De
la excelsa y muy variada fauna de personajes sin atributos
que han copado los altos cargos públicos del Estado
bolivariano sirviendo de manera perruna e incondicional al
teniente coronel, el más irrelevante, insignificante,
taciturno y despistado, mediocre, pusilánime y de
contornos más imprecisos e indefinidos es, sin lugar a
dudas, ese personaje deletéreo, difuso, transparente e
inasible llamado Clodosvaldo Russian. Si el apellido se
confunde con un sustantivo tan ominoso de llevar, como
rufián, el nombre es una verdadera incógnita. He intentado
encontrarlo en el santoral, hojeado en la Biblia, visitado
Wikipedia, hurgado en los entresijos de Google y en todos
mis diccionarios y enciclopedias, de las que poseo una
extensa y rica colección, desde la afamada Brockhaus
alemana hasta la Británica en una edición que fue la
consulta obligada de Jorge Luis Borges, y no aparece
Clodosvaldo alguno. En Google, una de las mejores guías de
consulta de la actualidad, figuran más de 10 páginas
dedicadas a tal nombre, inexorablemente vinculado al
apellido Russian. Varias centenas de entradas dedicadas
casi exclusivamente a relatar la única proeza con la que
se le conocerá a la hora de su último suspiro: inhabilitar
a varias centenas de opositores por orden del presidente
de la república. Encuéntranse Clodoaldos, Clodoveos,
Clodomiros. Merovingios fundadores de estirpes, santos,
compositores de fados y jugadores de fútbol que rondan el
inefable nominativo de nuestro contralor moral. Estoy
tentado a pensar que Clodosvaldo hay sólo uno, es
venezolano, de origen posiblemente eslavo, albino como una
cucaracha de panadería y tan difuminado y levítico que
pareciera un fantasma de la saga hollywoodense de sus
famosos cazadores.
El Russian nos da más luces acerca de la genética política
del funcionario melancólico e inexpresivo que esconde su
nadería detrás de la nada de su atribulada figura. Es el
adjetivo, por lo menos en inglés, de la nacionalidad rusa.
Posiblemente el único aporte del vasto imperio zarista al
socialismo del siglo XXI. Una larva mongol en la
avinagrada leche del PSUV. Un mosco transiberiano a la
orden de escarbar las deposiciones del teniente coronel y
leerle su futuro, ayudándole a apartar a quienes le
estorben la digestión. Por ahora dos centenas y media de
opositores que amenazan y congestionan sus humores. A eso
vino a dar el otrora militante del PCV, hoy atornillado en
un cargo de altísimo salario con la única y exclusiva
función de limpiar el escusado principal del palacio de
Miraflores.
Será tristemente famoso por haber cerrado los ojos ante el
robo más descomunal de dineros de Nación alguna en el
mundo – la única ejecutoria que le hubiera dado sentido a
su cargo -, mientras llenaba diez años de funcionarato
escogiendo los nombres de aquellos enemigos de su amo a
los que había que apartar de toda competencia, para
facilitarle sus iniquidades.
Pobre Clodosvaldo: el alcahuete mayor de un lenocinio sin
nombre.
sanchez2000@cantv.net