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cerco se cierra peligrosamente, afectando ya no sólo al
presidente de la república, sino al país todo. Hugo
Chávez ha satisfecho los peores augurios: se hunde en
el abismo arrastrándonos a todos consigo. Guardando las
debidas distancias, provoca pensar en Hitler, quien
decidió que si los alemanes no eran capaces de dar la
vida por su proyecto nacionalsocialista, así fuera la
representación del Apocalípsis, mejor sería que fueran
arrasados de la faz del planeta. Estuvieron a un tris de
serlo. Si se salvaron no fue por el Führer, quien
enloquecido anteponía sus delirios a toda consideración
moral. Fue gracias a la acción de los aliados, que
supieron diferenciar entre las locuras del psicópata
austriaco y un pueblo engañado por sus delirios.
Salieron de Hitler y auxiliaron a la Alemania vencida
con la mayor asistencia financiera conocida hasta
entonces en la historia, el Plan Marshall.
La velocidad con que se estrecha el cerco
internacional es verdaderamente aterradora. Hace apenas
unos meses se iniciaba la “Operación Antonini”, una
estocada a fondo del sistema judicial norteamericano que
prometía una radiografía exhaustiva de los nexos de
corrupción e ingerencia en los asuntos de la región por
parte de Hugo Chávez.. Ingenuamente asesorado, Chávez
respondió con la “operación humanitaria”, pretendiendo
ganar puntos en su deteriorada imagen internacional. Al
lamentable fracaso de esa rocambolesca operación que lo
hundió aún más en el descrédito siguieron otros dos
movimientos letales: la ofensiva del Zar antidrogas y
los señalamientos del jefe del Comando Sur. Los Estados
Unidos parecían dispuestos a soltar todos sus mastines
contra el atribulado gobierno del presidente Chávez,
preso él mismo de un derrumbe en caída libre. E incapaz
de afrontar un conflicto internacional de primera
magnitud.
No se ha recuperado el gobierno de ninguna
de esas ofensivas todavía en curso, acorralado como se
encuentra por la montaña de errores, ineficiencia,
torpezas y niñerías cometidas en nueve años de anarquía
e irresponsabilidad absolutas, y se desata este
verdadero tsunami de efectos devastadores puesto en
acción por la Exxon Mobil. Las medidas
cautelares obtenidas en tribunales de Inglaterra,
Holanda y los Estados Unidos suponen una amenaza cierta
a la yugular de nuestra sobrevivencia como nación
independiente. Un cuchillo en la aorta. Una estocada en
el corazón. ¿Qué es Chávez sin petróleo?
Hugo Chávez no tiene la más mínima capacidad
intelectual, material y operativa como para enfrentar
con éxito el desastre que se cierne sobre su cabeza.
Como bien lo señala en un reciente artículo su ex asesor
Heinz Dieterich, no tiene otra alternativa que sacudirse
las telarañas ideológicas que le obnubilan la mente,
deslastrarse de esa cáfila de ineptos, corruptos y
fanáticos que le rodean – de entre quienes, salvo
posiblemente Vielma Mora, no se salva absolutamente
nadie – y pedir auxilio. La propuesta de Dieterich no
deja de ser razonable, pero es imposible de cumplir:
convocar a los sinceros y desinteresados revolucionarios
del mundo para que acudan a ponerle el hombro al
chavismo en desbandada. Que en Venezuela, no hay con
quien contar.
La otra, perfectamente posible y adelantada
por algunas mentes lúcidas, como la de Rafael Poleo,
encontrará la ceguera, la indiferencia y el odio de un
sujeto mentalmente al borde del abismo: sentarse a la
mesa con la oposición y adelantar con urgencia que no
admite demoras un plan de emergencia nacional. Echando
por la borda toda la podrida parafernalia del socialismo
del siglo XXI y las estupideces del proceso.
Hitler no fue capaz de comprender el abismo
al que caía. Y luchó contra el destino hasta que no le
quedó otra salida que un disparo en la sien. ¿Cuál será
la actitud de Chávez ante el desastre?
Sería bueno preguntárselo a voz en cuello.
En juego está la patria. Urge una respuesta.