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Militarismo, golpismo y revolución
por Antonio Sánchez García  
sábado, 10 marzo 2007



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Desde que la provincia de Venezuela se convirtiera en república y el caudillismo militarista en estructura vertebral de su sistema político, los cambios históricos se han cumplido entre nosotros casi sin excepción mediante levantamientos armados, golpes de estado, asonadas o cuartelazos – sedicentes revoluciones llevadas a cabo por hombres fuertes respaldados por sus “sargentones”. Se ha pasado de autocracia en autocracia. De general en generales. Con la insólita excepción de los cambios de gobierno presididos por magistrados civiles del único período de paz continua, prosperidad y democracia que ha conocido el país – los treinta y nueve años que van de 1959 a 1998. De allí hacia atrás y de allí hacia delante, los cambios vividos por la república han sido producto de la violencia, la imposición, el fraude y el asalto a mano armada.

Incluso ese único período democrático – del cual nada más y nada menos que su exacta mitad, veinte años, copados por dos caudillos que, cual remedos del dios Jano, caminaban a tientas hacia el futuro con los ojos fijos en el pasado – fue inaugurado tras otro golpe de Estado, el del 23 de enero de 1958, que derrocara a una dictadura salida de otro golpe de Estado, el del 52, segunda parte del golpe del 48 que se hiciera del Poder mediante el derrocamiento de un breve interregno democrático de algunos meses presidido por Rómulo Gallegos, electo es cierto mediante sufragios universales, directos y secretos, pero que a su vez fueran impuestos tras otro golpe de estado, el del 18 de octubre de 1945. En Venezuela, un golpe termina con otro golpe. Es el desgraciado sino de nuestra tenebrosa vida política y social.

El golpe del 18 de octubre, naturalmente bautizado como “revolución de Octubre”, vino a trastocar el orden militar impuesto como herencia del generalato a la muerte de Gómez una década antes. Que había surgido a su vez de otro golpe, el de 1908, que terminara con la dictadura de Cipriano Castro, nacida de otro golpe de Estado o pronunciamiento faccioso, el de 1899. Bajo el pomposo nombre de revolución liberal restauradora. Y suma y sigue. Venezuela ha sido, desde su independencia, una república en armas manejada, controlada y empujada más que desarrollada mediante golpes de estado.

Es nuestra triste verdad.

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Cuando en 1929 redactaran el panfleto En las huellas de la pezuña, Rómulo Betancourt y Otero Silva describieron de la siguiente forma la irrupción de Gómez en el escenario político nacional: “La realidad es esta: Gómez, hombre de selva, reunió un día cualesquiera a sus hermanos de correrías y con ellos irrumpió sobre el recinto urbano. El despojo se hizo ley; el atropello adquirió carácter y validez jurídica, la propiedad privada perdió su sentido de cosa sagrada para transformarse en botín de audaces afortunados; y 10.000 bayonetas fueron desde entonces fianza de la anormalidad erigida en sistema.” Para la fecha, ni él ni su jefe y compadre Cipriano Castro eran lo que hoy llamamos “militares”. Uno era simple tribuno, el otro hacendado. Pero una vez con el Poder en la mano, lo serían de inmediato mediante el más veloz de los expedientes: auto proclamándose generales. Ni más ni menos como lo hicieran todos los herederos del general Bolívar: Páez, los Monagas, Falcón, Guzmán Blanco, Joaquín Crespo, Cipriano Castro, Gómez, etc., etc. Para civiles, todos los segundones que rellenan el cortejo, desde 1830 en adelante. Pero al frente, siempre un general. Así no sea más que un teniente coronel.

Respecto de Cipriano Castro valga la definición que nos entrega la Wikipedia, portal de libre acceso de quien quiera encontrar su web site: “Nacido en La Ovejera de Capacho (la actual ciudad de Capacho Nuevo, en el Estado Táchira) el 11 de octubre de 1859, trabajó como vaquero durante su juventud. Gobernador de Táchira entre 1888 y 1892, fue designado en ese cargo por su protector, el Presidente Raimundo Andueza Palacio. Cuando éste fue derrocado, Castro huyó a Colombia, donde tras enriquecerse creó su propio ejército. Inició una invasión de Venezuela desde la ciudad colombiana de San José de Cúcuta, liderando lo que llamaba Revolución Liberal Restauradora. El 23 de mayo de 1899 cruzó el río Táchira y tras una arrolladora campaña militar llegó el 22 de octubre a Caracas, de donde había huido el Presidente Ignacio Andrade. Durante su campaña aumentó su prestigio iniciando un gobierno con una amplia base.”

