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Cuba, año 50
por Antonio Sánchez García
 
lunes, 5 enero 2009


"Este enero la difunta cumple un nuevo aniversario, habrá flores, vivas y canciones, pero nada logrará sacarla del panteón, hacerla volver a la vida. Déjenla descansar en paz y comencemos pronto un nuevo ciclo: más breve. Menos altisonante, más libre".

 

Yoani Sánchez

 

 

            Basta imaginar las reacciones que hubiera despertado en el mundo la celebración de los primeros cincuenta años de vida del régimen nazi. Hubiera sido en enero de 1983. Hitler estaría cumpliendo 93 años y siguiendo una ancestral tradición germánica se encontraría perfectamente lúcido y entero. Como por cierto Konrad Adenauer, que viviera hasta los 91 años.

 

            No hubieran sido distintas a las que hubiera cosechado Augusto Pinochet y la dictadura chilena de haber sobrevivido hasta el 2023, fecha en que el Chile fascista hubiera cumplido cincuenta años. O si la de Mussolini hubiera llegado a 1972 en perfecto estado de salud, la de Stalin a 1973 y la de Mao hasta 1998. Si todas las dictaduras del siglo XX hubieran sobrevivido a los cincuenta años que está celebrando la dictadura castrista, el mundo sería hoy por hoy un auténtico infierno. Tentado estamos por agregar: sin ningún sentido de ser vivido.

 

            Para la inmensa fortuna de nuestras vidas, ninguna de ellas alcanzó la longevidad de la dictadura cubana. Gracias en gran medida a la existencia de la democracia norteamericana, que truncó las vidas de Hitler y de Mussolini, presionó sobre la de Stalin, derrotó a los sobrevivientes del comunismo sino-soviético e hizo de la irrestricta defensa de las democracias un baluarte de Occidente.

 

            Por ello me incomoda profundamente ver que medios democráticos de Venezuela y del mundo le dediquen páginas y más páginas a un oprobio. Desconociendo en el caso venezolano, de paso, que sólo la traición a los presupuestos de la justa política internacional de Rómulo Betancourt por todos sus herederos – desde CAP I a CAP II y desde Rafael Caldera I a Rafael Caldera II - hizo posible que no sólo se siga celebrando en nuestro país con grandes honores una vergüenza continental y mundial como la sólida estabilidad del régimen castrista, sino que pretenda entronizarse un régimen afín, tan siniestro como el castrista y tan devastador en sus consecuencias como el de los hermanos Castro.

 

            Gustavo Coronel ha recordado el ignominioso remitido en que varias centenas de intelectuales y seudo intelectuales, artistas y seudo artistas venezolanos se arrodillaran ante el tirano, en un gesto de ominosa genuflexión. He creído que ese oprobio pertenecía al pasado. Me equivoco. La fascinación por la tiranía del déspota cubano parece seguir vigente. Es síntoma del profundo mal que nos aqueja. El mal del despotismo folklorizante y del infantilismo político que nos abruma. Tras cincuenta años de represión, tortura y asesinatos, más hubiera valido el silencio.

sanchez2000@cantv.net

 
 

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