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Por primera vez en la historia de la
república, un gobierno venezolano ha de responder a serios
y muy graves reclamos de parte de su par sueco. Pues
desobedeciendo sagrados compromisos establecidos con uno
de sus más importantes fabricantes de armas, la importante
industria SAAB AB, ha permitido por vías no aclaradas ni
establecidas que lanzacohetes de dicha fabricación hayan
pasado a terceros, no involucrados en la transacción de
origen. En otras palabras, el gobierno venezolano ha
permitido que armas semi pesadas de fabricación sueca
hayan venido a dar a manos de fuerzas extrañas.
"Siempre es fastidioso que suceda", declaró Tomas
Samuelsson, director general de Saab Bofors Dynamics,
filial de Saab AB y fabricante de los lanzacohetes
antitanque AT4, sin pronunciarse directamente sobre la
incautación por el ejército colombiano de un número
indeterminado de esos poderosos artefactos en campamentos
de las FARC.
Sería grave que tales armas
hubieran caído en manos de gobiernos extranjeros no
involucrados en la operación establecida entre el gobierno
venezolano y una industria sujeta a los requisitos de
seguridad del gobierno de la corona sueca. Pero
infinitamente más grave sería que hubieran caído, como en
efecto, en manos de fuerzas insurreccionales, enemigas
internas de un gobierno amigo de Suecia y declaradas
terroristas por otras naciones amigas y por la Comunidad
de naciones a la que pertenece la misma Suecia.
Es el caso que acaba de
desvelar el vice presidente de Colombia al revelar que el
ejército colombiano ha encontrado en varios campamentos de
las FARC lanzacohetes de fabricación sueca, cuyos seriales
demuestran pertenecer al ejército venezolano.
Independientemente del curso que siga el trámite
diplomático que ha llevado a la cancillería colombiana a
exponer el caso ante las naciones involucradas – Suecia y
Venezuela - , lo cierto es que tan escandalosa revelación
viene a confirmar la veracidad del comunicado de uno de
los altos comandos de las FARC, entre los cuales su
encargado de relaciones internacionales y uno de los altos
dirigentes de las FARC establecido permanentemente en
Venezuela bajo protección del gobierno de Hugo Chávez,
Iván Márquez, enviado a Raúl Reyes a comienzos del 2008,
encontrado en una de las computadoras del segundo hombre
de las FARC y publicado luego del bombardeo al campamento
central que éste mantenía en territorio ecuatoriano, en el
cual se le informaba del compromiso alcanzado con dos
generales venezolanos para que le proveyeran de armas semi
pesadas, entre las cuales un número indeterminado de
lanzacohetes.
Esos dos generales no son
cualquier cosa: uno de ellos es el general Cliver Alcalá
Cordones, miembros del estado mayor, hombre fuerte del
régimen y uno de los más cercanos militares del
presidente. El otro, el entonces jefe de la Dirección de
Inteligencia Militar, DIM. Ninguno de los dos ha sido
sometido a investigación por revelaciones tan
escandalosas, dadas a conocer pocos meses después del
bombardeo al campamento de Raúl Reyes. Ninguno de los dos
ha sido separado de su cargo. Razón más que suficiente
para pensar que al comprometer armas de la república para
una fuerza insurgente, enemiga de un gobierno con el que
se mantienen relaciones formales y aparentemente
amistosas, cumplían órdenes superiores. Nada más y nada
menos que del propio presidente de la República.
¿Qué diría Insulsa “el
Jabonoso” ante hecho de tan insólita naturaleza? ¿Qué se
trata de un problema interno que no atañe a la OEA?
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Ante un hecho tan grave y de tantas
proyecciones, cabe preguntarse – y alabar, sin duda
ninguna - la razón del discreto y muy cuidadoso
comportamiento del presidente Álvaro Uribe y su gobierno.
Por razones no del todo diferentes, Venezuela rompió
relaciones con Cuba y forzó la marginación del gobierno de
Fidel Castro de la OEA hace cincuenta años. ¿Tanto han
cambiado las circunstancias internacionales, desaparecido
el conflicto bipolar propio de la Guerra Fría, como para
que hechos de tanta importancia mantengan bajo perfil y
promuevan acciones diplomáticas de discreto segundo plano?
¿Tanto ha cambiado la correlación de fuerzas en el seno de
la OEA como para que su Secretario General no sólo simule
ignorar tan graves sucesos, sino se ponga derechamente de
lado del sector más beligerante en tan explosiva ecuación?
¿O estamos viviendo un estado de excepción, una suerte de
guerra no declarada en que los enemigos mueven sus piezas
en sus trastiendas mientras celebran palaciegos encuentros
en la vidriosa superficie de sus relaciones?
