ontrariamente
a la pretensión del presidente de la república, según la
cual no hay más que una oposición, y esa es golpista y
escuálida, la historia de estos turbulentos años en que
por lo menos una mitad del país se ha enfrentado sin
desmayos aparentes contra los intentos sistemáticos
emprendidos por el régimen para aniquilarla de raíz,
demuestra que ha habido tantos oposiciones como liderazgos
se han ocupado de dirigirla. Desde la más ingenua,
adolescente y promisoria que se enfrentó al decreto 1011
de la mano de unos pocos iluminados de la naciente
sociedad civil hasta la más exitosa, la insurgente que
arrodilló y sacó a Chávez de Miraflores el 11 de abril,
han existido por lo menos una media docena. Sin poder
olvidar la que siguió ciegamente a quienes la condujeron
al abismo del paro cívico o la pusieron a esperar paciente
y tozudamente porque se diera la señal de partida a un
referéndum revocatorio convertido inconstitucionalmente en
plebiscito y con un año de gracia a favor del presidente
de la república para que montara el parapeto que le
permitiera ganarlo por las buenas o por las malas. Por
cierto y no debemos olvidarlo jamás: gracias a las
gestiones del actual vicepresidente de la república,
premiado con tan alto cargo por tan altos favores.
Ciertamente, la base social fue siempre la
misma: la vanguardia de los sectores populares y la clase
media del país consciente, contagiados y al parecer sin
remedio por el virus de la democracia inoculado luego del
23 de Enero por la Cuarta República y comprometidos en
cuerpo y alma con la justicia y la libertad que le son
consustanciales. Pero la tónica y el sentido de sus luchas
variaron según el orden de los desafíos y la naturaleza de
los ocasionales liderazgos. Desde los líderes de las ONG’s
nacidas al calor de las reacciones provocadas por las
decisiones de la primera Ley Habilitante hasta líderes
empresariales y sindicales. Para culminar en una feliz
simbiosis de liderazgos de la sociedad civil y la
reciclada dirigencia política en la Coordinadora
Democrática. Así permitiera el más grande y avieso fraude
perpetrado contra la democracia en la historia de la
república.
Aunque en rigor no fue sino hasta estas
elecciones presidenciales que no surgió una oposición
eminentemente "política". Valga decir, para no malversar
un término tan sagrado y plurivalente: liderada de manera
manifiesta y excluyente por tres políticos de oficio:
Teodoro Petkoff, Julio Borges y Manuel Rosales. “Ahora se
ha impuesto la política” solía exclamar orgulloso por su
proeza el político Petkoff. A él y sus pares se les debe
haber convencido a esa amplia base social democrática de
no reincidir en la abstención masiva que impusiera de
manera espontánea para las elecciones parlamentarias del 4
de diciembre, con los resultados de todos conocidos: una
abstención del 83%. A ellos se les debe haber impuesto una
matriz que obligó a la restantes dirigencia opositora,
vinculada a ese proceso abstencionista y las políticas que
auguraba, a participar en dicho proceso, así fuera a
redropelo de sus sentimientos y expectativas. A ellos, los
resultados obtenidos. Que trascienden con mucho los
porcentajes emitidos por el CNE y fueran convalidados –
CNE y resultados – de la manera más urgente y categórica
por el trío en cuestión. A ellos, en suma, el estado
actual de esa base social opositora, la fuerza y/o
debilidad que actualmente detenta y la capacidad que posee
de intervenir en el proceso político que estamos viviendo.
Cabe, pues, la pregunta crucial para entender dónde
estamos parados: ¿cuánto vale hoy la oposición emergida
del 3D?
