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Martín Espinosa y la vesánica Lina Ron
por Angel Rivero
domingo, 23 agosto 2008


Dado su precario conocimiento de la historia, que no pasa de la lectura mal digerida, de la Venezuela Heroica de Eduardo Blanco y sin una formación política que le diera soporte ideológico a su sueño de convertirse en dictador, Hugorila recurrió a un bodrio de su invención que llamó El Árbol de Las Tres Raíces. Saco de gatos donde enmochiló a Bolívar, Simón Rodríguez y Zamora, para usarlos como el señuelo que atraería a todo tipo de aventureros, sin más estatura moral que la ambición y la falta de escrúpulos donde se colaron militares de la catadura de Ramón Rodríguez Chacín, delincuentes civiles como la Lina Ron, y el taimado José Vicente Rangel.

Hugorila se apropió del prestigio de Bolívar, para erigirse en su heredero y dejó en el camino a Simón Rodríguez porque no entendía eso del humanismo civilista, que tanto predicaba el maestro del Libertador. Zamora tuvo mejor suerte, por era el motor del odio de clases, que le inculcó, el demagogo Antonio Leocadio Guzmán, razón por la que Hugorila lo convirtió en el paradigma de las huestes sanguinarias de su izquierda disociada.

Fue así como Lina Ron, su más virulenta seguidora encontró sin saberlo su símil en la historia, entre las hordas de Ezequiel Zamora: el criminal Martín Espinosa, un ex bonguero de El Pao, de quien Zamora decía: “el odio represado en el zambo es nuestro mejor aliado”. Un violador de mujeres a las que decapitaba, después que sus trece fieras, como llamaba a sus lugartenientes, saciaban sus bajos instintos. Martín Espinosa y Tiburcio, su brujo particular, han sido señalados como los peores asesinos en la historia de nuestras contiendas civiles.

Al grito “¡Mueran los blancos y los que sepan leer y escribir!”, este par de criminales reclutó negras muchedumbres que llenaron de espanto la guerra federal. Ante su proximidad y la de sus hordas, los godos se batían en fuga sin combatir. Sin embargo, la conducta de Espinosa y su cancerbero, no sólo era sólo reprobada por el enemigo, sino también por los de su bando. Tantos desmanes hicieron que Zamora terminara fusilándolo junto con sus trece lugartenientes con nombres de fieras.

Algo a lo Hugorila no le dio importancia porque en los crímenes de Martín Espinosa había encontrado el origen de su odio de clases. La verdadera piedra angular de su resentimiento social, que convirtió en su doctrina. Hallazgo que la delincuente Lina Ron llevó la praxis, en los asaltos al rectorado de la UCV, al Palacio Arzobispal y a Globovisión. Impunidad que estimulan otros delincuentes como Valentín Santana que ven en la ferocidad de Lina la reencarnación de Martín Espinosa, por considerarla una de las ideólogas más talentosas de las hordas chavistas. ¿Alcanzará Lina Ron y sus secuaces, un castigo ejemplarizante cómo el que mereció Martín Espinosa y sus trece fieras? 

Ref. Herrera Luque, Francisco. Los 4 reyes de la baraja.


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