Niña que tejes la blanca tela
Niña que tejes en tu telar
Bórdame el mapa de Venezuela
Y un pañuelito para llorar
1
Que me perdonen unos y otros: al parecer los
candidatos chavistas y los candidatos opositores son de
una misma estirpe, por no decir ralea. Una gota de agua
a otra gota de agua. Su conformación espiritual, sus
dosis de mezquindad, su desinterés por la patria
malherida no se diferencia aparentemente en muchos
grados Celsius o en muchos grados de latitud. A la hora
de darle cauce a sus intereses no miran más allá de sus
personales ambiciones. Venezuela pareciera ser una
abstracción metafísica, una metáfora histórica de himnos
y efemérides sin sentido. Y como no entienden de
filosofía ni saben de historia, a desconocerla como a
una mala madre. Precisamente a ella, que es la más
solícita de todas las madres de por estos andurriales,
pues suele enfrentar la crianza y derechura de sus hijos
sin ninguna asistencia. Como bien lo sabemos y no hay
quien pueda ocultarlo: los padres, esos mismos
candidatos, andan demasiado ocupados en sus asuntos
privados. Precisamente: candidateándose.
No es del caso hablar del capataz que los
arrea. Los del chavismo acarreados por su teniente
coronel con ensalmos, látigo y zanahoria. Sin otro
incentivo que ponerlos “donde haiga”, el máximo interés
de la política vernácula desde tiempos inmemoriales. Un
militar mandón y desaforado, como de cuento de los
hermanos Grimm. Que ver a esos liliputanos con
franelitas rojas y boinitas coloradas postrándose ante
el Gulliver que los alimenta y zahiere como a
despreciables criaturas es digno de una narración
medieval de brujas y dragones.
Es la única ventaja de la canalla
candidatural rojo rojita: por más que se alebreste e
incomode, grite y se esfuerce tratando de imponer sus
estrechos criterios, el gigantón de las faltriqueras de
siete leguas los tiene precisados: si no se pliegan, no
hay real. Si obedecen: 4x4, unas tierritas y un cargo
público. Si se alebrestan, los castiga con la
indigencia, se los come de una zampada o los aplasta
como a cucarachas. Por ahora, que si por él fuera ya
tendría a Manuitt y a Luis Tascón pudriéndose en sus
mazmorras. De modo que las veleidades democráticas – si
es que a la indisciplina y al bochinche se la puede
calificar de tal – duran entre los aspirantes chavistas
a lo que un eructo de Acosta Carlés.
De este lado la cosa es infinitamente más
compleja: también como allí el máximo atractivo para
postularse es acercarse al panal de rica miel y hacerse
con qué. Los que ya estuvieron, para seguir estando. Los
que se van, dejando a sus mujeres, padres, abuelos o
hermanos mientras saltan del trapecio político y
ascienden de alcaldes a gobernadores. Los que vendrán,
agazapados acerando sus cuchillos para degollar al
competidor más cercano o al partido vecino.
Encontrándose en las inhabilitaciones con un favor
adicional puesto a la orden por el gendarme innecesario.
Y como estas huestes carecen de general en jefe, no hay
quien imponga el orden. Que ya lo dijimos. Hablarles de
la patria, de la alta responsabilidad ante la historia,
de la necesidad de cuidar a Venezuela como a la más
preciada de nuestras joyas es vano y fútil intento.
Así nos va. Así le va a la patria:
desgarrada por quienes jalan de un lado y del otro. Y
después se quejan de verla descuartizada.
2
En El círculo de tiza
caucasiano el dramaturgo alemán Bertolt Brecht
lo refiere mediante una maravillosa parábola, angustiado
como estaba por las disensiones en el seno de la
oposición al nazismo. Puesto un juez caucasiano ante el
dilema de decidir la auténtica maternidad de un bebé
reclamado simultáneamente por dos celosas y desesperadas
madres – una, la noble progenitora que lo abandonara en
medio de la guerra, otra la criada, que se sacrifica por
mantenerlo con vida - , traza un círculo en el piso,
deja al bebé en su centro y les ordena a ambas
reclamantes jalar cada una de uno de sendos bracitos.
Quien se quede con el pedazo más grande, podrá llevarse
el resto.
Sabe el juez de inmediato cuál de las
querellantes es la que lo merece: la criada, que se
indigna por la propuesta y le cede bañada en lágrimas el
bebé a su contrincante. Prefiere perderlo antes que
hacerle daño. Expediente más salomónico para decidir de
una querella que el empleado por el buen Juez brechtiano,
imposible. Sólo quien ama auténticamente a un bien
preciado, está dispuesto a cederlo. Y merece, por ello
conservarlo.
