemente
vestido esta vez, sonriente, seguro de si mismo, lució la
imagen del candidato perfecto. Muy en estilo americano.
Nadie puede negarle su estatura de joven estadista, su
ambición por grandes logros, sus deseos de alcanzar el
Poder y hacer lo necesario por lograrlo. Para llevar a
cabo una profunda transformación de Venezuela. Imposible
juzgarlo en sus auténticas cualidades intelectuales, dado
el formato superficial y anodino de la estructura misma de
estos debates. Que imposibilitan un cara a cara entre los
propios candidatos, lo que lastima la naturaleza de un
auténtico debate. Lo cual no impidió que tratara de romper
el esquema confrontando amistosamente a su ex compañero
Henrique Capriles. Siendo el más constreñido por las
amenazas del régimen, supo sortear con talento y seguridad
la pregunta acerca de su inhabilitación con el brillante
recurso al poder soberano.
De María Corina
Machado no podemos menos que reafirmar nuestros elogios
respecto del primer debate: es de una extraordinaria
elocuencia, de un encanto natural, de una seguridad en sí
misma y en sus facultades que le permiten enfrentar
cualquier reto y cualquier interrogatorio con gran aplomo,
soltura y preparación intelectual. Al calor de las
exigencias de esta campaña y la anterior que la llevara al
Parlamento, María Corina se ha convertido en una de
nuestras principales figuras políticas, absolutamente
imprescindible en el futuro de Venezuela. No es casual que
Hugo Chávez la hiciera blanco de sus mordacidades y
ofensas: un tropero como él, machista, vernáculo y
criollo, no puede sentirse menos que ofendido por la
grandeza de esta joven madre venezolana. María Corina
Machado está destinada a un gran futuro. Dios la
favorezca. Sea o no electa en esta ronda, el futuro
debiera destinarle grandes obras.
Diego Arria,
político y diplomático fogueado, no salió tan bien librado
como lo hiciera en su comparecencia anterior, cuando fuera
el indiscutible ganador de la partida. Desventajado por un
pésimo sonido, con una voz que no le ayudó a expresar sus
ideas y encajonado en cierta rigidez del formato, no pudo
desenvolver toda su elocuencia, adoleciendo de cierto
acartonamiento frente a la espontaneidad y soltura que
exhibieron sus competidores. Debiera abusar del tiempo
que le sea concedido, sin mezquindades. Debe explayar más
sus ideas y sus proyectos de una Venezuela futura abierta
a una democracia del siglo XXI. Un tema, por cierto, de
cuya ausencia en el debate todos los participantes
adolecieron.
De Pablo Medina,
valiente y arrojado, como es su natural, no pueden
adelantarse muchas opiniones. Lució fuera de lugar,
perfectamente prescindible, carente de una propuesta que
legitime su aspiración presidencial. Es demasiado evidente
su comparecencia por cumplir con un saludo a la bandera.
Un candidato más testimonial que necesario. Deberá
asesorarse en lides de esta naturaleza para que pueda
exhibir sus valiosas opiniones y propuestas.
En general, cabe
resaltar la carencia de preguntas que apunten al futuro,
que exijan respuestas concretas a problemas concretos: la
democracia social del siglo XXI, la Constituyente, la
relación entre Estado y sociedad civil, la separación de
los poderes públicos, la participación del capital en la
sociedad del futuro, el papel de PDVSA, nuestra política
internacional, el rol a jugar por las FAN, etc., etc. Que
los próximos debates cuenten con un formato más flexible,
entrevistadores más preparados y la posibilidad de un
intercambio real de opiniones y desacuerdos entre los
protagonistas.
Valga señalar, para finalizar, la calidad de
nuestros aspirantes. Aún cuando les falte un largo camino
por recorrer, que dadas las circunstancias tendrán que
absolver en pocos meses. Es vital adelantar en la
conformación de equipos de asesoría. La campaña será dura,
implacable y aventurada. Habrá que prepararse, como para
vencer en un desafío mortal.
sanchez2000@cantv.net