2008 será el año de la
liberación de Venezuela. Solo será posible mediante un
cambio radical de la política nacional e internacional del
país. Se requiere la sustitución del régimen y, por
supuesto, la salida de quien lo dirige. Múltiples
manifestaciones de rechazo definitivo al socialismo del
siglo XXI refuerzan la convicción existente sobre el
agotamiento del actual ejercicio presidencial. El gobierno
es malo, muy malo. Incapaz de haber resuelto un solo
problema de los heredados en 1998, sin credenciales para
enseñar alguno que esté en vías de solución y, por el
contrario, ha sido factor determinante en la generación de
nuevos problemas y conflictos tanto o más graves que los
anteriores. No merece continuar, ni la nación merece más
tiempo de tanta ineficiencia, ignorancia y corrupción.
Hugo Chávez ha tenido las
máximas oportunidades para hacer y para corregir
exageraciones y múltiples disparates. Lamentablemente no ha
sido así. Infinitamente terco y encasillado en una estrecha
visión de la política y de la vida, no tiene capacidad de
rectificación y mucho menos, propósito de enmienda. Ha sido
y continuará siendo factor de inestabilidad interna y
externa. Sembrador de odios, recelos y resentimientos en
todos los planos de su actuación, además agente empobrecedor
comparable con los mayores destructores de la historia. Ya
no es confiable para ningún demócrata del planeta, mucho
menos para la oficialidad decente de la Fuerza Armada. El
soporte que le queda, aparte de los recursos financieros
derivados de un ingreso petrolero manejado en dirección
contraria al interés nacional, está en convenios abiertos y
encubiertos con los gobiernos y organizaciones más forajidas
del mundo. Particularmente del agradecido apoyo de los
apóstoles y corifeos, como diría Rómulo Betancourt, del
cartel narcoterrorista de las FARC con los cuales se ha
identificado ofreciéndoles respaldo activo y protección.
Irresponsable es quien no mide las consecuencias de lo que
hace y de lo que dice, mucho más cuando se es Presidente.
Las palabras pueden ser más dañinas que las mismas acciones.
Este es el caso de Hugo Chávez quien, tengo pocas dudas al
respecto, esta en el último trecho de su presidencia.
Pero los deseos no preñan. El
tipo será todo lo que hemos dicho y mucho más, pero también
es un luchador irresponsable, sin principios ni ética, capaz
de cualquier barbaridad. En consecuencia, quienes compartan
el objetivo deben trazar una clara y compartida estrategia
para alcanzarlo. No se necesita de acciones heroicas, ni
personas súper dotadas al frente de la lucha. Basta con
claridad de propósitos, generosidad personal y de grupo,
desprendimiento, coraje y el diseño de una gran causa
nacional con la que pueda identificarse el país entero.
Venezuela tiene proyectos, gente suficiente y liderazgo en
todos los sectores para triunfar. Falta la unidad, no
confundirla con unanimidad, y la decisión para las acciones
irreversibles.
oalvarez@telcel.net.ve