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Chávez e Israel 
por Aníbal Romero  
miércoles, 21 enero 2009


En sus Reflexiones sobre la cuestión judía Jean Paul Sartre sostuvo que el antisemitismo es una visión racista y conspirativa de la historia y una pasión enfermiza del espíritu. De su lado, Paul Johnson ha argumentado que el antisemitismo daña sicológicamente a individuos y sociedades enteras que lo asumen, como ocurrió a España el siglo XVI, a Alemania el siglo pasado y ahora al mundo árabe-musulmán frente al Estado de Israel. 

Todos los antisemitas se parecen pero no son iguales. Algunos procuran revestir su odio con un disfraz de racionalidad, otros se subordinan a una pasión oscura y no pocos son simplemente ciegos. Hugo Chávez pertenece a este último grupo, es decir, a los antisemitas que lo son pero no saben que lo son o no lo admiten. Con frecuencia el antijudaísmo ciego se esconde bajo la presunta distinción entre las políticas de Israel y “los verdaderos intereses del pueblo judío”, como lo expuso el Embajador de Venezuela ante la OEA en un reciente e infame discurso. 

El antisemitismo de Chávez proviene de sus extensos contactos con el ya fallecido sociólogo argentino, negador del Holocausto y agente del gobierno iraní Norberto Ceresole, cuya influencia ideológica sobre el caudillo venezolano ha sido más honda y prolongada de lo que se sospecha. Del antisemitismo de Chávez, que se suma a su antiyanquismo y vocación autocrática, surge la alianza del régimen bolivariano con Irán, alianza que tiene aspectos políticos, estratégicos y económicos.  

El avance hegemónico de Irán en el Medio Oriente y su programa nuclear constituyen una amenaza para Occidente en su conjunto, no sólo para Israel. Una vez que adquiera el arma atómica un Irán fundamentalista desestabilizará la región, acrecentará su apoyo al terrorismo a nivel internacional y estará en capacidad de crear a su antojo convulsiones dirigidas a aumentar los precios del petróleo. Chávez ha escogido un aliado que podría además arriesgarse a importar a territorio venezolano armas ofensivas, con rango suficiente para alcanzar territorio continental estadounidense. Entretanto, los militares venezolanos viven en el pasado y desconocen los peligros que enfrentan. 

La ruptura de relaciones diplomáticas con Israel pone de manifiesto el doblez de un régimen que jamás ha condenado a Teherán, Hamas y Hezbolá por su rechazo a reconocer al Estado judío y por su intención de aniquilarle. Desgraciadamente Chávez no está sólo. El antijudaísmo crece en Europa, en particular en España, Francia e Inglaterra, acosadas por el miedo al radicalismo islámico y a las comunidades musulmanas que albergan en su seno, y complacidas de cuestionar con duplicidad a Israel porque se atreve, como es su obligación hacerlo, a defender a sus ciudadanos de un diario hostigamiento. No pocos medios de comunicación europeos tratan a Israel de “genocida”, asimilando el Holocausto a la lucha del Estado judío por su supervivencia. Europa pretende lavar sus culpas anteriores criticando a Israel y fingiendo un balance que oculta un inconfesable fariseísmo. 

El Estado judío tiene derecho a existir, pero el mundo árabe en general y los palestinos en particular no se han reconciliado con ello. Una paz estable y duradera jamás será posible en tanto grupos como Hamas y Hezbolá, así como Estados radicales como Irán y Siria no abandonen su objetivo de destruir a Israel. La hipocresía mundial en torno a este hecho central y clave no debe desalentar al pueblo judío y sus dirigentes, que tienen la solidaridad de numerosas personas que respetamos su coraje en medio de tantas adversidades.

 
 

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