"Puesto que el odio, la
tontería y el delirio producen efectos duraderos, no veía
por qué la lucidez, la justicia y la benevolencia no
alcanzarían los suyos"
Memorias de Adriano
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Tras diez
años de un régimen de excepción que no ha logrado
imponernos su proyecto estratégico y comienza a navegar a
la deriva, la oposición democrática enfrenta por primera
vez un futuro verdaderamente promisorio. Controla política
y administrativamente cinco de los más importantes Estados
del país. Con lo cual ha logrado quebrarle el espinazo al
proyecto revolucionario. Y ha situado al frente de la
Alcaldía Metropolitana, enclave emblemático de la
institucionalidad política de la Nación, a uno de los más
valientes, lúcidos y sensatos de sus dirigentes. En todos
esos gobiernos regionales sus máximos responsables se han
rodeado de los mejores cuadros técnicos y administrativos
con que cuenta la democracia venezolana en dichas
regiones. Y luchando contra la adversidad impuesta de
manera aviesa y mezquina por el presidente de la
república, pretenden realizar gobiernos ejemplares. Se
entiende la ojeriza presidencial: podrían transmitir el
ejemplo de lo que podría llegar a ser un nuevo gobierno
venezolano, integrado por nuestros mejores políticos,
gerentes e intelectuales. Un reservorio de talento hasta
ahora intocado.
De esa forma, el
país nacional, particularmente aquellos sectores que se
pretenden independientes de todo compromiso con la
república y la democracia y que según últimos datos
constituyen una buena mitad de la población, debieran
rendirse a la evidencia de que nuestros urgentes problemas
no sólo son susceptibles de solución, sino que sólo pueden
serlo abandonando todo discurso confrontacional,
liquidando los absurdos delirios caudillescos y seudo
revolucionarios de un proyecto trasnochado y asumiendo la
solución de los problemas nacionales con objetividad,
seriedad y experiencia. Si éste es el gobierno de que son
capaces los altos mandos de nuestras fuerzas armadas, hay
que imaginarse a qué patéticos desastres nos llevarían si
condujesen una guerra. Pero la conducción de los asuntos
públicos no es asunto de charreteras o cachuchas, no
importa el color de que se revistan. Como quisiera
demostrarlo y parece haberlo hecho Henry Falcón en Lara,
poco importa si los gobernantes participan de tal o cual
ideología siempre y cuando sean civiles y responsables: la
basura, el crimen, la carencia de viviendas y los graves
problemas de tránsito público no se resuelven con citas
del Ché Guevara y Mao Tse Tung o entregándose en brazos de
bizarras y moribundas dictaduras marxistas: se resuelven
con inteligencia y capacidad creadora. Una enseñanza que
debiera grabarse a sangre y fuego en el cerebro del joven
e inexperto alcalde Jorge Rodríguez, que en lugar de
sumarse al esfuerzo por unificar criterios gerenciales
para enfrentar unidos los graves problemas de la Gran
Caracas, bajo la coordinación del gobierno metropolitano,
insiste en el nebuloso, tétrico y desfasado discurso
confrontacional del pasado. Está solo. Insiste en seguir
estándolo. Cava su propia tumba.
2
Es del máximo
interés de los demócratas contribuir al éxito de las
gestiones de nuestros gobernadores y alcaldes. Y de la
democracia, permitir que se concentren en sus gestiones.
Los partidos políticos, las diversas organizaciones de la
sociedad civil, nuestros intelectuales y artistas – nunca
suficientemente puestos en acción en representación y
defensa de nuestra libertad y nuestra democracia - y los
medios bien pueden y deben asumir la defensa de los
intereses nacionales. En tal sentido, es fundamentalmente
a la sociedad civil, al movimiento estudiantil y a todas
las ONGs, secundados por los diversos grupos de presión y
los partidos políticos a quienes compete liderar el
movimiento por el NO y la defensa de la Constitución. A
grupos como el Movimiento 2 de Diciembre Democracia y
Libertad, que ha hecho de la defensa de los resultados
del 2D y la cautela de nuestra Carta Magna su tarea
primaria, así como a las universidades y sus autoridades
rectorales, decanatos y cuerpos de profesores y empleados
– en defensa irrestricta de la autonomía - , al movimiento
estudiantil y a todos los grupos dedicados a la defensa de
los derechos humanos, a los medios democráticos, a las
iglesias y a quienes articulan el sentimiento democrático
de la Nación será a quienes corresponderá el protagonismo
en estos días previos a las elecciones de Febrero.
