La
“compañera” Lina Ron está en la cárcel. ¿Montaje
inescrupuloso de una farsa o realidad de un proceso
autocrático? Para responderlo con la divertida sentencia
atribuida a Carlos Andrés Pérez, pero que en este caso
expresa la verdadera situación: ni lo uno ni lo otro, sino
todo lo contrario. El encarcelamiento de Lina Ron es una
farsa que encubre una realidad: la de los tiempos
disímiles y contradictorios con que el régimen avanza
hacia el establecimiento de una dictadura totalitaria. La
de la heterogeneidad de los componentes con los que
cuenta. La diacronía de los tiempos con que cada sector y
cada personalidad que participa de la tribu del asalto al
Poder comprenden los compromisos de acción.
Ya
Lenin previno contra los desafueros impulsivos y
espontaneistas del ala extremista e irracional del
movimiento revolucionario en su famoso opúsculo: El
izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo.
Allí afirmaría que “la dictadura del proletariado es
necesaria, y la victoria sobre la burguesía es imposible
sin una lucha prolongada, tenaz, desesperada, a muerte,
una lucha que exige serenidad, disciplina, firmeza,
inflexibilidad y una voluntad única.” Lina Ron es la cabal
expresión del izquierdismo más extremo del chavismo, como
lo son los miembros de los colectivos que conforman sus
tropas de asalto: desde la Piedrita hasta los Tupamaros.
Como Diosdado Cabello es la cabal expresión de la
boliburguesía de su derecha. Chávez es el Bonaparte que
debe dirigirlos y conciliarlos, sometiéndolos al único
proyecto válido: montar una tiranía bajo su control
omnímodo y exclusivo. Aparentemente del pueblo, como lo
cree Lina Ron: realmente de su absoluta y única propiedad,
como lo sabe Diosdado Cabello.
No se
trata, pues, de que desapruebe el respaldo pleno que
advierte en su amada compañera. Se trata de evitar que
precisamente ahora, cuando el proceso sufre un agudo
desgaste y cruza el campo minado de la decadencia,
comienza el rápido despegue de los sectores populares del
mesianismo clientelar, se aísla internacionalmente y
crecen las fuerzas opositoras, afincándose sus liderazgos
cada día más en el corazón del pueblo democrático
venezolano, se precipite una acción impulsiva llevada a
cabo por los francotiradores de la revolución, cortando
por el atajo del decisionismo más brutal y responda con
bombas lacrimógenas, armas largas y granadas a los
subliminales o expresos llamados a la violencia del
teniente coronel.
Del dicho del
caudillo al hecho revolucionario hay mucho trecho:
comprender que ese trecho debe ser transitado con férrea
disciplina y orden militar, es la obligación rojo rojita
del momento. Abrir otros frentes que los que el comandante
ordena, es un error que podría acarrear graves
consecuencias. Incluso hundir el proceso. ¿Cerrar 35
emisoras siguiendo un plan perfectamente preestablecido,
bajo órdenes del caudillo y la mano militar de Diosdado,
mientras simultáneamente la zarrapastra de la
marginalidad revolucionaria le cae a saco por el flanco
de su extrema izquierda a Globovisión? Imposible. El paso
adelante en el avance del totalitarismo podría
empantanarse por un error de interpretación de una
compañera “demasiado generosa e impulsiva”.
Esa es
la realidad. ¿Cómo enfrentarla? Con una farsa. Al
encarcelarla por cometer un acto de indisciplina
revolucionaria el desliz se convierte en acierto: el
régimen se lava con su mano derecha lo que está haciendo
contra los medios con su mano izquierda. Y el acto
insensato de la revolucionaria oxigenada en excelente
pretexto para lavarle la cara al totalitarismo mediático
del teniente coronel.
Los
sectores extremistas de la revolución no pueden
adelantarse al curso dictado por su caudillo. Una realidad
que irá acrecentándose a medida que se radicalice el
proceso y el gobierno se vaya hundiendo en sus
contradicciones. Chávez, el derechista, será traicionado
por Chávez, el izquierdista. ¿Cuál de ambos
esquizofrénicos componentes terminará ganando la partida?
¿Lina Ron o Diosdado Cabello? Ninguno de los dos. Se
hundirán esposados, como un matrimonio mal avenido.
Lo
cierto es que el régimen comienza un inevitable declive.
Lina, sin quererlo, ha ayudado a hundirlo. Le ha hecho un
inmenso favor a Globovisión y un flaco servicio a su amo.
Mucho más pronto de lo que se imagina, Chávez tendrá que
optar por precipitar el camino. Allí lo esperaremos: en la
bajadita.
sanchez2000@cantv.net