La
decisión mayoritaria del Senado chileno solicitándole a
Michelle Bachelet que eleve una protesta formal ante la
OEA por el cierre inminente de RCTV pone de manifiesto
desacuerdos muy profundos sobre asuntos de extrema
importancia política e ideológica en el seno de la
Concertación. Y augura cambios muy notables en el clima
político nacional. Cambios que aún no adquieren la
connotación que dicha decisión senatorial deja entrever. Y
que podrían conducir a muy dramáticos giros en la política
de alianza que han asegurado la gobernabilidad del país
sureño desde el plebiscito que pusiera fin a la dictadura
del general Augusto Pinochet hace 17 años.
No es casual que tales desacuerdos entre socialcristianos
y socialistas – las dos grandes fuerzas políticas que han
gobernado concertadamente al país desde 1989 – hayan sido
causados por dos eventos de política internacional. Ni que
hayan sido generados por desacuerdos muy profundos, de
fondo, acerca de la naturaleza y la gestión del gobierno
del teniente coronel venezolano Hugo Rafael Chávez Frías.
Ellos giran en torno a un problema crucial – la valoración
de la democracia como régimen de libertades - que
fundamentara la decisión de ambas grandes fuerzas
políticas chilenas de superar sus diferencias y
enemistades históricas, que condujeran a la peor crisis
vivida por la nación chilena en toda su historia – el
intento por implantar una dictadura de corte socialista
por las fuerzas de la izquierda chilena entre 1970 y 1973
y el establecimiento de una dictadura militar de derecha
como forma de impedirlo.
En efecto: sólo la trágica vivencia de 17 años de gobierno
autocrático y absoluto, la desaparición de la autonomía de
los poderes y de los partidos políticos, el atropello
inmisericorde a los derechos humanos, de los cuales el
aplastamiento de la libertad de expresión en Chile, hizo
posible que socialcristianos y socialistas, víctimas
propiciatorias de la dictadura militar, llegaran a la
histórica conclusión de que la democracia es el único
marco socio-político capaz de garantizar, mediante la
tolerancia y la concertada visión de los distintos
sectores nacionales en pugna, la vida civilizada y
permitir, conjuntamente y gracias a la libertad y el
respeto a los marcos normativos, entre los cuales el
esencial del respeto al derecho inalienable de la
propiedad privada, la justicia, la igualdad y la
prosperidad. El resultado de ese acuerdo histórico no ha
podido ser más provechoso: Chile marcha a la cabeza de la
región en todos esos índices y luce las más altas cifras
de estabilidad política y prosperidad económica jamás
vistos en toda su historia.
Pero a juzgar por las decisiones que esa concertación de
gobierno – mucho más que meramente política: social y
cultural – ha debido asumir frente a un gobierno que
desatiende dicha visión y pretende aplastar los altos
valores democráticos que fundamentaran el origen y
mantenimiento de la Concertación, el ánimo fundacional que
uniera a socialcristianos y socialistas pareciera estar
atravesando por una muy grave crisis. Mientras los
socialcristianos, aferrados a ese alto compromiso moral y
político, impidieron que su gobierno votara a favor del
teniente coronel Hugo Chávez para la elección de una silla
en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y hoy
conminan a la presidenta Bachelet a protestar ante la OEA
por el cierre de RCTV, con todas las implicaciones para la
libertad de expresión y los derechos humanos que dicho
cierre implica, los socialistas se divorcian
peligrosamente de ese mismo espíritu fundacional tirando
por la borda sus compromisos morales con la democracia y
sus instituciones fundamentales. Un divorcio entre ambas
fuerzas que toca a asuntos de principios y que augura una
separación de cuerpos en el corto o mediano plazo.
No es nada casual, tampoco, que el centrismo
socialcristiano encuentre en su política de defensa de la
democracia en la región y particularmente en Venezuela,
otros aliados en las fuerzas de la centro derecha chilena.
Esa alianza democrática funcionó en las dos decisiones que
comentamos. Es posible que en el corto plazo y requeridos
por las urgencias nacionales, socialcristianos y
socialistas convivan hasta finalizar el período del actual
gobierno. Pero una Concertación en la que una de las
partes desatiende los principios esenciales que la
fundamentaran, no tiene vida sino como mera expresión del
más brutal pragmatismo. En todo su historia, no ha sido
ese el caso de los socialcristianos chilenos, para cuya
tradición los principios han sido asuntos de vida o
muerte.
No será la última vez que los senderos de la Concertación
se bifurquen. El retorno a los principios amenaza con
separarlos para siempre.
sanchez2000@cantv.net