espués
de 16 años transcurridos de dos feroces golpes de
Estado, fracasados más por impericia y cobardía de su
jefe máximo que por vocación destructiva, y de diez años
de gobierno crecientemente totalitario, no cabe duda de
que el teniente coronel no es que “mantiene su discurso
provocador, excluyente y polarizador”, como lo sostiene
en su editorial de hoy Teodoro Petkoff. Como si tal
discurso fuera de quita y pon, de mantenerlo y quitarlo.
Ya va siendo hora de que nuestro editor in partibus
arribe a la conclusión que se cae de maduro: no es que
Chávez mantenga tal discurso o lo retire, haga uso de él
ante eventos electorales o lo engavete para seducir
incautos. Por la vía de esa insólita creencia es que
alimenta la pusilanimidad y la apatía de una oposición
menguada, que recurre a criticarlo y a tenderle una
mano, a adelantar asomos de insurgencia y a sobarle el
lomo. A pretender derrotarlo y pedirle perdón por la
osadía.
Chávez no mantiene ese discurso como si estuviera en su
voluntad poder retirarlo: así resulte majadero volver a
señalarlo, Chávez ES provocador, ES excluyente y ES
polarizador. Esos tres son los máximos atributos de su
atrofiada personalidad. Psicopática, enfermiza y
trastocada. Y si lo dejan hacer a sus anchas terminará
no sólo por provocar y polarizar. Terminará por excluir
a esa mayoría ciudadana que ya está harta de tanta
incapacidad de gobierno, tanta corrupción y tanta
porquería. Y bastaría tomar plena conciencia del
gravísimo y casi irreparable daño que le ha causado a la
república y del crimen imperdonable de haberse
despilfarrado la friolera de setecientos cincuenta mil
millones de dólares - ¿dónde, en qué abismos cabe tanto
dinero junto? – para enfrentarlo seriamente y sacarlo
del poder que ejerce contra toda norma, violando a
diario su propia Constitución.
¿O cree Teodoro, y con él su cruzados mediáticos, que el
totalitarismo de Chávez es “cuestión de estilo”? ¿Qué
bastaría que retirara del discurso el acento provocador,
excluyente y polarizador para que las cosas volvieran a
su sitio?
No es el discurso. Son las obras. No son sus arrebatos
histéricos. Son sus ejecutorias. No es sólo él: son sus
secuaces. No es el teniente coronal y más nada. Son sus
instituciones. Si es por discursos podemos aplaudir los
de Russian, los de Luisa Estela Morales, los de Cilia
Flores. Son infinitamente más asordinados que los
vociferantes del teniente coronel. Lo que no quita que
todos ellos, incluidos los de la fiscal, la defensora
del pueblo y su Estado Mayor, sirvan a la provocación,
la exclusión y la polarización.
Es hora de llamar las cosas por su nombre y no caer
en triquiñuelas nominativas. Este régimen debe ser
combatido y enfrentado con hidalguía, coraje y
hombría. Para derrotarlo de una vez y para siempre.
Quien crea que los males del chavismo son de naturaleza
estrictamente estilística, está perdido. Quien asiente
sus esperanzas en el vaso medio lleno y denuncie a
quienes lo ven medio vacío, ha perdido la perspectiva.
Dios se compadezca de ellos.