Estos son, en efecto, los
presupuestos esenciales que determinan la comprensión de
los próximos procesos electorales: vivimos un estado de
excepción, bajo el cual toda acción - sea electoral o de
cualquier otra índole - debe tener como objetivo
fortalecer nuestras posiciones, acumular el máximo de
fuerzas posibles y propender tanto a la derrota
electoral como al quiebre estructural del proyecto
estratégico del chavismo, comprendidos quienes lo
dirigen y comparten consciente y voluntariosamente no
sólo como nuestros adversarios políticos, sino como
nuestros enemigos existenciales. Dictadura o democracia,
no caben terceras posiciones.
Aceptadas dichas premisas
de índole existencial y estratégica, el primer punto a
considerar es la inserción de los procesos electores del
porvenir en una estrategia global con un único objetivo de
doble significación: acumular fuerzas para derrotar y
extirpar toda pretensión totalitaria del escenario
político y reconstruir el tejido socio-político y
económico venezolanos: la democracia y sus fundamentos
jurídicos estructurales. Aferrados a la Constitución de la
República. Vencer el totalitarismo: esa es nuestra meta,
ese nuestro objetivo. Mediante el uso de todos y cuantos
métodos estén a nuestro alcance, se ciñan a la
Constitución y sirvan a la construcción de la democracia
civil y civilista del mañana.
El segundo paso en dicho
proceso de acumulación de fuerzas es la unidad de todos
los factores democráticos - partidos y organizaciones y
personalidades de la sociedad civil - en un GRAN FRENTE
COMUN, DEMOCRATICO Y POPULAR. Capaz de cobijar a la
oposición y a todas las fuerzas de la disidencia, hoy
mayoritarias, bajo una LISTA UNICA DE CANDIDATOS.
Es entonces que se nos
plantea la gran interrogante acerca de los pasos a dar,
las fechas a determinar y los métodos a seguir para llegar
a diseñar esa LISTA UNICA DE LA OPOSICION DEMOCRATICA.
Huelga señalar que de ellos depende que el proceso de
acumulación de fuerzas tenga un origen de la mayor
legitimidad imaginable, sirva a los efectos de poner a la
sociedad democrática toda en un auténtico pie de guerra,
constituya el inicio de nuestra campaña electoral -
crucial y definitoria - y anticipe de la manera más
ejemplar nuestra capacidad de dirección para el futuro
democrático que anhelamos. Es la única forma de trascender
el electoralismo vacuo y estéril al que pretenden
empujarnos nuestros enemigos. Pues en dicho proceso no
sólo estamos actuando en el presente, sino anticipando el
futuro y construyendo desde sus propias bases LA NUEVA
DEMOCRACIA POLITICA Y SOCIAL DEL FUTURO.
En otras palabras: es de la
mayor urgencia negarse a servir de tontos útiles al
totalitarismo plebiscitario y electorero del régimen,
obligándolo a participar en un tipo de contienda que sea
intrínsecamente ajeno al totalitarismo gobernante. Nuestra
participación electoral debe ser emancipadora, libertaria
y trascendente. Forma parte de una nueva teoría de la
democracia, inédita, aunque sustentada en los logros de la
república democrática de nuestra tradición. Esa, su
naturaleza, determinan los métodos. No a la inversa.
El desiderátum, siguiendo
esa concepción estratégica, debiera ser el de elecciones
primarias, atendiendo a la capacidad de las regiones para
designar a sus mejores exponentes. Elecciones que debieran
servir de catalizadores para la emergencia y
fortalecimiento de un movimiento revolucionario,
democrático y popular de base. En dichas primarias
debieran participar todos los partidos y grupos, incluso
las individualidades interesadas en dar un paso al frente
e integrarse a esta verdadera revolución democrática y
popular. Siempre bajo el patrocinio, el respaldo y el
auxilio del Frente Popular de la región en cuestión. Tal
método puede ser complementado, en donde sea posible y
necesario, por consultas y propuestas de otra índole,
siempre y cuando impulsadas por la voluntad consensuada de
todos los factores políticos y sociales del país.
Sólo la comprensión de la
importancia estratégica de este proceso como motor de la
acumulación de fuerzas de un vasto movimiento
revolucionario y democrático, podrá servir de freno a las
tendencias reaccionarias que se ocultan en los intereses,
ambiciones y predicamentos de los tradicionales grupos de
presión. De allí la necesidad de que este proceso sea
liderado por los partidos políticos y los diversos
componentes de la sociedad civil bajo una sola bandera: la
defensa de la patria.
Una última observación:
quienes rechazan por principio y de plano el uso de los
procesos electorales como momentos de una estrategia
global de enfrentamiento al régimen, que den un paso al
frente y asuman la dirección de nuestros combates. Cabe
frente a ellos y su radicalismo a ultranza, si es
bienintencionado, la obvia observación con que Stalin se
refería al Vaticano: ¿cuáles y cuántas son las divisiones
con que cuentan para asumir esta guerra en la que estamos
inmersos?
sanchez2000@cantv.net