Capítulo especial
merecen quienes lucharon por conquistar sus espacios
regionales y no pudieron coronar con éxito sus esfuerzos
por diversas razones que no es del caso mencionar. En tal
sentido, a grandes figuras opositoras como Andrés
Velásquez, Enrique Mendoza y Leopoldo López, a Stalin
González y a Yon Goicoechea, así como a quienes se han
convertido en factores esenciales en la alianza
democrática desde las filas de la disidencia – Ismael
García, José Luis Molina, María Isabel Rodríguez, Raúl
Isaías Baduel, Jenny Manuitt, entre otros – les
corresponde un lugar de honor a la cabeza de la
resistencia contra el golpe constitucional de febrero. Son
el eslabón que une el pasado con el futuro. Cae sobre sus
hombros la pesada responsabilidad de cautelar el tránsito
pacífico, constitucional y, si fuere posible, electoral,
hacia el pleno restablecimiento de la institucionalidad
democrática y la reconciliación de todos los venezolanos.
Las fuerzas del NO
constituyen la columna vertebral de la sociedad futura: en
ellas ya está en acción la fuerza del cambio y la
transición.
3
Existen
suficientes razones como para sostener que Venezuela
puede y debiera superar esta grave crisis sin pasar por
las graves tribulaciones y los espantosos trances que
vivieran países de mayor envergadura histórica e
institucional, como los que sufrieran Chile, Argentina,
Uruguay y Brasil en los años sesenta y setenta bajo
parecidas crisis institucionales. Basta señalar que tras
aproximadamente los mismo mil días de gobierno, tuvo
lugar el trágico golpe de Estado de las fuerzas armadas
chilenas contra Salvador Allende y los bufonescos
acontecimientos del 11 de abril que sacaron del Poder a
Hugo Chávez. En mil días de revolución popular, Chile se
desgajó de cuajo. Y vivió la más grave crisis existencial
de su historia. En los mismos mil días de revolución
bolivariana, Venezuela sufrió un colapso menor que solo el
majadero aparato propagandístico del régimen ha podido
demonizar al extremo del pinochetazo. Los muertos no
fueron producto de los militares constitucionalistas, sino
de los pistoleros del régimen. En 48 horas Hugo Chávez
estaba repuesto en el cargo de la mano de los mismos
militares que le solicitaran – y obtuvieran – su renuncia.
En Chile la fractura alcanzó tal gravedad, que se
requirieron 17 años para salir a flote. En Venezuela, en
solo 48 horas se había resuelto el impasse. Es cierto: la
policía del régimen pinochetista provocó más de tres mil
muertos mientras que en Venezuela la crisis no alcanza el
nivel de tamaña gravedad. Y mantenemos una democracia
ficcional cogida con alfileres. Pero como si nadie
quisiera enterarse, han muerto en diez años más de ciento
cincuenta mil venezolanos jóvenes y de escasos recursos
asesinados en una guerra cruenta y soterrada, producto de
la incapacidad del régimen por sentar autoridad.
