A Carlos Blanco
Impresionan los paralelismos: cada día que pasa Chávez
se asemeja más y más al Pérez próximo a su
defenestramiento. Si bien las comparaciones son odiosas.
De estas sale muy mal parado el teniente coronel,
verdadero general en jefe del Apocalipsis a que nos
enfrentamos. Comparar los miles y miles de millones de
dólares malversados, dilapidados, regalados y
extraviados en los laberintos de la corruptela
gubernamental de esta Quinta República con los exangües
y escuálidos 17 millones de dólares que a Pérez le
costaran la presidencia de la república, el
enjuiciamiento y la cárcel es un verdadero despropósito.
Si Pérez terminó en Los Teques cocinándose sus arepitas
en un hornillo compartido con el policía Izaguirre,
¿dónde habrían de terminar Hugo Chávez y Diosdado
Cabello que no se asemeje a la cárcel de Sadam Hussein o
Milosevich?
Tampoco pueden compararse los pobres
ingresos de que disfrutó el gobierno de CAP II con los
seiscientos cincuenta mil millones de dólares de que ha
disfrutado el teniente coronel en estos nueve años.
Corresponden a la inaudita cifra de cincuenta veces la
cantidad acordada por los Estados Unidos a la arrasada
Alemania post hitleriana al término de la segunda guerra
mundial. Con sólo 13 mil millones de dólares, la
Alemania liberada pudo alzar el vuelo hasta convertirse
en la potencia industrial y financiera que es hoy, a la
cabeza del tercer emporio económico mundial, tras USA y
China.
Con esa cantidad – ¡cincuenta planes
Marshall! – cualquier gobierno medianamente
sensato hubiera podido resolver en estos largos nueve
años los graves problemas estructurales que nos aquejan:
montar un importante fondo de reservas como para
enfrentar los años de vacas flacas, potenciar el
desarrollo industrial del país, dotándolo de un red de
infraestructuras para situarlo al nivel de las potencias
regionales como Chile, Brasil o México y resolver los
cinco grandes males de nuestra vida como Nación: salud,
educación, vivienda, seguridad y desempleo. Si el Perú,
que no dispone de petróleo ni ingresos exorbitantes, ha
dado un salto cualitativo de la mano del presidente
Toledo hasta avanzar a los primeros lugares del
desarrollo en América Latina, ¿por qué no ha podido un
país que por poco se ahoga en su riqueza petrolera?
Y por eso y muchísimo más – presos
políticos, prepotencia, corrupción y sordera – Hugo
Chávez comienza a asomarse al mismo abismo en el que
cayera su odiado antagonista. Hoy, un escándalo tapa
otro escándalo. El estudiantado se alza contra los
abusos del régimen. El pueblo le vuelve la espalda. Los
medios lo aborrecen. Y las encuestas comienzan a mostrar
la verdad de la milanesa: de tres venezolanos, dos
quisieran librarse de él cuanto antes. Cómo y cuándo: he
allí el problema. Unos exigen que sea por la vía
electoral. Otros, mediante una gigantesca movilización
popular. Ni unos ni otros quieren caer en cuenta que del
cómo y del cuándo se ocupa la sabiduría de Dios, que es
la sabiduría de la historia. Por ello: a enfrentar las
elecciones con un ojo en las urnas y el otro en las
calles. Votar y movilizar, ganar gobernaciones y
alcaldías y apoderarse de las calles.
¿Quién dijo que las elecciones y la rebeldía
son caminos excluyentes? Comprender el próximo proceso
electoral en el marco de la grave crisis que vivimos y
prepararse para cualquier contingencia: he allí lo que
recomienda la sabiduría política. Honrémosla.