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Bien dice el
refrán: por donde menos se piensa, salta la liebre. El
general Raúl Isaías Baduel le ha agregado el condimento
teleológico: el tiempo de Dios es perfecto. Todos los
indicios apuntan a que la liebre comienza a socavar el
entramado del establecimiento y se apronta a saltar donde
nadie se lo esperaba. O como solía repetir uno de los
protagonistas de una de esas imborrables telenovelas
brasileñas, creo que Roque Santeiro: Dios escribe recto en
líneas torcidas.
¿Hubiera imaginado
el desangelado y flacuchento teniente coronel que un 4 de
febrero de 1992 se asomara a la gran carpa de la política
nacional para escribir la página más gloriosa de su
historia que al final de ese viaje, tras diez años
tormentosos, comenzaría a desinflarse como un monigote de
polietileno? ¿Hubiera creído que tras aplastar, humillar,
escarnecer y vapulear durante diez largos años a una
oposición achicopaladita sería derrotado justa tras justa,
sin que nada ni nadie pudiera evitarlo? ¿Hubiera pensado
en el día no tan lejano en que deberá escoger cómo
enfrentar los acontecimientos: si dando un salto al vacío
y desatando la guerra civil o arrodillándose cual
corderito, tal como lo viéramos el 11 de abril de 2002?
Son las muy
legítimas preguntas que una buena parte de la población
venezolana – la más lúcida, la más ilustrada, la más
democrática – se está haciendo en estos cruciales
momentos. Consciente de que Chávez agotó todas sus cartas
democráticas y se halla al borde del abismo, esa parte de
la población que se apresta a rechazar su enmienda
anticonstitucional se pregunta, en primer lugar, si Chávez
resistirá el tsunami que se le viene encima empujado por
la caída de los precios del petróleo y la profunda crisis
económica que nos acosa aguantando a pie firme hasta el
término de su mandato. Y en segundo lugar, de no alcanzar
a culminar el fin del período, bajo qué forma específica
y bajo qué circunstancias concretas dejará el Poder.
¿Terminará lavando
sus interiores con jabón azul, como en la Orchila cuando
los ominosos sucesos que lo aventaran del Poder?
¿Requerirá el auxilio de algún monseñor de buena voluntad
para preservar el pellejo, la prenda más valiosa que le
acompaña desde su triste nacimiento? ¿Se verá abandonado
por esa boliburguesía que ayudara a enriquecer hasta
límites estratosféricos? ¿Se verá traicionado por sus
fieles, como estuvo a punto de suceder en esa noche triste
de abril del 2002? ¿Saldrá por la Carlota con destino
incierto? ¿Zimbabue, Corea del Norte, Bielorusia o Cuba?
No faltan quienes
apuestan por un desempeño ininterrumpido hasta que salga
de Miraflores por la puerta falsa del 2013. Entre ellos se
cuentan Julio Borges, Manuel Rosales y Teodoro Petkoff,
quienes aborrecen de la inestabilidad y consideran que el
país no está preparado aún para una Venezuela sin Chávez.
Tampoco faltan los que quisieran verlo en Miraflores hasta
agotar la última gota de ese cáliz, asumiendo la crisis,
las consecuencias del desastre y el precio por la pérdida
absoluta del Poder. Son quienes quisieran verlo en el
trance de Carlos Andrés Pérez: paseando en soledad por los
pasillos de palacio sin contar con más de un dos o un tres
por ciento de respaldo y viendo enemigos hasta en la sopa.
¿Quién tendrá la
razón? ¿Qué será lo que vendrá? Es la incógnita del
momento, en estos días previos al 15 de febrero. Deporte
nacional: imaginar la salida del teniente coronel. Que en
regresos triunfales no creen ni sus más allegados.
2
Preparando
la partida y ante el estupor nacional Hugo Rafael Chávez
Frías, cuyo expediente reposa en los tribunales militares
y cuya cédula de identidad es del dominio público, se
acaba de zampar más de doce mil millones de dólares, un
tercio de las reservas internacionales. Y yo me pregunto:
si Pérez fue enjuiciado, defenestrado y encarcelado por el
equivalente a diecisiete millones de dólares, usados para
crear la guardia presidencial de la Sra. Violeta Chamorro,
recién electa presidenta de Nicaragua tras la dictadura
del sandinismo, ¿qué pena, qué castigo y qué cantidad de
años de prisión se le dará a Hugo Rafael Chávez Frías por
haber regalado 53 mil millones de dólares a Evo Morales, a
Néstor y Cristina Kirchner, a Rafael Correa, a Daniel
Ortega y vaya a saber Dios a cuánto bicho de uña existe
por el mundo dispuesto a chulear a un estúpido y mesiánico
teniente coronel tercermundista? ¿Qué cárcel de máxima
seguridad habrá que construir para encerrar al contralor o
la contralora, al fiscal general o la fiscala, a los
miembros del TSJ, a Cilia Flores y a los diputados que han
permitido, avalado, alcahueteado y amparado tremenda
vagabundería? ¿Saben los directivos del Banco Central que
les espera chirona y de la buena?