A nuestro modesto
entender, la crisis del sistema de dominación que acompaña
al gobierno de la Unidad Popular se produce en un país
perfectamente vertebrado, con un aparato de Estado tan
sólidamente establecido y una sociedad civil tan
jerarquizada, que las instituciones y los grupos de
prisión fueron estructural, medularmente incapaces de
resolverla políticamente. Venezuela, en cambio,
precisamente por la naturaleza gelatinosa e invertebrada
de su aparato de Estado, la extrema movilidad social que
la caracteriza y la tolerancia de que hacen gala sus
grupos y elites dirigentes ha podido vivir esa y muchas
otras coyunturas traumáticas, sin caer en el abismo del
enfrentamiento brutal. Lo mismo sucede a nivel
ideológico: en Chile, el enfrentamiento político fue
asumido con un fanatismo y una entrega totales, siguiendo
incluso los parámetros de la guerra civil española. Tras
esos mil días de gobierno, la Unidad Popular había crecido
en todos los ámbitos y ni uno solo de sus dirigentes había
abandonado el barco extraviado en el siniestro curso de la
guerra de clases y el marxismo leninismo. En Venezuela, en
cambio, ya a los mil días de gobierno los operadores
fundamentales del régimen, entre los cuales Luis Miquilena,
habían abandonado el proyecto bolivariano por estar en
desacuerdo con la radicalización que se propugnaba desde
Miraflores.
Visto
metafóricamente, Chile es un roble que no resiste
tempestades: se resquebraja en sus raíces. Venezuela es un
bambú, capaz de resistir los mayores embates gracias a su
elasticidad y juego de fracciones. De allí la explicación
de nuestra esperanza: Chile debió caer en manos de la
dictadura como último recurso. Venezuela puede resistirla
hasta su último extremo. Podríamos y debiéramos
plantearnos el desideratum histórico de superar este
trágico decenio sin derramamiento de sangre, de manera
pacifica y consensuada. Caso de no lograrse, la
responsabilidad por cualquier salida traumática recaerá
única y exclusivamente en el régimen. Es bueno tenerlo
presente.
4
Ante lo cual cabe
imaginar dos opciones: o el gobierno desiste ante la
evidente pérdida de su ascendiente y popularidad y, sobre
todo, anticipando el vendaval de la crisis que se le
avecina y el presidente abandona el cargo antes de cumplir
su período – sea por renuncia voluntaria o por exigencia
de un país alebrestado y disconforme con las políticas
públicas – o se acomoda a las cambiantes circunstancias,
pacta con las fuerzas opositoras y llega al término de su
mandato bajo los efectos de un gran acuerdo marco. Entre
ambos extremos caben matices y diversos escenarios,
incluso la radicalización de las posturas oficialistas y
el sembradío del caos y del terror. Que no evitaría la
crisis, sino en desmedro de las posiciones del
oficialismo. De todos ellos, sin duda el que dicta la
racionalidad es el de avanzar hacia un acuerdo marco. ¿Lo
aceptará el presidente de la república? Depende de su
naturaleza. A juzgar por los datos de su comportamiento,
es mucho más probable que se niegue a recapacitar e
insista en un inútil e improductivo enfrentamiento. Tanto
peor para él.
La oposición ha de
estar preparada a todo evento: tanto a asumir las riendas
del gobierno en un caso de vacío de Poder y de grave
estado de excepción como a avanzar progresivamente hacia
la reconquista y copamiento de todos los espacios del
Poder de modo a alcanzar el 2012 en las mejores
condiciones. En este último caso, que reconocemos como
ideal, debiera preparar la unidad nacional para un
glamoroso éxito electoral en las elecciones parlamentarias
del 2010. Llevando a la Asamblea a la mejor representación
imaginable: los mejores intelectuales, gerentes y cuadros
políticos de dirección, llenos de juventud y de ideas.
Para volver a ocupar el capitolio con nuestros mejores
hombres. Ese parlamento debiera ser el ejemplo para la
región y el orgullo de la venezolanidad.
Dios quiera seguir
insistiendo en colaborar con nuestros hombres de buena
voluntad. Salir de este oprobio sin traumas ni
contrariedades sería un ejemplo de civilidad. A tal tarea
debiéramos avocarnos con todas nuestras fuerzas.
sanchez2000@cantv.net