Jamás
imaginó Robert Mugabe, nacido hace 84 años y presidente
pretendidamente vitalicio de Zimbabwe desde 1980, que su
eternidad política tendría un dramático final. Seguro de
ganar otras elecciones más, de las tantas amañadas que le
permitieran al viejo soldado y político sortear todos los
escollos preparándose a gobernar hasta el fin de sus días,
dejándole luego de su muerte el cargo a alguno de sus
herederos, ha terminado por llevarse una descomunal
sorpresa. Las ha perdido. Como bien diría el filósofo de
la salsa Héctor Lavoe, “todo tiene su final, nada dura
para siempre”. Resuena la apostilla de Rubén Blades: "la
vida nos da sorpresas, sorpresas nos da la vida”.
No está de más reproducir textualmente el perfil de Mugabe
reseñado por Michael Wines para The New York Times:
“Robert Gabriel Mugabe (Kutama, 21 de febrero de 1924),
político y militar zimbabueño, es el jefe de gobierno de
Zimbabwe desde 1980, primero en hacerlo con el título de
primer ministro y en la actualidad como presidente
ejecutivo. Debido a las desacertadas medidas económicas y
sociales impuestas por este gobierno, y a la enorme
corrupción que existe en este país, actualmente la
esperanza de vida ha bajado a los 36 años, la mortalidad
infantil hasta los 10 años es de un 650 por mil, y la
inflación se calcula en un 10.000% anual (The New York
Times). Para redondear la situación, actualmente la tasa
de paro ronda el 80% de la población adulta. Las medidas
del gobierno han consistido en la regulación máxima de los
precios, lo que ha llevado al cierre de más empresas, y a
la detención, multa o encarcelamiento de más de 4.000
empresarios.” Todo parecido con personajes reales o
ficticios no es pura coincidencia.
Este déspota africano, quien coqueteara con su propia
versión del socialismo del siglo XX y estuviera tentado de
imponer una dictadura de corte marxista leninista en el
atormentado país de sus aventuras, de ser zambo y no negro
retinto seria el gobernante más cercano y parecido al
teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías. De semejante
origen - soldado y cuartelero - dotado de un poderoso
apéndice bucal, decidió cortar por lo sano e imponer su
autocracia con visos de eternidad. En el otro extremo de
la determinación genética, no ocultó su admiración por
Adolf Hitler calcándole su gran signo distintivo: un
moscardón de bigote mantenido cuidadosamente en los
estrictos límites de sus fosas nasales. Y un rostro de
ébano cortado al más prusiano de los influjos. El clásico
Tonton Macoute: tribal, caudillesco, militarista y
represivo.
Que Chávez se vea en el feo espejo de Mugabe. Si el
canibalismo político tan cercano al corazón de las
tinieblas que caracterizó sus siniestras ejecutorias no
pudo con el implacable signo de los tiempos, ¿por qué se
libraría Hugo Chávez de sufrir otro revés, peor y de mayor
impacto aún que el sufrido el 2 de diciembre pasado? Que
no tiente a los demonios. Mugabe podría estar esperándolo
en la bajadita.
sanchez2000@cantv.net