A Agustín Berríos, amigo y compañero
“En las grandes crisis,
el corazón se rompe o se curte”
Honoré De Balzac
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Toda crisis histórica permite una doble
lectura: la de auscultar y diagnosticar a fondo los
males que la generaron y la de adelantar, en base a ese
diagnóstico, los correctivos y las enmiendas necesarias
para superarla. Más aún: si dichas crisis han adquirido
la profundidad de la que ahora mismo nos aqueja, y han
revelado la gravedad que para la sobrevivencia de la
Nación, del conjunto social, de su vida política y de su
ciudadanía entrañan, constituyen el mejor aliciente para
enfrentarlas con lucidez, imaginación y coraje, tratando
de resolverlas de raíz. Es de esperar que en la
conciencia de los protagonistas de excepción de la grave
crisis que hoy sufrimos – nos referimos a las
dirigencias de todos los partidos políticos venezolanos
- primen las consideraciones morales y el sentimiento de
amor por la patria, por sobre toda otra mezquina y
secundaria consideración. La responsabilidad por el
futuro descansa, en primer lugar en sus manos. Que no lo
olviden. O la historia les pasará una muy pesada e
inolvidable factura.
Es el desafío que esta crisis histórico
existencial que arrastramos desde hace décadas e hiciera
metástasis bajo los desafueros del régimen imperante,
nos plantea a todos los venezolanos. Ponerle fin a este
régimen plagado de iniquidades, abusos y corruptelas que
ya constituyen parte de nuestra malformación genética,
en primer lugar; y tratar de reiniciar nuestra andadura
aplicando los profundos y definitivos correctivos que el
momento impone, en segundo lugar. Superar el pasado y
desde la resolución del presente construir el futuro.
Son dos tareas que deben cumplirse complementariamente y
en un mismo esfuerzo. Y deben iniciarse cuanto antes.
Así parezca una misión de inmensa envergadura y de muy
difícil resolución. Es inevitable asumirla. Lo cual
abarca los diversos órdenes de la vida nacional y
debiera provocar una profunda reforma política y moral.
Única forma de zafarnos de estas fatales determinaciones
y convertirnos en la sociedad y la república que los
tiempos exigen. Y nuestros herederos reclaman.
Ni siquiera se trata de una opción a
escoger. Es un imperativo político y moral. De allí la
necesidad de enfrentar dicha reforma, discutir sus
aspectos más esenciales y comenzar a actuar cuanto
antes. Y huelga decir que no se trata de una cuestión de
naturaleza electoral. Se trata de un giro en nuestra
cultura política, en nuestros hábitos y en nuestros
ideales. De entre los cuales los procesos electorales no
son más que un capítulo, por importante y definitorio
que sea. Se trata del proyecto del país que queremos. Se
trata de comenzar a actuar desde ahora mismo en todos
los órdenes de la vida pública para ir preparando las
condiciones de la transición hacia el futuro.
2
Todos los esfuerzos adelantados por la
sociedad civil durante los últimos siete años para
ponerle fin al régimen, consciente de los males que
entrañaba, fueron insuficientes. Chocaron contra
obstáculos objetivos y subjetivos. Tanto en el plano
interno, como en el plano internacional. Y precisamente,
cuando se creyó completado el ciclo de afianzamiento del
proyecto totalitario impulsado por los factores más
radicalizados del chavismo bajo la dirección del
presidente de la república y la asesoría personal de
Fidel Castro y sus leales, se produjo la cristalización
de tales condiciones objetivas y subjetivas: de pronto
la inmensa mayoría nacional y el mundo entero
comprendieron la gravedad de la crisis venezolana. Así
como su principal gestor y responsable. Y de su seno
surgieron las fuerzas capaces de ponerle punto final y
hacerse a la tarea de la reconstrucción nacional. Es el
inmenso, el inconmensurable significado de lo acontecido
durante el año 2007 y la trascendencia histórica de la
estratégica derrota inflingida a los afanes totalitarios
del presidente de la república por la ciudadanía
consciente de nuestro destino histórico el pasado 2 de
diciembre.
De allí el nuevo escenario político social
emergente. El práctico empate de las fuerzas sociales
que se enfrentaban ha sido roto, en primer lugar, por
los graves errores cometidos por el presidente de la
república, único, omnipotente y solitario líder del
proceso, que ha provocado sin quererlo la ruptura de su
alianza y la quiebra de su bloque social de respaldo.
Fue la consecuencia más notable del intento por
fracturar y someter a los partidos políticos que le
llevaron a la reelección en 3 de diciembre de 2006
imponiendo un partido único de claro sesgo totalitario,
así como por el cierre arbitrario y criminal de RCTV,
que provocó la conmoción de los sectores populares del
chavismo y su distanciamiento irreparable respecto del
caudillo. Coadyuvando a la emergencia del movimiento
estudiantil, que provisto de un nuevo lenguaje, una
nueva praxis y nuevos liderazgos tendió un puente de
concordia entre los distintos sectores de la sociedad
venezolana y apuntó hacia un futuro inmediato de
reconciliación nacional y reconstrucción del dañado
tejido socio-político venezolano. Las dos grandes e
inmediatas tareas del momento.
