a
jornada vivida este 4 de febrero en contra de las
narcoguerrillas colombianas, representadas de manera
arquetípica por las FARC, sólo comparable con las
jornadas que sacudieran al mundo hace cuarenta años
movilizando a la juventud en contra de la guerra de
Vietnam, pasará a la historia como el despertar de la
conciencia planetaria en contra del mal del nuevo siglo:
el terrorismo.
Desde Japón hasta Australia, desde Caracas a
Madrid, desde Roma hasta Bogotá la opinión pública
universal se ha visto conmovida por el entusiasmo, el
calor, la juventud y la conciencia ciudadana militante y
combativa de quienes, dejando de lado banderías
políticas, razas y clases sociales se unieron en contra
de esa lacra de la segunda mitad del siglo XX
latinoamericano heredada en los comienzos de este nuevo
milenio.
Es el despertar del democratismo pacífico y
respetuoso de la institucionalidad que decide pasar a la
acción en defensa de la convivencia pacífica, el respeto
a los derechos humanos y el rechazo frontal y sin medias
tintas al terrorismo de las FARC. Pero es obvio que ese
rechazo al terrorismo por parte de los sectores más
concientes de la ciudadanía global, es perfectamente
extensible a todas las organizaciones terroristas del
mundo, desde la ETA hasta Al Qaeda.
Mucho más significativo aún: la movilización
del 4-F del 2008 pasará a la historia como una campanada
contra los totalitarismos, las dictaduras, el
militarismo y todas las formas sucedáneas de represión
estatal perseguidas por esas organizaciones terroristas.
Y muy en particular por quienes, esgrimiendo la
hipocresía y la mentira – como bien lo señalara nuestro
líder estudiantil Yon Goycoechea – se esfuerzan en
darles respaldo político, económico, financiero e
incluso territorial tras fines inconfesables
enmascarados en insólitos afanes imperiales. Como es el
caso del gobierno del teniente coronel Hugo Chávez.
Que en plenas fiestas carnavalescas y cuando
el país se encuentra celebrando la alegría que gracias
al pasado 2 de diciembre comenzara a despuntar en
nuestra atribulada Venezuela se hayan reunido miles y
miles de caraqueños para escribir con sus cuerpos la
consigna universal NO MÁS FARC es una señal inequívoca
de los nuevos tiempos. Esa fecha, que hasta ayer fuera
aciaga y nefasta para nosotros, pues recuerda la peor
felonía cometida por militares venezolanos en toda su
historia, a partir de hoy tendrá un nuevo significado.
¿Quién hubiera creído hace un mes, cuando el
régimen montaba el circo de Villavicencio, que hoy el
mundo se levantaría a reclamar contra la crueldad, el
maquiavelismo y el ensañamiento de unas narcoguerrillas
a las que Hugo Chávez les lanzaba un desesperado
salvavidas? El tiro le ha salido por la culata. Puso de
moda a las FARC, pero contrariamente a lo esperado, para
hundirla definitivamente en el descrédito. Hay cruzadas
de vileza que no tienen remedio. Aquella fue una de
ellas.