Contra la posibilidad de verlo soltar la
liana de la OEA para guindarse en la de La Moneda se
confabulan todos los factores. En primer lugar, el signo
de los tiempos. Visto desde una perspectiva
macropolítica América Latina se despierta de la
siniestra ensoñación bolivariana, que arrastrara tras
suyo los despojos de una izquierda democrática que se ha
negado a ponerse a pie firme junto a los demócratas
venezolanos, abusando de esa mezcla de ingenuidad y
pillería con que el teniente coronel Hugo Chávez ha
comprado las conciencias del centrismo democrático de un
Lula o de una Michelle Bachelet. Los Kirchner son harina
de otro costal: simples mafiosos del peronismo más
decadente, prontos a hacerse con parte sustancial de los
obsequiosos regalos castro-chavistas. América Latina
gira hacia la centro-derecha. Chile, de primero.
Ese es el primer factor que conspira contra
las delirantes y desmedidas ambiciones de José Miguel
Insulza de hacerse con la presidencia de Chile. El
segundo factor, apenas advertido en Chile, que suele
vivir con los ojos pegados a su ombligo, es la pésima
gestión del ex socialcristiano virado a la
socialdemocracia al frente de la Secretaría General de
la OEA. Utilizada como mero trampolín para anidar sus
ambiciones presidenciales, urdir sus contactos y
preparar el financiamiento para una onerosa campaña
política. No otra es la explicación de la obscena
obsecuencia con que ha tratado las sistemáticas y
reiteradas violaciones del régimen chavista a la Carta
Democrática de la OEA. Hoy una vez más reiteradas con su
proyecto de enmienda constitucional. La chequera de
Chávez lo llevó a la Secretaría General. Que esta vez se
olvide de la esperanza de contar con la petro-chequera
venezolana. Esos tiempos pasaron de un día al otro al
definitivo olvido. Y hasta puede que cuando dichas
elecciones se celebren Chávez haya perdido el respaldo
con que aún cuenta. La crisis socio política que
sacudirá a Venezuela el año 2009 será de órdago.
Pero de todos los factores que impedirán que
sea el próximo presidente de Chile están los internos:
1) un mediocre gobierno socialista, que ha dejado mucho
que desear; 2) las más que legítimas aspiraciones de la
democracia cristiana por regresar a la presidencia, esta
vez de la mano de Eduardo Frei Ruiz Tagle:3) y last
but not least la crisis interna del Partido
Socialista. Lagos no podrá soldar lo que la historia se
empecina en dividir: el radicalismo impenitente de un
importante sector del PS, la influencia de Castro y
Chávez sobre los cabeza caliente del socialismo chileno.
Insulza, quien impidiera de la mano de la derecha
chilena que Pinochet fuera finalmente juzgado y
condenado en Londres, en Madrid o en Santiago de Chile
es intrínsecamente incapaz de expresar a la totalidad
del socialismo chileno. Y si el ala radical lo
desprecia, la nueva socialdemocracia que busca nuevos
rumbos de la mano de Jorge Schaulsohn o Francisco Flores
lo detesta.
La principal preocupación de la Concertación
es no perder el tren de la historia. Se aferrará a su
último furgón de cola, Eduardo Frei. Lo más probable es
que también fracase. Y el próximo presidente de Chile
sea Sebastián Piñera, el candidato de la centro derecha.
Puede escribirlo. Es el signo de los tiempos.