Leo un extraordinaria
artículo
de Milagros Socorro publicado este domingo en El
Nacional dedicado a auscultar esa grave enfermedad
colectiva llamado chavismo y sus dos más llamativas
peculiaridades: haber sido consciente y deliberadamente
provocada por los propios venezolanos, atacados de ese
mal de rabia llamado “revanchismo”, con todas sus
concomitancias: el rencor, el mesianismo y el uso de las
armas democráticas como boomerang para auto flagelarse.
Y su correlato, la ignorancia y la superstición de las
mayorías consistentes en creer que un pobre y miserable
teniente coronel golpista sin otros atributos que la
osadía, la verborrea y el desparpajo podía asumir la
conducción de una nación moderna y compleja como la
Venezuela legada por cuarenta años de democracia.
La conclusión es verdaderamente aterradora:
sin lograr la obscena complicidad de los electores –
rebajados a clientela aclamatoria – un régimen de tales
características no puede sobrevivir un segundo. Es la
expresión subdesarrollada de un muy peculiar fascismo
vernáculo. El alemán se sirvió del cebo nacionalista y
del antisemitismo secular en las culturas europeas. El
odio al judío y la complicidad de los alemanes en la
faena de exterminio. El venezolano: alimentar el rencor
de los desposeídos y el revanchismo de sus clases
medias, descontentas por la crisis estructural del
sistema y la pérdida de sus granjerías, para destruir
las propias bases socio-culturales. Todo ello adobado
con trasnochados ingredientes ideológicos. Y ridículas
aspiraciones mesiánicas.
La obvia consecuencia política de tan severo
e irrebatible diagnóstico es que de una enfermedad tan
profunda no se sale con un simple cambio de gobierno,
hecho imposible, por lo demás, ante los afanes
totalitarios de quien se tomó tan serio el encargo de
desbancar a los viejos liderazgos, que se cree
imprescindible per secula seculorum. Salir
de Chávez es muchísimo más complejo y delicado que la
imprescindible tarea de sacarlo del poder que usurpa. Es
salir del chavismo que nos emponzoña y que hace posible
un fenómeno tan calamitoso, ruin y vergonzante como ser
gobernados por un militarote ególatra y narcisista,
ignorante y fabulador. Dispuesto a devastar material y
espiritualmente a nuestro país en aras de su delirante
ambición política. El propio desastre.
Sorprende que los actuales liderazgos
políticos cierren los ojos ante una enfermedad tan grave
y de tan profundos alcances. Y crean
sinceramente que basta con depositar una papeleta para
que el mal se cure como por arte de magia. Sin acompañar
sus campañas ni siquiera de una mínima mención a los
valores, a la ética, a la renovación espiritual, sin los
cuales todo cambio no será más que un chapoteo en
nuestro propio detritus. Vivimos ese particular momento
en los desarrollo de una crisis terminal en que la
moral se convierte en un artículo de primera necesidad.
Hoy tan escasa en Venezuela, que su escandalosa ausencia
nos abruma.
Salir de Chávez y del chavismo,
erradicándolos de nuestras mentes y de nuestros
corazones. Esa, no otra es la tarea prioritaria que
enfrenta Venezuela.