2
El país opositor se ha enterado luego
del fracaso de tan magno esfuerzo – las mayores
movilizaciones electorales jamás vistas en el país y una
inédita y entusiasta participación de sectores populares
sumados a la causa opositora – que sus tres principales
protagonistas jamás confiaron en el triunfo de ese
esfuerzo. En un lenguaje que no teme a las trasgresiones y
suele ofender a más de uno, Teodoro Petkoff lo ha dicho
“claro y raspao”: ni él, ni Borges ni Rosales creyeron
nunca en “pajaritos preñados”. Allá los ilusos - 4
millones – que no se bajaron de esa nube. Sería injusto no
destacar que el otro sector político superviviente de este
naufragio, el que avaló el abstencionismo y apuntaba a
otros derroteros que la participación en dichas
elecciones, estaba perfectamente en autos de tal
convencimiento. Si bien la dinámica electoral terminó
solapando dicha triste expectativa y despertando utópicas
esperanzas incluso en dicho sector. Respaldado, por
cierto, por serios estudios de opinión, que destacaron un
posible empate técnico a ser dilucidado con estrechos
márgenes de diferencia. Llevados por esa ingenua
ilusión, muchos creímos que después de ese 3D nada sería
como antes: aún derrotada por un escaso margen, una
fortalecida oposición impediría el desastre. A juzgar por
los atropellos de que estamos siendo víctimas, un
muy lamentable auto engaño.
Quedará para siempre sembrada la duda acerca
de estos resultados. No así la naturaleza asimétrica y
antidemocrática de dicho proceso, marcado por el
ventajismo desconsiderado y la brutal utilización de todos
los medios y recursos del Estado al servicio de la
reelección del gobernante, todo lo cual descalifica sus
pretensiones de igualdad y transparencia, así su principal
víctima propiciatoria asegure urbi et orbi que se trató de
elecciones ejemplares. ¿Quién lo entiende? Pero no es ese
el tema de nuestro artículo. Es otro, a saber: si el
argumento esgrimido para ir a unas elecciones que se sabía
condenadas al fracaso apuntaba a la constitución de una
sólida oposición que sirviera de dique a los desmanes
presidenciales y se impusiera como válida interlocución en
un proceso de diálogo y entendimiento, ¿cuánto de vigencia
tiene tal argumento a un mes escaso de haber contribuido
de manera tan entusiasta a la legitimación presidencial y
cuando ninguno de los propósitos con los que se nos
arrastrara a las urnas se han visto satisfechos? ¿Cuánto
vale la oposición liderada por Rosales con el auxilio de
Borges y Petkoff a la luz de los últimos anuncios
presidenciales, incluidos el cierre de RCTV, la
estatización de CANTV y la Electricidad de Caracas, la ley
habilitante y la consiguiente reforma constitucional para
avanzar en la imposición de un régimen socialista que ni
uno solo de los electores de la oposición avala?
Lo cierto es que durante su campaña, Rosales
procedió como un adalid en defensa de dichas posiciones
anti dictatoriales. Es más: perfiló su candidatura en los
términos de un enfrentamiento frontal contra la injerencia
cubana y su sistema de gobierno, los ataques a la
propiedad privada, a la libertad de expresión y a la
democracia. Creímos entonces que el socialismo
rojo-rojito, para avanzar en sus nefastos propósitos,
tendría que pasar por sobre su cadáver. No obstante, ante
la imposición autocrática de políticas que profundizan
nuestra dependencia respecto del sistema cubano, atacan la
libertad de expresión y hieren mortalmente a la
democracia, va siendo hora de saber si efectivamente valió
la pena seguir al liderazgo anunciado. Cumplido su
declarado y confeso propósito de usar a la ciudadanía para
convalidar una nueva oposición, sería bueno que comenzaran
a retribuir sus servicios. ¿Cuánto vale la oposición del
3D?
3
En realidad, los hechos parecen
desmentir los principales propósitos declarados por
Petkoff & Cia. para engancharnos al carro electoral. Haber
logrado ese 40% de los votos en unas elecciones hechas a
la medida del régimen ni nos ha acarreado de parte del así
legitimado disposición al diálogo ni consideración y
respeto en tanto interlocutores y adversarios. Somos, en
cuanto a oposición, una auténtica, una patética nulidad.