¿Será el que deberá usar la oposición para
dirimir sus querellas y acordarse en torno a un
candidato único en todas las alcaldías y gobernaciones
del país? ¿O enceguecidos por la más estúpida de las
ambiciones nos veremos ahogados en candidatos
compitiendo con sus propios compañeros por una derrota
segura? ¿Le daremos de esa guisa el gusto al teniente
coronel para que siga descuartizando a la pobre
Venezuela, esquilmada a estas alturas como una vaca
vieja y derrengada, ya sin cuartos traseros, coja y
trajinada?
Es la historia que me viene a la mente
cuando me entero de las inmensas dificultades que
encuentran los partidos opositores por concertar sus
pareceres. Precisamente de aquellos que, como en la
parábola brechtiana, tendrían el más auténtico derecho a
reclamar la administración de nuestra cosa pública ante
la escandalosa catástrofe provocada por quienes no
tienen otro interés que mantenerse en sus cargos para
entronizarse de por vida y seguir esquilmando,
ofendiendo y humillando a Venezuela. Los máximos
dirigentes nacionales y regionales de la oposición
suelen reunirse a menudo, aunque en torno a una mesa de
discusión nada edificante. Encandilados por sus afanes,
nadie atiende al interés general, a la supremacía de la
Nación por sobre toda otra consideración. Como en un
juego infantil intercambian sus barajitas sin conciencia
del desgaste a que someten al país atónito: te doy tres
barajita en El Táchira, pero tú me entregas dos en
Mérida. Y así, en este absurdo y estúpido juego de
espejismos. En eso se la pasan: PJ apoya a AD pero COPEI
no apoya a PJ si PJ desconoce a UNT y la Causa R a AD.
Una ruleta rusa.
3
La inconciencia de los liderazgos
opositores, con las debidas excepciones que es del caso
resaltar, contrasta con las inmensas potencialidades que
se le abren ante el fracaso manifiesto del régimen y la
irreparable pérdida de popularidad que enfrenta. Desde
el 6 de diciembre del 2006 Chávez no ha tenido más que
grandes derrotas y estrepitosos fracasos. Ha debido
recular en todas las ofensivas que ha intentado, de las
cuales el llamado “curriculazo”, la promulgación e
inmediata derogación de la ley Sapo y el llamado a
deponer las armas a sus aliados de las FARC no son más
que las más notables demostraciones.
Chávez está objetivamente a la defensiva,
asediado por los problemas económicos y sociales,
aislado internacionalmente, amenazado de muerte por las
revelaciones de Raúl Reyes y cubierto de escándalos de
corrupción e ingerencia en asuntos internos de otras
naciones, como quedará muy pronto una vez más de
manifiesto, cuando se reinicie el juicio de La Florida
por el caso de la maleta.
Su partido no ha terminado de arrancar y ya
está consumido por las disensiones, las rebeldías y los
enfrentamientos entre grupos antagónicos. Su alianza
está resquebrajada. Y su popularidad cuestionada por una
inflación sin precedentes. Todo ello a pesar del record
histórico del precio del petróleo y la desaforada
entrada de recursos.
Sería, pues, el momento ideal para que los
partidos opositores comprendieran la envergadura del
desafío que enfrentan y posponiendo toda mezquindad
antepusieran el amor a la patria y la vocación de
grandeza para unirse tras candidatos únicos y programas
de consenso en todas las regiones del país. No hay
justificación alguna para perder las gobernaciones de
Miranda, Carabobo, Bolívar, Falcón, Lara, Mérida,
Táchira Zulia y la Alcaldía Mayor, entre otros estados
claves. Tampoco la hay para no recuperar la mayoría de
las alcaldías.
El 24 de Noviembre, el mapa político de
Venezuela debiera amanecer pintado de esperanza, mirando
al futuro y anunciando el amanecer de un tiempo nuevo.
Ante una perspectiva de tal grandeza histórica, nada
importa el nombre de nuestros combatientes y el partido
a que pertenezcan. No deben tener otra identidad que la
venezolana, otro ideal que la libertad, otra promesa que
contribuir a construir la prosperidad, el progreso y la
justicia para todos.
Todos, de consuno, debiéramos presionar a
partidos, líderes y organizaciones a responder al
llamado de la Patria. A ceder tanto como les sea posible
y a dar tanto como Dios lo demande. En juego no está el
destino de nadie en particular, sino el de Venezuela. El
triunfador del 23N no serán hombres ni partidos: será la
Nación toda. Es hora de iniciar la magnífica aventura de
nuestra historia y abrirse al futuro. Quienes
obstaculicen la marcha de la libertad y del progreso no
tendrán cómo pagarlo. Se los cobraremos.