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La poderosa irrupción del movimiento
estudiantil, la división del chavismo y la salida de
PODEMOS del bloque oficialista así como el silente pero
manifiesto rechazo de alcaldes y gobernadores chavistas
a la Reforma Constitucional y el regreso del general
Raúl Isaías Baduel al primer plano del escenario
nacional, han modificado dramáticamente la situación
política, alterando todas las previsiones de las
encuestas respecto de anteriores procesos electorales.
Si hasta ayer todas daban por ganador al bloque
oficialista o al presidente de la república, hoy todas
subrayan una ventaja considerable del rechazo a la
reforma respecto de su aprobación. Que fluctúa entre los
5 y los 20 puntos porcentuales. Por primera vez, todas
las encuestas son unánimes en señalar una ventaja
considerable del NO por sobre el SÍ. La que publicara
recientemente MERCANÁLISIS es simplemente demoledora. El
rechazo a la reforma ha pasado del 49% en septiembre, al
53% en octubre y al 66% en Noviembre. Hoy, dos de cada
tres venezolanos la rechazan.
Algunas de ellas reportan incluso un hecho
inédito, de gran proyección para el futuro inmediato: el
derrumbe electoral del chavismo. En Carabobo, la
encuestadora de Francisco Bello reporta una diferencia
de 22 puntos a favor del NO. En Caracas, la más reciente
eleva dicha diferencia hasta los 25 puntos. En promedio,
la relación podría alcanzar una diferencia tan
contundente como de 65 a 35 a favor del NO. A este hecho
sin precedentes se agrega otro de gran trascendencia:
tales diferencias se producen a pesar de que más del 80%
del abstencionismo es partidario del NO. Lo que
significa que la propuesta oficialista ha tocado techo y
no tiene manera de ampliarse. De volcarse el
abstencionismo a las urnas, el triunfo del NO sería
arrollador. Sin que ello signifique que se traduciría en
respetuosos resultados electorales. CNE mata voto.
Contrariamente a lo que hubieran deseado sus
asesores, la estrategia de la polarización en torno a la
figura del presidente de la república esta vez no ha
funcionado. El país se niega a dejarse entrampar en la
falsa disyuntiva entre chavismo y anti chavismo y ha
preferido enfrentarse directamente a la reforma
propuesta, independientemente de quien sea su principal
beneficiario. Ha decidido, consciente o
inconscientemente, dividirse entre demócratas y anti
demócratas. Arrastrando en la vorágine del aluvión por
el NO a vastos sectores del propio chavismo. Es lo que
le confiere al actual proceso comicial su inédita
naturaleza.
El bloque en el Poder sufre de una grave
crisis. Recién comienza. Se agudizará a partir del 2 de
diciembre. Sin consideración de los resultados
electorales.
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Aún así: los resultados electorales
definirán la naturaleza de la crisis y la dimensión que
adquiera. Pero independientemente de dichos resultados,
los propios asesores del chavismo consideran al proceso
en grave peligro de sobrevivencia. Hans Dieterich, el
más destacado de entre ellos, reconoce que sólo un
triunfo del bloque oficialista por 20 puntos de
diferencia – sin argucias ni fraudes - podría tener
verdadera consistencia política a futuro. Resultado que
luego de la separación del general Baduel y a la luz de
todas las encuestas resulta prácticamente imposible. De
allí su recomendación de abandonar rápidamente el
proyecto de reforma y reconciliar a ambos militares,
para evitar lo que parece un triunfo irreversible de la
oposición democrática. Para Dieterich, de no producirse
la reconciliación entre Chávez y Baduel, el proyecto
venezolano y latinoamericano de la revolución
bolivariana está en peligro de muerte. Tiene absoluta
razón: lo está. Y todo apunta a que se precipitará su
fin mucho antes de lo que él imagina.
Es en el contexto de esta grave crisis
sistémica y frente a un futuro inmediato plagado de
problemas, conflictos y protestas generalizadas – en el
plano económico, en el plano social y en el plano
político tanto nacional como internacional –que es
preciso encarar las elecciones del 2 de diciembre
próximo. De contarse con un CNE imparcial y confiable y
con reglas electorales adecuadas a los mínimos baremos
reconocidos internacionalmente, la mal llamada reforma
constitucional sería rechazada masivamente. Y la derrota
del régimen alcanzaría tal dimensión, que sería
arrastrado indefectiblemente al abismo. Si el 2 de
diciembre el voto valiese y no estuviese sometido al más
fraudulento de los sistemas electorales del mundo,
Chávez se vería obligado el mismo 3 de diciembre en la
madrugada a presentar su renuncia indeclinable y llamar
a elecciones generales por el bien del país. Enloquecido
por su ambición sin límites y el delirante proyecto que
pretende imponer a cualquier precio, no será el caso.
Intentará, sin duda ninguna, aferrarse al cargo tanto
como se lo permitan las circunstancias. De allí mi
reiterada alerta: estamos sobre un volcán y ya ha
comenzado el hundimiento. Entramos a una zona de graves
turbulencias. La anarquía está a la vuelta de la
esquina.