Los mismos escuálidos de siempre. Una plasta. Y la
responsabilidad recae en quienes “no creen en pajaritos
preñados”. Esta oposición mansa y complaciente, que exhibe
los mejores certificados de buena conducta y al día
siguiente del 3D proclamara orgullosa, por boca de
Leopoldo López: “nadie podrá decir ahora que somos
golpistas” – como si alguna vez lo hubiéramos sido -
parece más desorientada, perdida y desnortada que nunca
antes. No está ni siquiera indignada: está aplastada,
aniquilada, pulverizada y minimizada por la prepotencia
del régimen, viendo con desesperación hacia qué techo
institucional corre a cobijarse.
Es innegable: nunca como en estos momentos estuvo el país
más entregado al arbitrio presidencial. Nunca como ahora
más sometido y silenciado. Nunca más arrodillado. La
indefensión es total y absoluta. Lo cual se hace
manifiesto en todos los órdenes de la vida nacional. Está
la oposición democrática muda y silenciosa ante la
inminencia de una catástrofe. Esperando ansiosa aunque en
silencio a una sola señal de Borges, Rosales o Petkoff.
Que guardan el más hermético de los mutismos. Imposible
situación más patética y lamentable.
Pero en fin, pasada la sorpresa por la estafa electoral y
el paquete chileno que dicho trío nos vendiera como la
última pomada de la sabiduría política, podría imaginar
uno en los principales afectados por las nuevas medidas
una reacción cónsona con la magnitud de los daños. RCTV
continúa en el aire, como quien oye llover, sin siquiera
utilizar los descomunales poderes de que todavía dispone
para reclamar lo que en justicia le corresponde. Nos
corresponde. Los propietarios de la CANTV aguardando en
silencio por una oferta. Como por cierto la Electricidad
de Caracas. ¿Serán comprados y a un precio superior al
legítimo, como para que esta corrupta forma de socialismo
a lomos de los petrodólares logre sus propósitos
nominales?
A realazos y con la ayudita de los amigos, como cantaban
los Beatles: he aquí la nueva fórmula de comprar
realidades y conciencias en la Venezuela petrolera. El
país no parece dolerle a nadie. Mercachifles y negociantes
en lugar de políticos y estadistas. Entreguismo y
billeteras.
Confróntese este texto del Gallegos de 1909 escrito con el
recuerdo vivo de Cipriano Castro con la actual prepotencia
presidencial: “La experiencia nos acaba de enseñar otra
vez, como fue de fatales consecuencias para el país
aquella atribución omnímoda que se arrogó el ex Presidente
Castro, de legislador y Juez Supremo, creando leyes que a
él sólo favorecieran, administrando justicia según su
propia conveniencia. Y Castros habrá mientras el
Presidente de la República no vea en torno suyo más que
hombres dispuestos a todas las transacciones y nombres sin
valor de poderes irrisorios.”
Si a la prepotencia ejecutiva se le une la nulidad
parlamentaria, el cuadro es completo. Una situación que
tampoco es nueva. Esto decía Gallegos en el mismo artículo
de 1909 refiriéndose al Congreso: “Harto es sabido que
este Alto Cuerpo - se refiere al Congreso de
la República -en quien reside, según el espíritu de la
Ley, el Supremo Poder, ha sido de muchos años a esta parte
un personaje de farsa, un instrumento dócil a los desmanes
del gobernante que por sí solo, convoca o nombra los que
han de formarlo, como si se tratara de una oficina pública
dependiente del Ejecutivo y cuyas atribuciones están de un
todo subordinadas a la iniciativa particular del
Presidente. Naturalmente éste escoge aquellos delegados
entre los más fervorosos de sus sectarios, seleccionando,
para la menor complicación, aquellos partidarios
incondicionales cuyo más alto orgullo cifran en posponer
todo deber ante las más arbitrarias ocurrencias del Jefe.
Estos son los hombres propios para el caso y como además,
en la mayoría de las veces, adunan a esta meritoria
depravación moral, una casi absoluta incapacidad mental,
la iniciativa del Presidente, después de ser posible llega
a convertirse en necesaria”.
Definitivamente: nada hay nuevo bajo el sol. No llores por
mí, Venezuela.