Tiene razón en sofocarse el
presidente de la república y tomar atajos desesperados
ante denuncias tan escandalosas y de tanto calado. Da un
salto al vacío. Visto desde los fríos despachos de
nuestras cancillerías, luce acorralado. Pues no aparecen
las fuerzas del Pentágono y del Comando Sur de improviso
en el escenario colombiano acordando utilizar cuatro bases
en el extenso territorio de nuestro principal vecino. Lo
hacen luego de conmover a la opinión pública internacional
con denuncias tan graves y tan concluyentes como las de
nuestros AT4 en manos de algunos de los frentes de las
FARC. De ellas, la más sorprendente le atribuye a
Venezuela el control del mayor tráfico de estupefacientes
de la región, convertido nuestro país en la plataforma de
lanzamiento preferida por los narco traficantes para la
distribución de droga hacia los Estados Unidos y Europa.
Lo hacen público luego de que sus autoridades se quejaran
por el escaso o ningún apoyo dado por nuestro gobierno a
las autoridades norteamericanas en su lucha contra el
narcotráfico.
De manera que concentrados en
un muy escaso lapso surgen dos graves acusaciones que
atañen a los dos más graves y prominentes enemigos de los
Estados Unidos y las naciones democráticas del Hemisferio:
el actual gobierno de Venezuela prohíja al narcotráfico y
mantiene estrechas relaciones con un grupo narco
terrorista. Razones suficientes como para declararlo un
narco Estado y un Estado forajido.
En lugar de proceder al nivel
declarativo y tomar medidas formales, tanto Colombia como
los Estados Unidos van al terreno de los hechos: acuerdan
combinar sus fuerzas para combatir a ambos enemigos por
tierra, mar y aire. ¿Cómo queda Venezuela en esa entente?
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El tercero en discordia no
parece menos apasionado en sus diatribas contra la vecina
república. Ecuador profundiza sus diferencias y eleva la
apuesta de su confrontación prebélica con Colombia. Correa
sangra por la herida. Y despechado por el fracaso en
motivar al rompimiento entre Venezuela y su incómodo
vecino, estará de plácemes ante el anuncio del presidente
de la república de meter las relaciones binacionales en el
congelador. Brinca Nicolás Maduro de jugar al copiloto de
Zelaya el inefable, a mostrarle el garrote al palacio de
Nariño. Ha sido encargado de manera expedita, urgente, en
vivo y en directo a retirar nuestro personal de la
embajada en Bogotá y mostrar cara de pocos amigos.
Volvemos a las andanzas.
Debe rondar por las almohadas
de Miraflores la vieja y ya añeja tentación de provocar un
conflicto bélico que solape las angustias, empolve los
conflictos y paralice el desmoronamiento telúrico que
parece amenazar la estabilidad de un régimen que se
desliza a pasos agigantados hacia la ingobernabilidad. Un
detallado recuento de los conflictos sociales que
paralizan los centros fabriles más importantes del país da
como para llevarse las manos a la cabeza. La pérdida de
prestigio y legitimidad del presidente de la república
vuelva rondar las cotas previas al 11 de abril. PDVSA ha
caído en la cochambre y la atorrancia más desaforada. Si
no está perdida para la imagen que de ella tuviéramos, ha
descendido a niveles de auxilio inminente. Jamás será la
que fuera.
Todas las encuestas, sin
excepción, reportan una abrupta caída de la popularidad
presidencial y un desencanto social aún más peligroso,
pues da a entender que los venezolanos han perdido toda
esperanza a que con este gobierno se llegue a algo mejor
que al propio llegadero. La aventura hondureña, en la que
el gobierno se ha jugado su poco prestigio internacional,
no ha podido tener peor desenlace que un pobre infeliz
jugando a la resistencia cómodamente instalado en suelo
vecino. Rodeado de un enjambre de teléfonos celulares y la
obstinada presencia de Telesur, the master’s voice.
Corren rumores de absurdos
altercados entre facciones militares y crece un
sentimiento de indefensión ante una atmósfera cargada de
oscuros presagios.
Si los niveles de aceptación
nos retrotraen a los meses preparatorios del 11 de abril,
la comidilla de las salas de redacción y las habladurías
de los pasillos políticos nos recuerdan los últimos
tiempos de CAP 2. Hiede a quemado en Miraflores. Un
ambiente en absoluto propicio a alterar la vida de los
venezolanos con leyes habilitantes y amenazas
totalitarias. Nos deslizamos por la pendiente de la
decadencia. El gobierno tiene el sol a sus espaldas. Se
agudizan las contradicciones. Y él responde agudizando la
represión y elevando la apuesta. Los tiempos no se
anuncian buenos. Ni fuera, ni dentro de Venezuela. Puede
que estemos ingresando al ojo del huracán y nos veamos de
pronto inmersos en la tormenta.
Nadie se salvará de la
obligación de dar cuenta ante la historia. Ante una crisis
de esta magnitud no cabe lavarse las manos. Es la hora de
asumir las responsabilidades.
sanchez2000@cantv.net