“Chávez no va a salir del poder como no sea por la
fuerza,
aunque eso no quiere decir necesariamente mediante un
golpe militar”.
Manuel Caballero, La Nación, Buenos Aires, 23 de
marzo de 2008
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No es la primera vez que un destacado sector
de importantes personalidades de la sociedad civil
venezolana da un paso al frente para asumir el liderazgo
de la lucha opositora contra el régimen personalista,
militarista, autocrático y caudillesco del teniente
coronel Hugo Chávez Frías. Y muy posiblemente no será la
última. De todos los confines de la vida ciudadana en
que vive y vibra el anhelo por democracia y libertad
surgirán grupos representativos, sean ellos del
magisterio, de las universidades, de las academias, de
los centros vecinales, de las comunidades, de los
gremios sindicales y profesionales, de las iglesias.
Pasando por sobre los obstáculos de toda índole
impuestos por un régimen autoritario y represivo
asumirán el testigo de esta lucha libertaria que lleva
años de esfuerzos y combates. Todos esos grupos y
sectores confluirán muy pronto en un gran movimiento
ciudadano, con suficiente experiencia, organicidad,
cultura y coraje como para ponerle fin – y para siempre
– a las iniquidades y atropellos del régimen. Sin caer
en los ingenuos errores del pasado.
Tiene absoluta razón el presidente de la
república y su gigantesco aparato de amplificación
mediática cuando afirma que no volverá a ocurrir otro 11
de abril. Vale decir: los movimientos sociales, las
protestas y reclamos puntuales que ya crecen y se
multiplican por todo el extensos territorio nacional y
que en una marea incesante y continua terminarán por
acorralarlo no servirán de carne de cañón – como en
aquel aciago 11 de abril - para grupos de sediciosos y
oportunistas que irrespetando la acción popular
malversen y frustren la voluntad soberana. Pero se
equivoca si cree que su régimen está blindado contra el
descontento popular, la ira y la sed de justicia que
entonces se expresara en el más hermoso de los
movimientos insurreccionales jamás vividos por América
Latina. Estamos a las puertas de acontecimientos como
los que desembocaran en el glorioso 11 de abril del
2002. Lo ha dicho con decorosa lucidez el general Raúl
Isaías Baduel: “Nuestro
país está en una etapa previa a la insurrección
propiciada por el propio presidente Chávez. Por eso, la
situación es de cuidado.”
(El País
de Madrid, 28 de mayo de 2008). Exactamente como
sucediera en los albores del 11-A, cuando el teniente
coronel provocara el estallido social que lo aventara de
Miraflores. Olvida mencionar Baduel que fue él quien
frustró dicha insurrección popular, entronizando a quien
ya entonces merecía ser arrestado y enjuiciado por sus
violaciones a la constitución y su manifiesta traición a
los intereses nacionales.
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Por las mismas razones que entonces, la
salida más probable a este régimen no será ni electoral,
ni pacífica, ni consensuada. De ninguna manera porque la
oposición no respete y de manera sacrosanta tales
predicados y sea de un institucionalismo, de un
pacifismo y de un democratismo verdaderamente
conmovedor. Y de una paciencia bíblica. Sino porque
quienes se han enquistado en las altas instancias del
poder y controlan la vida de la república por medio de
la corrupción, el estupro y el crimen no tienen un
adarme de pacifismo, un gramo de democratismo, una pizca
de institucionalidad. ¿Cómo habría de tenerlas, si el
encargado de velar por dichos valores mediante la
presencia de la máxima autoridad uniformada – la de la
fuerza y la justa administración de la violencia para
resguardar la integridad y la institucionalidad de la
patria – muestra la vileza de acusar de “burros y
cobardes” a quienes permanecen leales al juramento
constitucional y persisten en su institucionalismo?
¿Cómo habría el gobierno de propiciar una salida
consensuada a la grave crisis que él mismo provoca a
diario, si ha llegado al extremo de ejercer lo que el
Manifiesto del 2D, con absoluta justicia, califica de “gobierno
de facto”?
Un Estado dirigido por un narcisista
sociopático, gravado con serios trastornos de
personalidad, violento, desleal y traidor por naturaleza
y carente de todo atisbo de auténtica simpatía,
compasión o solidaridad con sus semejantes – a los que
manipula, viola, corrompe y emplea para sus oscuros
fines y ambiciones terminando por liquidarlos como
bagazo cuando ya no sirven a sus propósitos - no puede
encontrar salidas consensuadas, pacíficas, electorales y
constitucionales a sus enfrentamientos. Provocados, por
cierto, por ese mismo personaje con el fin de aniquilar
todas las tradiciones democráticas y libertarias de la
nacionalidad. Y entronizarse de por vida al mando del
país, desconociendo y violando la decisión soberana del
2D.
Mucho menos puede el régimen encontrar
salidas consensuadas si además de tener por cabeza de
gobierno a un ser de tales características, está
controlado por quienes se le someten de la manera más
abyecta y despreciable: véase el caso del actual
ministro de la defensa, del ex fiscal general y del ex
vicepresidente de la república, arquetipos del “buen
funcionario” bolivariano. ¿Cómo habría de encontrar
salidas pacíficas y consensuadas un régimen con un
cuerpo deliberante como el que preside la Sra. Cilia
Flores, carente de toda representatividad y conformado
por la bastardía intelectual de la mayor mediocridad
jamás vista en la historia parlamentaria de la Nación?