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Una vez más los expertos y asesores cubanos
a cargo del control de los procesos electorales
venezolanos intentan montar la matriz de opinión de una
relación 60/40 a favor del proyecto de reforma. La cifra
mágica parida en los laboratorios estratégicos del
castro-fascismo desde el RR y vuelto a poner en práctica
el 3 de diciembre último. Pero esta vez, además de haber
comenzado a montarla con demasiada tardanza, encuentran
obstáculos inesperados, que ni siquiera imaginaron.
Tienen a la juventud universitaria en contra, no
pudieron montar el parapeto del partido único, no han
podido polarizar al país en torno a la figura de Hugo
Chávez, deben contar con un bloque de Poder
absolutamente resquebrajado, con la oposición del
chavismo democrático y la irrupción de la emblemática
figura del general Baduel y otras sobresalientes
personalidades del chavismo, como Marisabel Rodríguez,
el gobernador Ramón Martínez, Ismael García y el partido
PODEMOS.
El aparato cubano del fidelismo que controla
las elecciones en Venezuela está obligado a intentar un
fraude descarado y escandaloso para salvar las
apariencias, imponer la reforma contra viento y marea
provocando la más grave crisis política de nuestra
historia. O morigerar el fraude para hacerlo más
digerible y darle dos o tres puntos de ventaja al SÍ,
con lo cual no podrán impedir su derrota: “si
el Presidente no gana el referendo o si no lo gana al
menos con el 60 por ciento de los votos, estaría
obligado a convocar a nuevas elecciones…”. La conclusión
de Dieterich es concluyente:
“Con el peligro de una
derrota, absoluta o relativa del “sí”, se abre
nuevamente una fase tendencialmente caótica en Venezuela
que en pocos años podría terminar con el gobierno de
Hugo Chávez. Y sí Chávez sale del Palacio de Miraflores,
la integración de América del Sur podría pararse. Esto
es lo que está en juego.” No lo digo yo, lo dice Hans
Dieterich. Habla de pocos años: podrían ser pocos meses.
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La pregunta en torno a votar o abstenerse me
parece irrelevante si no se enmarca en el análisis de la
grave crisis en que hemos entrado y cuya resolución,
luego de la aparición de Baduel y de todos los factores
militares y civiles con inmenso poder económico que lo
respaldan – creados y fortalecidos dentro del mismo
chavismo – se ha hecho imperativa. Imposible olvidar la
clave con que Baduel se retira de la vida militar
activa: lo hace invocando el ejemplo de
Lucius Quinctius Cincinnatus,
el cónsul
republicano llamado de su retiro para que salvara a la
republica romana mediante el ejercicio de dos períodos
de dictadura legal en la Roma amenazada por pueblos
invasores. Sucedió hace dos mil quinientos años: Baduel
no lo cita por azar. Pretende emularlo y ha vuelto para
quedarse. Su permanencia política es irreconciliable con
la de un Chávez omnipotente y blindado por una espuria e
ilegítima reforma constitucional. En tal caso, el
enfrentamiento es inevitable.
Sólo un niño de
pecho podría creer que el 2 de diciembre se votará de
manera limpia y decente, triunfará el mejor – es decir:
el NO – y nos iremos a la playa a comer perdices y ser
felices. Bajémonos de esa nube. Si Hugo Chávez no retira
la reforma para tratar de recuperarse e intentar – como
ya lo ha hecho en otras ocasiones – mejorar sus
posiciones y volver al ataque en mejores condiciones,
estará empujando objetiva y subjetivamente a lo que
Dieterich llama un “período de incertidumbre”. Yo
prefiero llamarlo un período de caos, anarquía y
descomposición generalizada. Cuya salida política, en
medio de los turbiones de la crisis socio-económica que
ya se ha abierto y reventará en los próximos meses, es
absolutamente imprevisible. Pero que tendrá, sin duda,
un componente cívico y un componente militar. Como ha
sucedido en Venezuela desde el principio de sus tiempos.
Todo lo demás es ceguera o auto engaño.
En estas
condiciones, ¿votar o no votar? Que quede al libre
albedrío de los ciudadanos. Por mi parte, prefiero
sumarme al turbión del rechazo, marchar hombro con
hombro con los millones de venezolanos que participarán
votando por el NO, unirme a esta maravillosa generación
de relevo que está naciendo en estos mismos momentos en
nuestras universidades y liceos y anticipar la
reconciliación nacional que nos sacará del abismo yendo
a las urnas junto a quienes anteponen el amor a la
patria a cualquier otra bastarda consideración.
Por ello,
sabiendo perfectamente que está en juego el destino de
mi patria y que mi voto no es más que un modesto paso
hacia el futuro de una larga marcha, votaré el 2 de
diciembre. Plenamente consciente de que es entonces que
comienza el combate definitivo por la recuperación de
nuestra libertad, nuestra democracia y nuestra
soberanía. Por todos los medios a nuestro alcance. Y con
cuantos quieran y vengan a unirse a la cruzada por la
libertad. Que Dios y el pueblo nos acompañen.