1
Jamás refrán alguno tuvo más
vigencia: “de esos polvos salieron estos lodos”. Pues el
golpe de Estado del 4 de Febrero de 1992 empujaría a la
sociedad venezolana al abismo en que hoy se encuentra y
prefiguraría todos los horrores de esta verdadera tierra
arrasada en que Hugo Chávez, la camarilla militar de su
entorno y la izquierda golpista que les acompañan han
convertido a la que algún día el intrépido navegante
bautizara con el genérico de “tierra de gracia”. Desde ese
nefasto 4 de febrero que mañana se rememora, más valdría
llamarla “tierra de desgracias”.
Leo el imprescindible documento del entonces ministro de
la defensa general Fernando Ochoa Antich[1] y no puedo
menos que conmoverme por la magnitud y la profundidad de
la conspiración militar de un numeroso grupo de militares
traidores que protagonizaran el aciago golpe de estado del
4 de febrero de 1992. Precedida, como él mismo lo señala
en la introducción a su importante escrito, de una feroz
campaña mediática de descrédito contra el entonces
presidente constitucional Carlos Andrés Pérez y su
gobierno. Tal campaña, obvio es decirlo, fue acompañada de
un grave deterioro de la credibilidad democrática entre
los distintos sectores de la sociedad venezolana: es causa
y efecto de la profunda crisis moral, económica y política
que resquebrajara los cimientos del más importante
proyecto político de la Nación después de la
independencia: la construcción de una democracia moderna
en un país invertebrado, asolado por dictaduras, inestable
desde su propia gestación y víctima de caudillos,
militares y déspotas que protagonizaran la mayor cantidad
de insurrecciones, alzamientos y revoluciones imaginables.
Pues la grave felonía comandada por el actual presidente
de la república no se cumple en el vacío de una sociedad
desprevenida: corona graves desajustes económicos, serios
conflictos sociales y una desafección de los sectores más
ilustrados del país respecto de nuestras instituciones
democráticas y nuestro destino histórico. Será una mácula
indeleble en nuestra memoria reconocer entre los
promotores directos o indirectos del golpismo venezolano a
ilustres intelectuales – Arturo Uslar Pietri, Maiz
Vallenilla y Juan Liscano, entre muchos otros -,
importantes juristas – Ramón Escobar Salom -, políticos
fundacionales – Rafael Caldera –, directores de periódicos
– Alfredo Peña - y casi sin excepciones la élite
empresarial, mediática, intelectual y política del país.
Sin ese caldo de cultivo de la irresponsabilidad nacional
que dejara al descubierto las tripas de una democracia
decadente, sostenida fundamentalmente por los tributos del
ingreso petrolero y las granjerías acordadas a todos los
sectores nacionales, pero particularmente a las clases
medias y los sectores más acomodados del país por un dólar
a 4.30 – la más barata de las mercancías entonces en curso
– Hugo Chávez no hubiera podido dar su golpe de estado ni
muchísimo menos llegar a la presidencia de la república
para arrastrarnos al abismo.
Ha sido el instrumento, no la causa. Aunque terminaría
siendo el responsable directo de una década de desastres.
Los efectos de su insania apenas alcanzan nuestra
conciencia. Gracias a la imperdonable irresponsabilidad
nacional Venezuela ha sido convertida por una banda de
miserables comandada por un irremediable narcisista
sociopático en una tierra arrasada. Una grave herencia
para los que vendrán.
2
Pues este régimen tiene los días y las horas contadas. El
banal, mendaz y estrafalario repertorio de mañas, trucos y
tejemanejes con los que Hugo Chávez y su camarilla han
pretendido distorsionar la percepción de los venezolanos
respecto de su historia, su presente y su futuro ha
alcanzado ya su nivel de agotamiento. Las mentiras del
fabulador de Sabaneta no convencen – si es que alguna vez
la convencieron – ni a su madre. Se le agotó el cheque en
blanco de las esperanzas que le depositaran los pobres de
Venezuela. Su arsenal político está en bancarrota.
Esa es la primera constatación que dejan los resultados de
su derrota del 2 de diciembre. Sin duda considerablemente
mayor que aquella reconocida por el CNE y pactada con las
fuerzas opositoras, algunas de las cuales hasta estuvieron
dispuestas a reconocerle el triunfo mañosamente adelantado
a través de las agencias noticiosas a su servicio. No
faltaron los mercaderes de siempre, pretendiendo convencer
de la necesidad de dar por buenos los primeros resultados
para evitar males imaginarios. Sólo la firmeza
inquebrantable de algunos jóvenes dirigentes políticos y
la disposición a luchar con su vida manifestada entonces
por el movimiento estudiantil venció el tinglado de los
derrotados de siempre e impuso la verdad. Que el CNE se ha
negado hasta el día de hoy a darnos a conocer. ¿Cuál si no
esa certidumbre es la razón de tanto sospechoso
ocultamiento por parte de las autoridades del CNE, que
después de dos meses aún nos deben los resultados
definitivos?
