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Como
lo ha sostenido convincente y reiteradamente Marcel
Granier, Presidente de RCTV, Hugo Chávez no tiene un solo
argumento constitucional para retirarle la concesión a
RCTV que no sea la imperiosa necesidad de coartar la
libertad de expresión e impedir que el pueblo venezolano
encuentre sus propias fuentes de diversión,
entretenimiento e información alternativos. Pues por
razones que escapan a su capacidad de entendimiento, dicho
canal mantiene una aplastante y mayoritaria preferencia en
los teleaudientes de los sectores populares del país. Los
mismos que, por razones económicas, no tienen acceso a
canales de cable y están obligados a optar por señales
abiertas. Prefiriendo a RCTV así formen parte de la
clientela electoral del chavismo. Lo que, naturalmente,
resulta intolerable para quien pretende imponerles un
pensamiento único. Sobre todo a la hora de las protestas
del propio chavismo: el pueblo chavista no tienen otro
canal de expresión que no sea RCTV. Cuestión grave a la
hora de pretender totalizar el Poder.
En efecto, RCTV
controla un segmento de la audiencia televisiva cinco
veces más poderoso que el de todos los canales que el
Estado, controlado por el gobierno, ha concentrado en sus
manos: Canal 8, Telesur, Vale TV y otros más de cuya
fantasmagórica existencia apenas se tiene noticia. El
pueblo llano, chavista u opositor, ve RCTV. El
pueblo llano no ve los canales del Estado, rebajados a
meras oficinas propagandísticas del régimen. Así lo
demuestran todas las encuestas y estudios de opinión
realizados al efecto.
Esa y ninguna otra
razón es la que ha llevado al presidente de la república
al convencimiento de la necesidad de impedir la existencia
de RCTV, para proceder luego y sistemáticamente a
neutralizar, silenciar o comprar los restantes canales
televisivos. Si bien tal trabajo de silenciamiento, compra
o castración ideológica está lo suficientemente avanzado:
de todos los canales existentes, sólo RCTV y Globovisión
mantienen una línea informativa auténticamente veraz e
independiente. Si bien suficientemente amortiguada por una
ley que impide desde su promulgación un auténtico y veraz
ejercicio informativo, sin cortapisas, manipulaciones ni
censuras. Que en Venezuela a la hora de hoy no existe.
Aún así: sólo esos dos canales intentan sobrevivir
manejando una información lo más veraz y objetiva que las
circunstancias políticas imperantes permiten. Todos los
restantes, incluido el canal Venevisión de Gustavo
Cisneros, se han sometido a los designios del régimen y
hoy arrastran una lánguida y patética existencia. Sin pena
ni gloria. Son un anticipo a color de la siesta
cuartelera con que el régimen pretende adormecer a la
nación. La catalepsia de que nos hablaba Mariano Picón
Salas refiriéndose a la dictadura de Gómez.
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A esas razones
esenciales no puede restarse el profundo rechazo personal
que el presidente de la república parece tenerle a Marcel
Granier, situado por cultura, educación y formación
intelectual y política en la antípoda de Hugo Chávez.
Reconocido como uno de los intelectos más lúcidos, uno de
los hombres públicos de más acerada moralidad y acrisolada
honradez en el universo opositor venezolano, Granier
constituye un viga en el ojo de quien no podría soportar
una medición cualitativa con quien, sin duda, posee la
talla para estar a la altura de regir los destinos de una
nación aventurada por los caminos de la modernidad. Y no
este campamento minero en manos del chavismo. Es una
contrafigura temible, que hay que silenciar a como de
lugar.
Esas, no otras son
las razones de este abuso de Poder que viola derechos
humanos fundamentales. No tiene precedentes en la historia
de América Latina. Salvo el protagonizado por la dupla
Fujimori-Montesinos sobre un canal independiente peruano.
Haberlo reconocido públicamente constituye un acto
imperdonable del actual Secretrio General de la OEA. Hugo
Chávez no lo dejará pasar: verá manera de vengarse de José
Miguel Insulza. Como de todos los medios internacionales
que se han solidarizado con el canal de Bárcenas, y las
numerosas ONG’s e instituciones vinculadas al observatorio
de la libertad de expresión en el mundo que hoy respaldan
a RCTV. Pocas causas venezolanas, en efecto, han suscitado
mayor atención y solidaridad en la opinión pública
internacional que la que lleva adelante con coraje, con
inteligencia y lucidez Marcel Granier.
