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Un gobierno de difuntos y flores     
por Antonio Sánchez García  
domingo, 2 diciembre 2007



Éste es un día histórico.

No por azar se cumplen 50 años del otro plebiscito, el que mediante un fraude descomunal le concedió al dictador Pérez Jiménez una aplastante mayoría y la certeza de que había blindado su entronizamiento por otro período presidencial. Empujado por el movimiento estudiantil, la iglesia, el pueblo democrático y los sectores progresistas de las Fuerzas Armadas se derrumbó en exactos 52 días. Quien creyó haberse burlado para siempre del pueblo venezolano cogió sus maletas y huyó del país con la soga al cuello. Dejando abandonado el más preciado de sus bienes, una valija repleta de dólares, al pie de la escalerilla de la “Vaca Sagrada”. Tal fue el terror que lo invadió.

La historia no se repite jamás: sus desenlaces son siempre inéditos. Pero asombran las semejanzas de las circunstancias vividas tal día como hoy hace cincuenta años con las que nos acompañan en este 2 de diciembre de 2007, cuando nos aprontamos a votar masiva y mayoritariamente en contra de la mal llamada reforma constitucional. Son los mismos factores de poder ciudadano los que luchan hoy contra las pretensiones totalitarias del teniente coronel Hugo Chávez. En primer lugar, los jóvenes universitarios encabezados por Yon Goicoechea, Ricardo Sánchez, Stalin González y Freddy Guevara; la Iglesia, representada por su Conferencia Episcopal Venezolana y sus figuras más prominentes: el Cardenal Urosa Savino, Monseñor Ovidio Pérez Morales y Baltasar Porras, Luis Ugalde y tantos y tantos distinguidos prelados; la sociedad civil, el mayor conglomerado de organizaciones no gubernamentales jamás estructurado en Venezuela, vivificado por las hondas raíces democráticas crecidas desde el 23 de enero del 58; y los sectores castrenses, democráticos y constitucionalistas representados de manera ejemplar por el General Raúl Isaías Baduel.

Los nombres son otros: las instituciones son las mismas. El enemigo, hoy como ayer, es el caudillismo autocrático, militarista y dictatorial. Ayer Pérez Jiménez, hoy Hugo Chávez. Con una diferencia trágica para nosotros. Aquel dejó un país saneado económicamente, próspero y pujante. Éste no ha dejado a su paso más que ruina, miseria y desolación. Y un saldo en lágrimas y sufrimiento verdaderamente aterrador: más de cien mil homicidios bajo un gobierno que ha mostrado el mayor desprecio por la convivencia pacífica, la prosperidad y la seguridad de sus ciudadanos.

No me cabe la menor duda de que este gobierno tiene los días tan contados, como los tuvo el de Pérez Jiménez hace cincuenta años. Se derrumba por el peso de sus ignominias, abusos e iniquidades. Ya perdió el vigor y la esperanza que lo alimentaron hace una década. Hoy, como diría el trovador Silvio Rodríguez, no es más que “un gobierno de difuntos y flores”. Se sostiene por el terror, la compra de conciencias y el fanatismo de unos pocos descerebrados. Podrá imponernos un fraude y torcer nuestra voluntad con artimañas, artilugios y corruptelas. Pero está condenado al abismo.

Lo sabe hasta Fidel Castro, que tiembla en su agonía. Ya lo ansió el diputado de la trova: Ojala que no pueda tocarte ni en canciones.

sanchez2000@cantv.net

 
 

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