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Por todo ello, lo más probable es que el
país continúe por la pendiente de la grave crisis de
gobernabilidad que comenzamos a sufrir y el régimen
sufra un deterioro creciente y se encamine hacia su
implosión. Lo más previsible es que esta crisis reviente
por un tumor generalizado, haciendo perentoria la
necesidad de cortar por lo sano, exigiendo la renuncia
del presidente de la república y el fin inmediato de su
corrompido gobierno para salvar la patria en el postrer
momento de su disolución.
Las fuerzas del régimen en creciente
descomposición pretenden cerrar los ojos ante tales
evidencias y saltan al abismo de la polarización, la
desestabilización, el caos, la desintegración y la
anarquía. Dirigidos por el más irresponsable de los
gobernantes jamás habido en nuestro país. No puede
esperarse de ellos otra cosa. Y tampoco faltan quienes,
en la oposición al actual estado de cosas, propugnan
una suerte de patético gradualismo, una recuperación
centímetro a centímetro de un país ya en estado
terminal, una reconquista de la sanidad física y moral
de una nación devastada. Según su parecer, y como por
encanto, el régimen despertaría un buen día arrinconado
en ese histórico 5% en el que invernó la izquierda real
que le diera vida durante cuarenta años y la democracia
restablecida como por arte de encantamiento. No es
extraño que quienes esperan tal acto de abracadabra
político provengan en su gran mayoría precisamente de
ese 5% histórico que le alfombró el ascenso al Poder.
Suelen ser auxiliados en esa tarea de ensoñación grupal
por quienes prefieren esperar a que el régimen muera de
inanición, se extinga por la propia fuerza de las cosas
de modo a poder madurar y prepararse para cuando les
suene su hora. Creen, y posiblemente de buena fe, que la
historia es un vagón de ferrocarril que puede esperar
pacientemente en el anden de sus esperanzas. Hasta que
tengan la suficiente fuerza y voluntad como para correr
a montarse en su furgón de cola.
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La verdad es que la decisión del presidente
de la república por desconocer el referéndum del 2D e
imponer los objetivos entonces rechazados por la
aplastante mayoría de la ciudadanía muestra el verdadero
talante de quien no ahorrará esfuerzos por imponernos su
autocracia totalitaria a troche y moche. Y si fuera
necesario: a sangre y fuego. Si alguna de las
instituciones del Estado mostrara la más mínima
autonomía a que le obliga la constitución, tal
gradualismo tendría suficientes fundamentos. La decisión
deshonrosa y vergonzante del tribunal supremo de
justicia avalando la inhabilitación de honorables
ciudadanos lograda mediante la violación de normas
constitucionales, para obstaculizar así el proceso
electoral y hacerlo saltar por los aires, demuestra de
la manera más fehaciente que este régimen no permitirá
la pérdida de su poder – ya usurpado mediante la
ilegitimidad de sus ejecutorias – por medios
electorales, pacíficos y consensuados.
De allí el imperativo categórico de no
alienarnos tras el espejismo gradualista y, sin rechazar
el capítulo de las próximas elecciones regionales,
actuar en todos los frentes. Fue exactamente lo que
planteamos antes del 2D, cuando llamamos a poner
un ojo en las urnas y el otro en la presión ciudadana.
Debemos golpear otra vez más el corazón de la estrategia
sediciosa y golpista del régimen fortaleciendo la
decisión de participar en el próximo proceso electoral –
única válvula de escape a las tremendas presiones de la
ciudadanía – con nuestros mejores candidatos, decidiendo
desde ahora mismo quienes vendrán a ocupar las
postulaciones de los inhabilitados. Pero sin
conformarnos pasivamente con asistir a tal proceso sino
exigiendo comicios limpios y transparentes. Y como tal
objetivo es inalcanzable bajo este régimen, montando un
poderoso aparato de control y seguimiento de las
distintas fases de dicho proceso y poniendo al país en
pie de guerra para defender los verdaderos resultados de
dichas elecciones. Impedir el fraude si se pretendiera
cometerlo y rechazarlo con la reunión de todas nuestras
fuerzas si el presidente de la república y su entorno
insisten en imponérnoslo violentamente. Es la obligación
estratégica que debemos asumir. Como ya la asumiéramos
el pasado 2D.
Todos los sectores sociales del país y muy
en particular los mayoritarios sectores institucionales
de nuestra Fuerza Armada Nacional, el estudiantado, la
iglesia, los partidos, los medios y la sociedad civil en
su conjunto, debemos organizarnos, unirnos y prepararnos
para los difíciles momentos que se avecinan. El
Movimiento 2 de Diciembre, Democracia y Libertad
constituye un frente social y unitario que debe
servir de factor aglutinante de todos estos esfuerzos.
Apoyando a los partidos políticos y a las distintas
organizaciones ciudadanas para que cumplan sus magnos
objetivos. Reconquistar nuestra democracia y nuestra
libertad debe ser su compromiso de honor. Debemos
respaldarlo.