Habrá un antes y un después en la historia de nuestra
atribulada Venezuela democrática: con un gesto nacido de
su inspiración y llevado a cabo hasta sus últimas
consecuencias, Antonio Ledezma ha partido en dos la
historia de esta década turbia y ominosa. Sin consultarlo
sino con su conciencia, sin consideraciones de tiempo ni
espacio y sin parar mientes en el grave riesgo vital en
que incurría sentó un precedente inédito en la historia de
la Venezuela post chavista. Es el primer venezolano que
pone su vida consciente y deliberadamente en el tablero
político. En un juego del todo o nada. Por razones
estrictamente éticas y morales. Convencido de la justicia
de sus reivindicaciones y de la nobleza de la causa que
representa.
Un gesto como ese hacía falta,
una inmensa falta. Ya olvidados en Venezuela los tiempos
en que la política se libraba en el candelero del
sacrificio y se pagaba con la sangre el derecho a reclamar
la libertad y la justicia. Aquellos tiempos
extraordinarios en que la política era una causa y la
causa un testimonio sudado con sangre. Los tiempos de
Antonio Paredes, de José Rafael Pocaterra, de los jóvenes
universitarios del 28, de tantos y tantos combatientes
desaparecidos en las sentinas de abyectas dictaduras, como
Ruiz Pineda y tantos de sus compañeros. Los tiempos
incluso de un Jorge Rodríguez, muerto en las mazmorras de
la Digepol y hoy maculado y escarnecido en su frágil y
aterida memoria por quien no ha sabido estar a la altura
de su legado convirtiéndose en un represor del régimen
imperante.
Pues Venezuela comienza a tocar
fondo. El fondo turbio y cenagoso de la inmoralidad, de la
inescrupulosidad, de la absoluta carencia de principios.
El fondo del enriquecimiento a costa de la sangre de
decenas y decenas de miles de asesinados. De acaudalados
uniformados y politicastros que medran con el hambre de
justicia de un pueblo nuevamente traicionado. El fondo de
generales y prevalidos, de oportunistas y ladrones, de
mafiosos y forajidos. El fondo de nietos e hijos de
ladrones que establecen un vínculo de continuidad entre la
dictadura de Gómez y la neo dictadura autocrática de Hugo
Chávez. El fondo del estupro, la grosería y el irrespeto.
El fondo de la prepotencia cuartelera y la insolencia
prostibularia de las armas. El fondo pantanoso del
caudillismo.
De allí el asombro ante un
gesto aparentemente incomprensible. Mientras la Venezuela
rumbera y consumista, petro santificada y rojo rojita se
preparaba a bajar a la playa y tostarse el ombligo,
Antonio Ledezma caminó decidido por las calles de Caracas
a la cabeza de un puñado de sus trabajadores, entró a las
oficinas de la OEA y decidió desafiar la ruindad de su
Secretario General con un gesto suicida. Desnudando de una
sola plumada la orquestación circense del truhán
hondureño. Mientras Celaya recibía el respaldo mil
millonario de PDVSA, incluido maletines, armas y aviones,
jugando a la invasión teledirigido desde Miraflores en una
payasada rastrera y sinvergüenzona, nuestro Alcalde
Metropolitano levantaba el estandarte de la dignidad en
su absoluta soledad.
Ha quedado claro y espero que
sea una enseñanza definitiva de estos nuevos tiempos de
lucha: la POLÍTICA con mayúsculas, la de los POLÍTICOS con
mayúsculas, no anda pidiéndole permiso a las malandras y
malandros del CNE y a los truhanes institucionales para
expresar sus angustias. Para echar a andar la historia
basta con echarla a andar. Antonio Ledezma la ha echado a
rodar por los caminos buenos de la VENEZUELA con
mayúsculas.
Que nada ni nadie la detenga.
sanchez2000@cantv.net