A esa grave distorsión de la verdad y la lógica – alabar
como mar de la felicidad a una miserable isla torturada y
sometida, heroizando al criminal despótico y despiadado
que la somete; convertir en héroes a los asesinos que
siguieron sus órdenes en Puente Llaguno mientras encarcela
a quienes cumplían con su deber protegiendo una marcha
pacífica; acusar de golpistas, él el golpista mayor, a
inermes ciudadanos que jamás han pisado un cuartel;
robarle la señal y las antenas a un canal de televisión
esgrimiendo argumentos falaces y reclamando derechos
inexistentes; y así hasta culminar defendiendo a los más
despreciables terroristas de Occidente – le corresponde la
perversión del gentilicio. Ha desmoralizado, humillado y
pervertido el sentido de nación de un pueblo generoso,
alegre y desenfado, sumido desde hace nueve interminables
años en una auténtica neurosis colectiva.
Y ha venido a sembrar el odio, la división y la deslealtad
entre quienes supieron en el pasado estar unidos por sobre
clases y grupos, siempre del lado del más débil y
desprotegido. Cobijando a los perseguidos por las
dictaduras militares y sirviendo de asilo a los que
escapaban de guerras y conflictos. Para venir a
convertirnos en propulsores de dictaduras totalitarias.
Venezuela, desde aquella aciaga madrugada de hace 16 años,
es un país sometido a las más insoportables presiones
políticas y espirituales imaginables. Nos hemos enfermado
como Nación por efecto de las perversiones presidenciales.
Como bien lo señala Franzel Delgado Senior, quien ha
descrito todas estas aberraciones en función del carácter
narcisista y sociopático de quien nos desgobierna,
Venezuela no puede ser comprendida y analizada hoy sin el
concurso de la psiquiatría.
Así algunos funcionarios de rango menor de este gobierno
de iniquidades, abusos y violaciones pretendan prohibir
mencionar el alarmante nivel alcanzado por tales
aberraciones. La verdad, así les duela, los desenmascare y
los acorrale, tiene su hora. Ya está sonando.
3
Feliz coincidencia y señal de
los nuevos tiempos que se avecinan la de los demócratas
colombianos convocando este 4 de febrero a una marcha
mundial contra las FARC, después de Fidel Castro y el
castrismo los principales aliados del presidente de la
república y su régimen en nuestra región. Precisamente el
mismo día en que los venezolanos miramos al pasado con
horror y con angustia. Mientras tratamos de unirnos con
lucidez, inteligencia y desprendimiento en una cruzada
para liberarnos de la opresiva gestión del gobierno más
inoperante, ineficiente, corrupto y desalmado que recuerde
nuestra historia republicana.
La irracionalidad vociferante que ha dominado la vida
pública venezolana de esta última década ha querido
celebrar la cobarde felonía del martes 4 de febrero de
1992 como si se hubiera tratado de los fastos
fundacionales de una nueva república. Irrespetando a la
civilidad y deshonrando la institucionalidad militar, este
régimen de oprobios ha honrado a quienes quebrantaron un
juramento de honor a la bandera, a la patria y a la
constitución usurpando los bienes con que se había
provisto la república para defender su soberanía,
empleándolos en la destrucción de nuestra frágil tradición
democrática, asesinando personas y destruyendo preciados
bienes públicos y privados.
Si ese golpe cruento y destructivo pudo ser conjurado - en
gran medida gracias al coraje del entonces presidente
constitucional de Venezuela y a los todavía leales
sectores uniformados de unas fuerzas armadas en proceso de
desintegración - , no es menos cierto que sus efectos
fueron demoledores. Violando la más elemental lealtad con
nuestra institucionalidad, oportunistas políticos,
intelectuales irresponsables, comunicadores ambiciosos y
desconsiderados se confabularon para terminar de derribar
los muros de contención y abrirle los portones del Poder
al golpismo militarista, demagógico, caudillesco y
despótico representados en la figura del teniente coronel
Hugo Chávez y su camarilla, hoy gobernantes.
Recién ahora vienen muchos de esos mismos sectores y
personalidades civiles y uniformadas responsables de esta
década ominosa a comprender el gravísimo mal del que se
hicieron cómplices y gestores. El bloque dominante se
resquebraja en rechazo a la desmesurada ambición de Poder
del felón del 4 de febrero. Sus mejores compañeros le dan
la espalda. Otros incuban en las sombras la traición que
están prontos a cometer. Sus subordinados se enriquecen a
manos llenas conscientes de que el disfrute del poder se
agosta, vislumbrando en el más cercano horizonte el tiempo
del enjuiciamiento y la rendición de cuentas. No faltan
los que ya conocen el amargo despertar del ensueño y
prefieren la colaboración con la inclemente justicia
norteamericana a la que están sometidos que el cómplice
silencio de los culpables.
Chávez sabe que su oportunidad histórica ha agotado sus
plazos. Que su caída es inevitable. Y que el precio de su
salida será difícilmente negociable. Dado el carácter de
su desequilibrio emocional y el agotamiento de sus jugadas
políticas, lo espera un futuro nada halagüeño. Como bien
lo señalan todos los especialistas en la materia, el mejor
de los destinos imaginables es una espantosa soledad. Del
peor no queremos ni pensar. Mucho menos desearlo.
Son los Idus de este 4 de febrero, cuando ya doblan las
campanas.
--------------------------------------------------------------------------------
[1]
Fernando Ochoa Antich, Así se rindió Chávez, La
otra historia del 4 de febrero. Los Libros de El Nacional,
Caracas, 2007.
sanchez2000@cantv.net