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Argumentos para el Sí
por Eli Bravo

viernes, 9 julio 2004


Para H. el temor es que no reciba otro microcrédito y el trabajo de lo últimos 4 años se pierda, tal y como le dicen sus amigos de partido. Aunque no vive mejor que antes, al menos tiene su pequeña empresa y la sensación de dignidad le llena los huecos en la nevera. Cuando ve a sus hijos en el espacio que han acondicionado para trabajar  en casa, piensa que al menos les dejará algo para que salgan adelante. También piensa que adelante es un lugar incierto, pero en el barrio siempre ha sido así: el futuro es una promesa incumplida. No cree en el presente que está viviendo, pero al menos se ha materializado en una maquinaria y algo de trabajo, cuando hay.

            Lo que H. necesita es alguien que le diga: lo que has logrado es gracias a tu trabajo y tendrás la oportunidad de llegar más allá.

            El caso de J. es otro. Entró al ministerio hace 8 años gracias a un tío que trabajaba allí y recién se jubiló. De carácter tranquilo y algo tímido, prefiere callar cuando se habla de política para no revelar su débil compromiso con la revolución. Ha asistido a dos actos masivos en la avenida Bolívar, por curiosidad y para ser visto por sus colegas, y las palabras del presidente le despiertan un calorcito que se disipa al ver a sus hermanos desempleados. Es uno de esos que puede decir que está más o menos, y su temor, es que una movida de mata lo deje en la calle. Él solo quiere hacer su trabajo, y como su tío, aprovechar el puesto para construirse una casita en el interior.

            A J. solo le hace falta un empujoncito, alguien que le diga: tu carrera será respetada, no habrá pase de factura.

            En la cabeza de P. ya no cabe tanto ruido. Por eso no compra prensa y ve solo cable. Siente que hay una histeria colectiva, que en lugar de razones se gritan pasiones, que en la obcecación por sacar al presidente se olvidó lo que viene después. Asistió a varias marchas en Parque del Este, pero después de escuchar los discursos en la tarima y discutir con la gente porque decirle monos a los chavistas le parecía un clasismo inaguantable, prefirió quedarse en casa. Al escuchar al presidente que insulta su inteligencia, le parece que las movidas en la Asamblea son un atropello, pero no puede dejar de sentir cierta simpatía por ese discurso de inclusión y justicia social. Le basta asomarse por la ventana para saber que hay más verbo que hechos, pero del lado contrario nada la seduce. Ha pensado quedarse en casa el 15.

            Con P. es cuestión de darle argumentos. Sin gritar, sin atacar. Un discurso capaz de desmontar los estereotipos, de reconocer los aspectos positivos del otro y hacerlos suyos.

            Quizás la situación de M. sea muy común. En el cerro no había médico y ahora si hay. Que sea cubano poco le importa, lo cierto es que le curó a dos muchachos y es un tipo simpático. El mayor se metió en una de las misiones y sacó bachillerato. Los reales hacían falta en casa porque la cosa esta mala, por eso le agradece al presidente que se ocupe de los pobres. Pero la cosa está mala, es verdad, y el gobierno promete pero no cumple. Todos dicen que la oposición los va dejar por fuera, que los ricos volverán al poder y ellos seguirán abajo. Ella lo que quiere es harina para las arepas y que los muchachos consigan trabajo. Quien se lo de, tiene su voto.

            Para M. y muchas otras falta quien le diga: las cosas buenas que llegaron al barrio ahí se quedarán y en el futuro tú serás la prioridad.

            Hoy la Coordinadora Democrática presenta el Plan Consenso País, su programa de gobierno para la transición. Finalmente aparece la oferta clara después de Chávez. Para los convencidos será una razón más para votar. Para los indecisos, los que dudan, los desencantados, serán los argumentos para el SI. Pensar que los niveles de popularidad de Chávez son simple producto de la compra de voluntades es querer ver la realidad a través del lente que más conviene. Lo cierto es que su discurso pugnaz, intolerante, hegemónico y contradictorio ha logrado disfrazarse con mantos programáticos. Ahora es el turno de la oposición para no solo hablarle a su gente, sino lanzar la red más allá, donde están los que pueden inclinar la balanza a favor.                                                                                                         Imprima el artículo Subir Página