Todo hace presumir para este año que se
inicia un progresivo y acelerado deterioro del respaldo
social y político del régimen, así como una
recomposición asimismo acelerada del cuadro político
orgánico con que cuenta la oposición. Es la gran
encrucijada a la que se enfrentarán los partidos
políticos y que deberán resolver a la mayor brevedad
para solucionar exitosamente los desafíos inmediatos. De
los cuales el más inminente y de proyección estratégica
será el afrontar las elecciones de alcaldes y
gobernadores, que deberían terminar por acelerar el
proceso de transición y preparar las condiciones para la
construcción de la Venezuela del futuro.
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Del estudio de todos los procesos de
transición como el que enfrentamos actualmente se deriva
una enseñanza de inmensa importancia: los pueblos no
transitan desde regímenes autocráticos y dictatoriales
hacia la recomposición de sus tradiciones democráticas
ex nihilo, partiendo de cero. Muy por el contrario, lo
hacen apoyándose en las fuerzas políticas tradicionales.
Por desarticuladas que al momento se encuentren. En
España, se hizo de la mano de la centro derecha y la
centro izquierda representadas en el socialcristianismo
y la socialdemocracia. Aquel pasó del neo franquismo de
la UCD al Partido Popular. Éste, del Partido Socialista
histórico al PSOE. Acompañados de una recomposición del
Partido Comunista de España y la izquierda extrema
republicana. En el caso chileno, de la mano de la
Democracia Cristiana y las dos vertientes del socialismo
democrático chileno: el PS y el PPD. Flanqueados por la
derecha tradicional, reconvertida en función del nuevo
escenario político y del cuadro de realineamiento de
fuerzas a nivel global.
En Venezuela se contará muy probablemente
con un escenario semejante: la sociedad política se
reagrupará en torno a la centro derecha dotada de un
proyecto modernizador con un fuerte acento en la
renovación moral y ética de la política y un proyecto
económico liberal, acentuado en el abandono de prácticas
estatólatras y socializantes. El eje de articulación de
dicha centro derecha debiera estar representado en el
antiguo partido COPEI, renovado por la juventud que ha
asumido su conducción y conformado por una reunificación
de la familia social-cristiana. Es el proyecto que se
anticipa en la reconversión de su tradición bajo una
nueva bandería: el Partido Popular. El próximo 13 de
enero, con ocasión de la celebración de su 62
aniversario, vivirá COPEI una ocasión histórica como
para reafirmarse en ese su liderazgo político y moral,
motivo de su origen en los albores de nuestra
democracia, en cuya construcción jugara un papel
inestimable.
En cuanto a la centro izquierda, lo lógico y
deseable es que se rearticule en función de Acción
Democrática y se materialice asimismo en la
reunificación de todas las fuerzas socialdemócratas del
país. Una realidad que bien podría abarcar desde PODEMOS
y el MAS hasta UN NUEVO TIEMPO. Cabe asimismo que las
fuerzas políticas que se han desagregado del chavismo
democrático confluyan inicialmente en la conformación
del primer Partido Socialista de Venezuela, al que
podrían agregarse las fuerzas del MAS, del Teodorismo y
de los independientes de izquierda.
Si recuperado el latido histórico del país
comienzan a tener preeminencia los principios
doctrinales e ideológicos, cabe imaginar una
reunificación de las fuerzas de PJ con las del Partido
Popular. Así como un reencuentro de UNT con AD. Y la
conformación de un bloque socialista democrático en
torno a PODEMOS, el MAS, la Causa R, los ex líderes del
MIR y Bandera Roja.
El futuro del chavismo radical quedaría
entregado al decurso de los propios acontecimientos.
Tanto en Chile como en España, las fuerzas marxistas han
pasado a ocupar un papel absolutamente marginal. ¿Será
lo que le espera a las huestes que sigan fieles y leales
al Socialismo del Siglo XXI? ¿Retornar al 5% histórico?
4
En cualquier caso y yendo más allá de
este mero ejercicio hipotético, la historia de estos
últimos ocho años ha revelado la existencia de un vasto
sector social carente de representación política e
ideológica. Nos referimos a esos amplios sectores de una
clase media militante y combativa que se resisten a
encontrar acomodo en las filas de los partidos políticos
tradicionales. Tanto más importantes y de
trascendentales consecuencias futuras, cuanto que son
los sectores que han soportado la carga principal del
combate contra el totalitarismo durante sus distintas
fases.
Sería errado pretender encasillarlos bajo
los clásicos esquemas izquierda-derecha. Se trata de
sectores que apuestan a tres principios y valores
esenciales: la libertad, la modernidad y la decencia. Se
abre un inmenso campo de exploración política para
aquellas personalidades independientes que han ajustado
su comportamiento público y privado a esos estrictos
principios y cuya acción en el foro, en el
enfrentamiento ideológico, en la defensa de los valores
esenciales de la democracia, en la lucha de ideas y en
la disposición a sacrificar incluso sus propios
intereses personales por reivindicar el supremo interés
de la república ha estado más allá de toda sospecha.
Serán quienes inclinarán el fiel de la
balanza. E independientemente de que sus más destacadas
personalidades asuman tareas de conducción en los más
altos niveles de la vida pública – lo que, por cierto,
sería altamente recomendable - su voz y su ejemplo serán
definitorios a la hora de decidir nuestros destinos.
Constituyen la necesaria reserva estratégica para las
horas difíciles que muy posiblemente deberá enfrentar la
patria. Son nuestro reservorio moral.