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Frente al debate
por Antonio Sánchez García
 
lunes, 5 diciembre 2011


            Escribiré un análisis más en profundidad y espero que más útil y provechoso cuando las opiniones se hayan decantado. Por ahora quisiera adelantar algunas percepciones, muchas de las cuales ya he difundido por vía del twitter. Que se entienda: sin animo agresivo y alabancioso.

            A grandes rasgos, este debate me pareció superior al primero en la calidad global de los expositores y en la jerarquía de las preguntas, algunas de ellas de gran nivel. Los dos periodistas extranjeros le agregaron prestancia, sin duda ninguna. Y algunos de los periodistas nacionales lucieron un muy buen nivel. Si bien todos los entrevistadores abusaron de su tiempo y su protagonismo, restándole protagonismo a los verdaderos sujetos del debate.  Pese al esfuerzo de la planta televisiva por darle prestancia al evento, no escapó a la tentación especular. Trucos y manías propias de los concursos de rating, absolutamente innecesarios, y una moderación carente de la sobriedad requerida, atentaron en parte contra el buen éxito del debate. A pesar de lo cual, el resultado debe ser calificado de verdaderamente exitoso. Fue, aunque con menor frescura y gracia, mejor que el realizado en la UCAB.

            Henrique Capriles Radonsky volvió a demostrar su densidad, su tenacidad y su porfía en aferrarse a su único propósito: conquistar el poder. Lo hace con gran seguridad y solvencia, despreocupado del brillo o espectacularidad de sus intervenciones, pero sin salirse de sus carriles. No apuesta a la elocuencia, al convencimiento estelar: apuesta a la garantía, a la fiabilidad, a la confianza. Para él, la política es ganarse a la gente y llevarla a las urnas. Todo lo demás le parece accesorio. Incluso, por ahora, la descalificación de su principal adversario: “mi intención no es condenar a nadie”. Juega todas sus cartas a la inclusión. De allí su calidad específica: es  y será un hueso duro de roer. Un hombre al que los árboles no le impiden ver el bosque. Un auténtico presidenciable. Quien lo haya menospreciado, estaba profundamente equivocado. Sin contar con la poderosa maquinaria que lo respalda: un partido que apuesta al poder sin medias tintas ni consideraciones menores. Así despierte la inquina de sus principales adversarios. Que no están en el gobierno.

            Pablo Pérez mejoró considerablemente respecto de su primera y muy tímida participación en el debate de la UCAB. Seguro esta vez de sí mismo, confiado en su imagen carismática, profundamente popular y accesible a las grandes mayorías, supo responder con mayor soltura y seguridad a las preguntas de sus interlocutores. Sin desviarse de su objetivo primario: penetrar en las filas enemigas y aparecer como una auténtica alternativa al caudillo. Debiendo por lo mismo – es la estrategia diseñada por sus asesores – rendirle solapado tributo al populismo imperante. Y jugar la carta de la reunificación de la familia venezolana, su gran carta de triunfo. Mientras Capriles parece firmemente enrumbado hacia el Poder, Pérez todavía titubea y le falta la prestancia del estadista y la convicción de quien está llamado a grandes ejecutorias. Es un minus que sus asesores debieran tener en cuenta para sus futuras apariciones y sobretodo para su eventual escogencia. A Chávez se le debe enfrentar en supremas condiciones de combate. Es una lucha por un campeonato mundial. No una elección a concejal, alcalde o gobernador.

            Leopoldo López se creció aún más que Pablo Pérez, considerando su muy débil performance en el primero de los debates. Impecablemente vestido esta vez, sonriente, seguro de si mismo, lució la imagen del candidato perfecto. Muy en estilo americano. Nadie puede negarle su estatura de joven estadista, su ambición por grandes logros, sus deseos de alcanzar el Poder y hacer lo necesario por lograrlo. Para llevar a cabo una profunda transformación de Venezuela. Imposible juzgarlo en sus auténticas cualidades intelectuales, dado el formato superficial y anodino de la estructura misma de estos debates. Que imposibilitan un cara a cara entre los propios candidatos, lo que lastima la naturaleza de un auténtico debate. Lo cual no impidió que tratara de romper el esquema confrontando amistosamente a su ex compañero Henrique Capriles. Siendo el más constreñido por las amenazas del régimen, supo sortear con talento y seguridad la pregunta acerca de su inhabilitación con el brillante recurso al poder soberano.

            De María Corina Machado no podemos menos que reafirmar nuestros elogios respecto del primer debate: es de una extraordinaria elocuencia, de un encanto natural, de una seguridad en sí misma y en sus facultades que le permiten enfrentar cualquier reto y cualquier interrogatorio con gran aplomo, soltura y preparación intelectual. Al calor de las exigencias de esta campaña y la anterior que la llevara al Parlamento, María Corina se ha convertido en una de nuestras principales figuras políticas, absolutamente imprescindible en el futuro de Venezuela. No es casual que Hugo Chávez la hiciera blanco de sus mordacidades y ofensas: un tropero como él, machista, vernáculo y criollo, no puede sentirse menos que ofendido por la grandeza de esta joven madre venezolana. María Corina Machado está destinada a un gran futuro. Dios la favorezca. Sea o no electa en esta ronda, el futuro debiera destinarle grandes obras.

            Diego Arria, político y diplomático fogueado, no salió tan bien librado como lo hiciera en su comparecencia anterior, cuando fuera el indiscutible ganador de la partida. Desventajado por un pésimo sonido, con una voz que no le ayudó a expresar sus ideas y encajonado en cierta rigidez del formato, no pudo desenvolver toda su elocuencia, adoleciendo de cierto acartonamiento frente a la espontaneidad y soltura que exhibieron sus  competidores. Debiera abusar del tiempo que le sea concedido, sin mezquindades. Debe explayar más sus ideas y sus proyectos de una Venezuela futura abierta a una democracia del siglo XXI. Un tema, por cierto, de cuya ausencia en el debate todos los participantes adolecieron.

            De Pablo Medina, valiente y arrojado, como es su natural, no pueden adelantarse muchas opiniones. Lució fuera de lugar, perfectamente prescindible, carente de una propuesta que legitime su aspiración presidencial. Es demasiado evidente su comparecencia por cumplir con un saludo a la bandera. Un candidato más testimonial que necesario. Deberá asesorarse en lides de esta naturaleza para que pueda exhibir sus valiosas opiniones y propuestas.

            En general, cabe resaltar la carencia de preguntas que apunten al futuro, que exijan respuestas concretas a problemas concretos: la democracia social del siglo XXI, la Constituyente, la relación entre Estado y sociedad civil, la separación de los poderes públicos, la participación del capital en la sociedad del futuro, el papel de PDVSA, nuestra política internacional, el rol a jugar por las FAN, etc., etc. Que los próximos debates cuenten con un formato más flexible, entrevistadores más preparados y la posibilidad de un intercambio real de opiniones y desacuerdos entre los protagonistas.

            Valga señalar, para finalizar, la calidad de nuestros aspirantes. Aún cuando les falte un largo camino por recorrer, que dadas las circunstancias tendrán que absolver en pocos meses. Es vital adelantar en la conformación de equipos de asesoría. La campaña será dura, implacable y aventurada. Habrá que prepararse, como para vencer en un desafío mortal.           

sanchez2000@cantv.net

 

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