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El patético y desalmado amor del teniente coronel
por Antonio Sánchez García
miércoles, 11 octubre 2006

 

Chávez está aterrado. Y da un paso atrás y hacia la derecha, como lo ha hecho antes de cada proceso electoral

 

            “No me engañáis, aunque de rojo vistáis” – le decía el mosquetero Cantinflas al Cardenal Richelieu en su maravillosa sátira de la obra de Alejandro Dumas. Lo he recordado al ver al caudillo granate disfrazado de azul, esgrimiendo una ramita de olivo en una mano y sosteniendo una blanca palomita amaestrada en la otra. Bien podríamos parafrasear a Mario Moreno diciéndole: “Yo te conozco mosco y aunque de azul vistáis,  no me pitáis”.

 

            Es tarde para remendar el entuerto de ocho años de delirios revolucionarios, de extremismo visceral, de entreguismo fidelista y guerrillas continentales. Ha corrido demasiada sangre, ha regalado demasiado dinero ajeno, ha provocado demasiadas ruinas y demasiados sufrimientos como para creer que volveremos a caer seducidos por los cantos de sirena de sus alitas en los hombros y sus laureles plateados en las sienes. A Chávez se le ven las pezuñas debajo de su azulada piel de cordero. Y la sangre inocente debajo de sus guantes de terciopelo.

 

            ¿Por qué este violento giro al centro de quien ha hecho de la izquierda mundial su guarida? ¿Por qué este súbito pacifismo en Nicolás Maduro, el mismo que hace unos días armaba una gigantesca alharaca en Nueva York culpando al imperialismo norteamericano de todos nuestros males y hoy se rasga las vestiduras criticando a sus socios norcoreanos por haber hecho explotar una bomba nuclear?

 

            La razón es clara como el agua: Chávez está aterrado. Y da un paso atrás y hacia la derecha como lo ha hecho antes de cada proceso electoral. A ver si emborracha a la clase media y la lleva a bajar la guardia. A ver si abre las llaves de seguridad y deja escapar la presión insoportable de una mayoría que no se lo cala más. Pero esta vez con un inevitable agravante: la oposición está unida, tiene un rostro popular, está blindada contra la demagogia telenovelera y está dispuesta a cobrarle muy caro el desastre de esta pesadilla.

 

            La jugada sigue un guión como dictado en La Habana por Fidel Castro: “pide perdón Hugo, arrodíllate, que ese pueblo es bolsa y todo lo olvida”. Pero precisamente por seguir al consejero: ha ido demasiado lejos. No hay vuelta atrás. Peor aún: vistiendo de azul descuida a sus franelas rojas, sometidos al asalto de Mi Negra. De modo que la movida puede salirle al revés.  

 

            Va palo abajo. Lo esperaremos en la bajadita.

sanchez2000@cantv.net

 
 
 
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