Cambie nombres y retoque circunstancias. Los mecanismos fueron los mismos: Una buena dosis de audacia e inescrupulosidad, mucho de ambición desmedida, desprecio a cualquier suerte de institucionalidad y suficientes gónadas. He allí la fórmula para el perfecto idiota venezolano. Siga las instrucciones: tendrá un autócrata militarista ocupando el sillón de Miraflores.

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De allí que siguiendo la fórmula astronómica que calcula la existencia de nuevos cuerpos siderales en función del estudio de los campos gravitacionales, pueda adelantarse el comportamiento de nuestros procesos políticos obedeciendo a las normas estatuidas en el pasado. Nuevos planetas o soles en miniaturas se elevan desde el horizonte a punta de bayonetas, tanques artillados, caballerías en el pasado y comandos de paracaídas en el presente. Times are in changing, como decía Bob Dylan. Ya no son 10.000 bayonetas, como en tiempos de Gómez, sino 100.000 Aka 47. La última constelación se hizo a la vida de la nación un 4 de febrero de 1992. Siguiendo exactamente la atávica tradición según la cual y de acuerdo a la sabiduría del primer soldado de la república, en Venezuela no gobierna el que quiere, sino el que puede. Y no puede el mejor, el más decente, el más honrado y el mejor preparado - ¡por favor! - sino el que tiene los hierros. Y las gónadas. Así de simple. Lo dijo Bolívar ridiculizando a Cortes de Madariaga, el presbítero caído en desgracia por pretender gobiernos civiles con absoluta exclusión de uniformados en armas.

¿Seguiremos la tradición histórico ferretera nacional, según la cual “un clavo saca a otro clavo”? ¿Saldrá el estamento militar del teniente coronel por medio de otro teniente coronel? ¿Tal como sucediera durante doscientos años de vida dizque republicana? Larrazábal a Pérez Jiménez. Pérez Jiménez a Delgado Chalbaud. Pérez Jiménez y Delgado Chabaud a Medina Angarita. Medina Angarita a López Contreras. La muerte a Gómez. Gómez a Castro. ¿Y así hasta Páez y la cosiata a Bolívar?

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Lo menos que da es vergüenza. No por Chávez o los chavistas, ni por Rosales y la oposición. Que no hacen más que reproducir consciente o inconscientemente un comportamiento genético de una república en armas. Vergüenza por el país que somos. Por este campamento minero, como gusta de retratarlo Rafael Poleo.

Mal de muchos, consuelo de brutos. Y poco importa que la mafia que gobierna a la República Argentina se aproveche de la circunstancia, monte un circo romano para ventilar ante la opinión pública mundial el carácter clownesco del autócrata venezolano de turno. Y sirva de caja de resonancia a sus patéticas incoherencias.

Lo que duele es que en el país de al lado un sindicalista que no fue a la universidad nos de lecciones de civismo, de altura continental, de estadismo. Y reunido con George Bush, actual presidente de la mayor potencia mundial, deje en el más espantoso de los ridículos a aquel a quien ha exprimido suficientemente hasta convertirse en su principal socio comercial en la región. A costa del sacrificio del empresariado venezolano, la industria venezolana, la agroindustria venezolana, la clase trabajadora venezolana. A costa de hundir al país en la ruina, el descrédito, el caos. Más le importa a Chávez su poder que la nación.

Este es el saldo de nuestros atavismos. Éste, el último producto de la genética nacional. Un teniente coronel delirando en un estadio argentino semi vacío, lanzando groserías e improperios contra el visitante de un ilustre amigo. Aplaudido por una claque que agradece el despilfarro con que el teniente coronel compra anuencias.

En verdad: el país avergüenza. ¿Habrá quienes salgan en defensa de la dignidad nacional? ¿Si alguna nos va quedando?

sanchez2000@cantv.net

 
 

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