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Sólo la verdad es revolucionaria       
por Antonio Sánchez García  
jueves, 7 junio 2007


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            La historia, para fortuna de los mortales, no es un proceso unidireccional con sus estaciones preestablecidas. Es una aventura. Un viaje a lo desconocido cuya estación final puede predecirse muy a grandes rasgos, en bosquejo. Pero cuya forma concreta escapa a todas las predicciones

 

            Es una aventura del espíritu y de la voluntad. Que actúan sobre una situación dada. Y en cuyo desenlace – sobre la base material de lo que el hombre ha construido y adquiere su propia dinámica - intervienen las fuerzas vivas y las voluntades de hombres y mujeres, capaces de asumir la conducción y el liderazgos de los distintos factores. Tras un voluntad común, un consenso, un acuerdo generacional. Puede ser incluso en determinados momentos el avatar de luchas frontales, fuerzas encontradas que la voluntad intelectual transforma en lucha de clases.

 

            Lo que la historia no es ni podría ser es la mera expresión de una voluntad omnímoda, capaz de imponer sus caprichos. Pues en tal caso se está ante la acción opresora, represiva, dictatorial de quien se ha hecho circunstancialmente con el Poder de las armas. No importa el respaldo ocasional con el que cuente. Y como dijera un estadista francés y ya se ha convertido en tópico: con las bayonetas se puede hacer muchas cosas, menos sentarse en ellas.

 

2

 

            Ese proceso vivo y siempre actuante que es la historia se cumplía en el pasado atendiendo a las fronteras naturales. Si bien el progreso técnico, el desarrollo de la civilización superó fronteras naturales y accidentes políticos. Desde el Renacimiento la historia comenzó a universalizarse. Nuestra historia nacional arranca de ese proceso de integración universal propiciado por los descubrimientos y conquistas del siglo XV y XVI. Pero desde la revolución de las comunicaciones y particularmente desde la segunda Guerra Mundial, la historia se ha hecho global. Al extremo que surgen bloques supranacionales y acuerdos continentales que rigen por sobre las naciones.

 

            Ello determina que la historia, ese proceso siempre inédito y en gestación permanente, no pueda cumplirse sin atender a los factores políticos, sociales, económicos, jurídicos que entretejen una red de voluntades y normas de conducta a nivel universal. Aún no nos percatamos de la incidencia de dichos factores en la acción individual de las naciones. La insularidad es asunto del pasado. Una nación sólo puede encapsularse en sí misma al precio de su propia vida. Si renuncia al intercambio vivo, al permanente metabolismo con la sustancia global, perece o sobrevive en estado parasitario. No vale nada.

 

            De allí la conciencia que los actores políticos deben tener siempre presente: la historia es una escritura en movimiento, imposible de ser sometida por la violencia a guiones o partituras preestablecidas. Y se cumple necesariamente en sintonía con el concierto universal de las naciones, que rigen los marcos normativos de lo que puede y debe hacerse. Desoír este dato inevitable supone trabajar a redropelo del movimiento histórico y preparar a conciencia las condiciones de la propia catástrofe.

 

3

 

            Valgan esas consideraciones para comprender el momento por que atraviesa la situación histórica de Venezuela hoy. Que se ve de pronto sometida a la acción aparentemente conjugada de dos acciones que empujan en una misma dirección: la súbita y sorprendente entrada en la escena política inmediata del movimiento estudiantil, por una parte, y la acción mancomunada de la comunidad internacional, que por primera vez fija posición ante los acontecimientos nacionales. Ambos factores han venido a poner de manifiesto los límites reales – y extraordinariamente poderosos – que se alzan como un obstáculo posiblemente insalvable a los propósitos de imponer el proyecto político, social y económico que bajo la etiqueta de socialismo del siglo XXI pretende imponer el presidente de la república a la cabeza de sus fuerzas políticas y sociales.

 

            La incorporación del movimiento estudiantil como un factor autónomo y dotado de su propia dinámica en el conflicto político abierto por la radicalización impulsada desde el gobierno, debe ser leída en el contexto de un análisis global. Supone un hecho de extraordinaria trascendencia: es la primera vez en la historia de Venezuela que la juventud universitaria, casi en su total mayoría, da un paso al frente y opta por enfrentarse al régimen. Que ya es mucho más que un mero gobierno, pues ha politizado y sometido a su voluntad a factores del Estado que tendrían la obligación constitucional de mantenerse al margen de los conflictos políticos inmediatos: las fuerzas armadas, la administración pública y el sistema judicial. De manera que bien puede hablarse del enfrentamiento del estudiantado universitario, convertido en movimiento activo, en contra del Estado.

 

            Una acción de esta envergadura y de esta importancia no ha sido vivida en Venezuela en toda su historia. La participación de la generación del 28 fue grupal, limitada en el tiempo y sin mayor trascendencia inmediata. Su efecto fue indirecto, en gran medida provocado por la reacción de la dictadura y de consecuencias tardías aunque muy trascendentales. Constituyó el semillero de la emergencia de un nuevo liderazgo para la Venezuela democrática.

 

            La acción del movimiento estudiantil en las luchas que dieron al traste con el régimen dictatorial de Pérez Jiménez en 1958 tampoco fue global y sistemática. Sectores estudiantiles de vanguardia, vinculados a los partidos contestatarios del momento, se unieron a la acción de respaldo social a un movimiento armado. Los universitarios no actuaron en tanto tales.