Aún así: una causa
que toca a la esencia de la democracia, como el de la
libertad de expresión, no parece conmover a los gobiernos
de la región. Impensable, desde luego, que conmueva a
aquellos que por razones ideológicas se han arrimado a la
sombra del castro-chavismo. Como tampoco a aquellos
desnudos de toda ética, que arrastrados por sus afanes
crematísticos están dispuestos a venderle su alma al
diablo. Como sucede con el gobierno argentino. Provoca
recordar el libro del diputado sueco-chileno Mauricio
Rojas en que desvela la naturaleza mafiosa de la historia
política argentina, de la cual Perón y el peronismo de
toda laya y condición, incluido el montonero de Kirchner y
su familia, son pruebas más que evidentes.
Pero quedan los
otros países, cuyos gobiernos pugnan por imponer una línea
política, social y económica alternativa, moderna en
América Latina. Aquellos como el chileno, que en el pasado
turbio y sangriento que viviera en tiempos de su dictadura
militar contara con la desinteresada y generosa ayuda del
pueblo venezolano y de sus medios de comunicación. Todos,
sin excepción, solidarios con la lucha de los demócratas
chilenos. RCTV, el canal actualmente sometido al acoso del
régimen, uno de los más destacados de entre ellos. En
cuyos estudios desarrolló una obra extraordinaria una gran
actriz chilena, doña Amalia Pérez Díaz.
No es malo
comenzar a recordárselo a su presidenta, Michelle Bachelet,
quien vendrá pronto a Venezuela y se entrevistará con el
presidente de la república en vísperas del anunciado
cierre de RCTV.
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Ni uno ni dos:
fueron varios los ministros y personalidades políticas
venezolanas que se entrevistaron con el general Augusto
Pinochet, al que le plantearon muy claras exigencias de
orden político y humanitario. Ramón Escobar Salom
recordaba recientemente la entrevista que sostuviera con
el dictador en 1975 en su calidad de ministro de
relaciones exteriores del gobierno del presidente Carlos
Andrés Pérez solicitándole con extrema firmeza la
liberación de Luis Corvalán, secretario general del
Partido Comunista chileno. Que finalmente obtuvo. Un
hombre ubicado ideológicamente en la antípoda de Carlos
Andrés Pérez y Escobar Salom, pero al que no dudaron en
tenderle una mano amiga en el difícil trance de la
persecución política. ¿Lo habrán olvidado los comunistas
chilenos, que hoy respaldan los desafueros que se cometen
en Venezuela? Diego Arria, otra importante figura en el
gobierno de Pérez, hizo lo mismo hasta obtener la
liberación de Orlando Letelier, asesinado más tarde en
Washington. ¿Lo habrá olvidado el allendismo? Pero las
iniciativas realizadas por parlamentarios, políticos,
grandes figuras del arte y la cultura fueron innumerables,
tenaces y extraordinariamente provechosas. Pues además de
mantener viva la llama de la lucha por la democracia en
Chile fortalecían la disposición del pueblo venezolano
para respaldar y auxiliar a las decenas de miles de
chilenos que llegaban a Venezuela en busca de refugio, paz
y seguridad. Sin encontrar un sola gota de chovinismo o
xenofobia. Un ejemplo de liberalidad. Esos gestos,
¿también habrán pasado al olvido de los desterrados que
volvieron a su patria y hoy apoyan a quien pretende
cercenar impunemente nuestra libertad de expresión?
Recuerdo todos
estos hechos sin otro ánimo que llegar hasta la conciencia
de las autoridades chilenas. Pronto vendrá la presidenta
Michelle Bachelet a Venezuela para participar en un
encuentro de carácter multilateral, pero aprovechará su
corta estadía para realizar una visita de Estado y
mantener conversaciones bilaterales con el presidente de
la república. Actuará en su calidad de máxima autoridad de
la concertación de fuerzas que sostienen su gobierno,
entre ellas la Democracia Cristiana y el Partido por la
Democracia. En ambas organizaciones sobresalen líderes
políticos, grandes amigos personales, que encontraron
asilo en Venezuela. Sergio Bitar, fundador luego del PPD y
su jefe de comando de campaña, fue uno de ellos. Y entre
los muchos socialcristianos, el ex embajador Claudio Huepe.
