Quisiera
uno no aprovecharse de la circunstancia y hacer leña del
árbol caído: que se sigan hundiendo solitos. Hasta que
asomen sus manitas ensortijadas pidiendo auxilio. Que de
este naufragio del Titanic bolivariano en el que ya
chapotean no los salva nadie. Ni nadie hace asomos de
tenderles una mano. Inútil todo S.O.S. Dentro de poco no
sólo el PPT y el PCV: también Rafael Correa, Evo Morales y
Daniel Ortega harán como quien oye llover. Al que se labró
tan prolijamente su propia desgracia nadie socorre. La
Kirchner, tanguera hasta en sus discursos de mala muerte,
lo sabe mejor que nadie. Cuando se va “cuesta abajo en la
rodada” “el mundo sigue andando”.
La pantomima de ayer en la sedicente “asamblea nacional”,
el más espurio e ilegítimo cónclave jamás montado en la
Venezuela republicana, dio una terrible, una lamentable,
una patética pena ajena. Como las declaraciones de un
intelectual que hiciera sus pinitos en la Cuarta,
alcanzara notoriedad animando saraos de la Izquierda Real
y pretendiera asustar incautos en los comienzos de este
guirigay nacionalista y patriotero, cuando el brujo de la
manada prometiera montar el más gigantesco caldero de
nuestra historia y freír las cabezas de cuanto demócrata
se le atravesara por entre las piernas de sus caballerías.
Creyendo que un tabernero de cuartel podía medirse con las
hazañas del heroico José Antonio Páez.
Cuando unos funambulescos y zarrapastrosos tribunos
rojo-rojitos afirmaron, sin que se les cayeran los
pantalones, que la operación Jaque era una patraña y que
en verdad fueron las FARC, en un supremo gesto
humanitario, quienes “liberaron a sus rehenes”, no pude
menos que recordar aquel poema de Bertolt Brecht – el
inefable capitán Acab de la Quinta debe conocerlo – cuando
recuerda que “la lluvia cae de arriba hacia abajo”. La
Sra. Iris Varela, revolucionaria hasta en sus percepciones
meteorológicas, ha afirmado ayer – ¡eureka! – que la
lluvia brota de las piedras y desafiando la ley de
gravedad sube de abajo hacia arriba. ¡Qué lástima! Si no
se ofendiera a tanto sufriente del síndrome de Down –
verdaderos ángeles que nos regala Dios, como dijese el
noble padre de uno de ellos, el gran filósofo español José
Luis Aranguren – provocaría considerarlos verdaderos
minusválidos mentales. Desgracia que no lo sean. Si así
fuese carecían del rencor y la maldad que les carcome el
pobre espíritu.
Se descascara la máscara socialista del régimen y queda al
desnudo la banalidad del mal, como decía Hannah Arendt. La
pura y simple estupidez de los memos. Caídas sus púrpuras
vestiduras muestran el tripero: la inmensa pequeñez de su
incultura, la cruda realidad de sus prejuicios, la
estupidez de sus pareceres. Ya corren a encontrar refugio
quienes despiertan espantados de la gangrena moral que
prohijaran. ¿Con qué cara enfrentarán el futuro? ¿Qué
justificaciones encontrarán a sus iniquidades?
Para intentar un rescate de último minuto, el caudillo
abjura hoy de lo que juró ayer. Corre a vestirse sus
estropeadas alitas de carnaval. Y como tal operación de
sacrilegio requiere una santificación, así sea espuria, se
inventa una iglesia ad hoc. Sólo le faltaba Rasputín. Ya
andan sus acólitos exhumando cadáveres y convocando a
paleros cubanos para que le hagan el servicio. A ver si
las uñas de Bolívar y las muelas de Ezequiel Zamora,
molidas en el mortero del culto al pasado, pueden salvarlo
de la debacle.
Vano intento. Se desmoronará como una momia puesta
súbitamente en contacto con el aire. Que Dios los agarre a
él y a su iglesia reformada confesados.
sanchez2000@cantv.net