 

            Esta vez y como reacción a un hecho de extrema gravedad, como el cierre de RCTV atropellando todas las normas constitucionales y legales y asestando un golpe hasta ahora desconocido a la libertad de expresión, los estudiantes universitarios han decidido salir a la calle y unidos nacionalmente levantar reivindicaciones democráticas que afectan al conjunto social. Actúan por sí, pero en un ámbito extra universitario. Reciben la delegación innominada de la sociedad entera. Que los recibe gozosa y con los brazos abiertos. De pronto, Venezuela recupera su dignidad, su autovaloración y el sentido de su destino histórico.

 

            Este es un hecho de extraordinaria importancia, de consecuencias aún imponderables y que marca un giro copernicano en el estado del desarrollo político nacional. La historia ha dado un vuelco.

 

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            La misma razón que mueve al despertar estudiantil y a su incorporación en la lucha política nacional ha movido a la comunidad internacional en uno de sus puntos más poderosos y sensibles: el llamado Cuarto Poder. No se ha advertido con suficiente fuerza ese hecho notable, mucho más importante y trascendente que los propios gobiernos. La comunidad mediática del mundo, de manera prácticamente unánime, ha condenado el cierre a RCTV. No existe en el mundo un solo medio informativo independiente que haya hecho causa común con el gobierno.  Y lo que es todavía más significativo: en esa condena a la acción del régimen del presidente Hugo Chávez han coincidido empresarios mediáticos y periodistas, propietarios y trabajadores de los medios. Súbitamente, Hugo Chávez ha perdido un apoyo mediático conquistado luego de cuidadosos y muy costosos esfuerzos. Quien fuera aclamado como el hombre del año por su triunfo electoral de diciembre lo es hoy como el primer gobernante que cierra un canal y se apropia ilegalmente de sus instalaciones. Un giro tan dramático y de tanta trascendencia como el que llevara a la incorporación del estudiantado a la lucha por la democracia y la libertad en Venezuela.

 

            Independientemente de quienes, en el entorno, saltan con la fácil réplica del golpismo, la CIA, el imperialismo norteamericano y otras justificaciones de baja estofa política, propias de menesterosos mentales, ya debe estar filtrándose a la conciencia del chavismo que el cierre de RCTV ha supuesto el más grave e inexcusable de los errores cometidos por Hugo Chávez. Pues ha provocado la insuperable enemistad del más importante y poderoso de los factores internos – la juventud universitaria – y del más poderoso de los factores políticos globales – el Cuarto Poder.

 

            Luego del 27 de mayo, nada será como antes. Los proyectos que se pretendieron imponer luego del 3 de diciembre último han topado con un muro infranqueable. Y posiblemente, lo que indica la profundidad del error cometido, el proyecto ya en marcha del socialismo del siglo XXI haya recibido un golpe mortal.

 

5

 

            Luego del estrepitoso derrumbe de los socialismos reales, la democracia es el valor indiscutido de la contemporaneidad. Y los derechos humanos, la sustancia nodal de la democracia. Todo acto gubernativo que vaya contra la democracia y afecte a cualquiera de los valores esenciales de los derechos humanos, está condenado a la esterilidad. El precio a quien desatienda estos hechos es el fracaso. No importa cómo, ni dónde ni cuándo. La factura es inevitable.

 

            Hugo Chávez, un hombre extremadamente hábil y astuto, ya debe haberlo comprendido. Éste, su más grave error, le ha acarreado el desprestigio y el aislamiento internacional. No contar con otro auxilio que el del corrupto y decadente Daniel Ortega es prueba más que suficiente como para intentar reparar y salvar lo poco que quede de salvable. De insistir en imponer su proyecto toalitario, le espera la repulsa de sus ex aliados: desde Lula a Michelle Bachelet, la izquierda democrática terminará por darle la espalda. Con Cuba y sólo con Cuba todo gobierno está condenado al fracaso. Es el peor, el más fatal y el más estéril de los aliados.

 

            La oposición, tras ocho años de sacrificios y descalabros, ha comprendido que todo tiene su tiempo. Que la historia contemporánea trabaja a favor de quienes ansían la felicidad de sus pueblos sin menoscabo de los valores esenciales del hombre. De los cuales, los derechos humanos y la libertad de expresión son consustanciales al ejercicio democrático. Si aún le queda un ápice de racionalidad, Chávez debiera comprender que más vale un repliegue ordenado y una retirada con la frente en alto que un salto al vacío sin futuro ni destino.

 

            Muy posiblemente, el proyecto del socialismo del siglo XXI ha muerto. Lo que sobrevive es un régimen autocrático sin el respaldo de fuerzas vivas esencialespara un proyecto de esa naturaleza como la juventud universitaria. Un régimen carente de fortaleza moral, desposeído de la fuerza indoblegable de la razón. Es el momento para que un revolucionario de verdad – y suponemos que el Sr. Presidente lo es – grave en su conciencia la frase más definitoria del pensamiento de Antonio Gramsci, figura que ha comenzado a ventilar ante sus seguidores: “solo la verdad es revolucionaria”. Si bien cuando Gramsci la plasmó, ya hacía tiempo había plasmado su contraria, apuntando a la porfía del marxismo cerril, burocrático y estéril: “sólo tú, estupidez, eres eterna”.

 

            Que prime la verdad sobre la estupidez. Es un imperativo del momento.

sanchez2000@cantv.net

 
 

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