Pero también lo hará como militante de su partido, el
socialista, que tuvo figuras profundamente vinculadas con
la democracia venezolana, como Aniceto Rodríguez. Vivió
todo su destierro entre nosotros, su familia creció y amó
profundamente a la Venezuela democrática, en
agradecimiento a la generosidad y grandeza de los líderes
políticos de AD y de COPEI, facilitadores de un encuentro
promovido por el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez
cuyo fin era lograr el entendimiento y la alianza de los
partidos hermanos de la nación sureña, entonces divididos
por esa terrible conflagración que sacudiera a Chile en
esos turbulentos años de división y desencuentro de la
Unidad Popular, hasta dar con el violento y feroz golpe de
estado de las autoridades militares chilenas. Ese
encuentro de reconciliación se realizó en junio de 1975,
en Colonia Tovar. Fue la primera semilla de la
Concertación. Estuvieron allí más de una docena de líderes
chilenos de la oposición a Pinochet, desde Renán
Fuentealba y Estéban Tomic, hijo de Radomiro y hoy
embajador de Chile ante la OEA, hasta el mismo Aniceto
Rodríguez. Creo, incluso, que también estuvo allí Ricardo
Lagos, futuro presidente de Chile y gran estadista. Si
bien no estoy en capacidad de asegurarlo. Allí nació la
Concertación, protegida y cobijada por la democracia
venezolana, hoy en peligro de muerte.
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No es necesario
complementar esa información con el aporte desinteresado y
generoso de artistas, músicos, cantantes venezolanos que
llevaban el mensaje del pueblo chileno por el mundo.
Recuerdo las hermosas caricaturas y los bellos dibujos de
Zapata que servían de afiches para llamar a la solidaridad
con el pueblo chileno y recaudar fondos en su ayuda. Las
interpretaciones de Soledad Bravo de dos temas
emblemáticos de Pablito Milanés con los que daba inicio a
todos sus recitales, en cualquier lugar del mundo en que
se encontrara: “Yo pisaré las calles nuevamente” y “A
Salvador Allende en su combate por la vida”. Recuerdo un
tema de Violeta Parra, Ríos de Sangre, compuesto por la
gran folklorista chilena autora de Gracias a la Vida,
dedicado a la lucha del pueblo español contra la dictadura
franquista, que condenara a muerte al padre de Soledad y
condenara a su familia a exiliarse también entre nosotros.
Soledad se permitió agregarle una estrofa final que decía:
“Y aquí les vengo
a decir que mi canto no termina
Pues la canalla
asesina ha sometido al país.
Se desangra
nuestra tierra y peligra el continente
Se incendia la
cordillera un día 11 de septiembre.
Y Chile sigue
llorando a don Salvador Allende.”
Sería una lástima,
una verdadera lástima que la presidenta chilena, muy
pronto de visita en nuestro país, no recordara estos
nobles gestos de venezolanos ilustres que hoy se
encuentran en la oposición y no levantara su voz para
recordarle al presidente de la república cuan sagrada es
la democracia, cuan trascendente e intocable debe ser su
libertad de expresión. Cuan importante es que no se de
cumplimiento a la amenaza de cerrar RCTV y con ello se le
aseste una puñalada a medio siglo de historia política,
artística y cultural venezolana. Si nosotros luchamos y
logramos la libertad de Luis Corvalán, de Orlando Letelier
y de tantos y tantos otros demócratas chilenos, si tanto
hicimos por la democracia chilena hasta verla florecer de
nuevo luego del plebiscito de octubre de 1988, ¿por qué no
pedirle su contribución para evitar las acciones que tanto
vulneran esa hermosa tradición democrática en Venezuela?
Sería un noble
gesto de reciprocidad que todos los demócratas venezolanos
sabremos agradecer.
sanchez2000@cantv.net