Nunca jamás, en
doscientos años de historia republicana, un presidente de
la republica protagonizó un saqueo más espeluznante a los
fondos públicos de la Nación. Y lo acaba de hacer a vista
y paciencia de 27 millones de venezolanos, de la manera
más alevosa, ante la genuflexión y el aplauso de la
cómplice mediocridad de quienes asaltaran y se
posesionaran de las instituciones del Estado amparados por
el golpista mayor del golpismo nacional. Sólo por este
crimen debieran ir presas, Luisa Estela Morales, Luisa
Ortega Días, Cilia Flores y todas las autoridades cuya
responsabilidad de cautelar los bienes de la Nación ha
sido descarada y arteramente traicionada. Desde luego, sin
descontar a la alta oficialidad de unas fuerzas armadas
que han pisoteado la constitución nacional y fracturado
gravemente la institucionalidad de la república.
Cabe, pues, la
pregunta que todo el mundo se hace: ¿terminará este (des)gobernante
su período constitucional sin los graves tropiezos que
cabe esperarle a quien ha destrozado la tradición
republicana, interrumpido el hilo constitucional, violado
todos los derechos y usurpado todas las prerrogativas?
¿Tiene capacidad y legitimidad de gobierno quien desconoce
la voluntad del soberano, pervierte los controles, abusa
de sus poderes y traiciona las obligaciones que juró
respetar ante Dios y los hombres?
Quienes portan
uniforme no están por ello blindados ante las
responsabilidades jurídicas y constitucionales. Quienes
llevan toga y birrete tendrán que dar cuenta más temprano
que tarde de su desprecio a la ley, los códigos y la
Constitución Nacional. Los funcionarios que han prohijado
tantos y tantos crímenes tendrán que dar cuenta de sus
felonías. ¿Les parece poco?
La historia no
absuelve: condena. La justicia tarda, pero llega. Y cuando
no lo hace la humana, lo cumple de manera implacable la
divina. Chávez se ha ido encerrando en un callejón sin
salida. No le alquilo las ganancias
3
La primera
palabra de la nacionalidad fue emitida por un pequeño
grupo de caraqueños reunidos frente a los balcones del
palacio de gobierno un jueves 19 de abril. Hasta antes de
esa sencilla palabra, un adverbio simple y diáfano que
cabe en una modesta sílaba, los habitantes de la capitanía
eran, como todos los habitantes de esta parte del mundo,
modestos súbditos de Su Majestad Fernando VII. Bastó esa
exclamación rotunda y cristalina para que cesara el poder
de la monarquía y el continente se abriera a la historia,
permitiendo que la modernidad irrumpiera por todos sus
costados. Esa, la primera palabra de la nacionalidad, que
abrió la puerta de nuestro futuro, fue un sencillo ¡NO!
Todos lo sabemos,
así el chavismo lo oculte sistemáticamente. Fue a
instancias de los jóvenes revolucionarios dirigidos por el
presbítero José Joaquín Cortés de Madariaga, un chileno
avecindado en Caracas desde comienzos del siglo XIX. Quien
impidió que el gobernador Emparan y los caraqueños que le
secundaban se hicieran con el Poder y burlaran los
desafíos de la historia. Requerido de urgencia desde el
confesionario de la Catedral, en donde se hallaba
confesando a los fieles que asistían masivamente a los
servicios religiosos de ese jueves santo de 1810, irrumpió
en el Consistorio y le exigió al gobernador que dejara el
Poder, que ya no le pertenecía en plena legitimidad al
monarca. Fue cuando Emparan se asomó al balcón y ejecutó
el primer referéndum popular de la república en ciernes,
planteando la sencilla pregunta acerca de si debía
quedarse a la cabeza del gobierno. La respuesta,
respaldada por los gestos del presbítero Cortes de
Madariaga, dio al traste con la continuidad del gobierno
monárquico y permitió el libre curso de la Independencia
americana: fue un ¡NO! coreado por esa pequeña
multitud.
Acabamos de
celebrar los 51 años de gobiernos democráticos en
Venezuela, si bien los últimos diez años escapan de esa
clasificación y pertenecen antes bien a la sórdida y
tormentosa transición hacia el totalitarismo y la
dictadura. Una época de tortuosas indefiniciones, de
crisis permanente y de destrucción sistemática. Fue ese
del 23 de enero de 1958, si se me permite la libertad de
interpretación, el segundo gran ¡NO! de la república. Un
¡NO! rotundo a 10 años de dictadura, de oprobio, de robos
e iniquidades. Un ¡NO! al militarismo, a la represión y a
la tortura. Al continuismo, al reeleccionismo, a la
carencia de libertades públicas.
De allí que se
pueda afirmar sin ambages que la historia de Venezuela es
una permanente variación sobre ese sencillo adverbio,
nuestro signo de identidad, nuestro bautismo de fuego.
Venezuela es un ¡NO¡ Este 15 de febrero volverá a
demostrarlo, como lo demostrara hace un año, un 2 de
diciembre. Así le disguste a quienes se ahogan ante la
libertad y prefieren vivir arrodillados y escarnecidos:
¡NO ES NO! Así fue en el pasado. Así será en el presente.
Así será en el futuro.
sanchez2000@cantv.net