Sorprende el coro de alabanzas
hacia Lula da Silva que emana de las plumas de
articulistas de la “oposición” venezolana. Por lo visto
olvidaron que Lula ha sido y sigue siendo un aliado clave
de Hugo Chávez, que le ha protegido siempre y le sirve de
alcahuete en cuanto espacio diplomático encuentra. Esta
línea de conducta fue ratificada durante el reciente
encuentro Lula-Obama, que el Presidente brasileño usó para
solicitar al despistado y blandengue mandatario
norteamericano “acercarse” a Venezuela, Cuba y Bolivia.
¿Acercarse para qué, uno se pregunta, en qué términos, y
exigiendo qué a cambio? ¿Y cómo quedará la oposición en
medio de tal acercamiento?
Si mi memoria no falla, hace pocas semanas Lula calificó
el referéndum del pasado 15 de febrero, en el que su
comparsa venezolano aplastó la Constitución y amarró su
reelección eterna, como un gran logro y flamante ejemplo
de pulcritud democrática. Pero esto no cala en los
corazones de izquierda de nuestros comentaristas de
“oposición”, que se derriten por Lula ya que el brasileño
proclama el socialismo y el antiimperialismo, coqueteando
con Castro y apoyando a los movimientos subversivos del
Foro de Sao Paulo.
Lo que más asombra es que estos articulistas, siempre tan
dispuestos a condenar a Washington (en particular si el
Presidente de turno es Republicano), jamás explican qué es
lo que deberían hacer Fidel, Hugo y Evo para compensar las
aún hipotéticas concesiones de una más “razonable”, y
“ponderada” (es decir, débil y entreguista) política
estadounidense hacia los dictadores de Cuba, Venezuela y
Bolivia. ¡Pongan fin al embargo!, es la consigna que
nuestros articulistas de “oposición” repiten, pero pocas
veces se explayan sobre la tiranía en Cuba, y sus tenues
críticas a Castro (cuando las hacen) suenan a melodía
romántica.
Buena parte de la llamada “oposición” venezolana es de
izquierda, y ello explica sus dificultades para ofrecer
una opción frente a Chávez en los planos interno e
internacional. En días recientes observé a uno de estos
dirigentes de “oposición” en un programa de TV, en el que
cuestionó a Chávez por no promover “el socialismo sino un
capitalismo de Estado”. En otras palabras, nuestro
dirigente de “oposición” argumentó que él es el verdadero
socialista y Chávez un impostor. De modo que en Venezuela
tendremos que escoger entre el socialismo “bueno” (de
oposición), y el “malo” de Chávez, pero socialismo será lo
que al fin y al cabo tendremos.
Semejante enredo ideológico y torpeza táctica es lo que
enferma a la oposición venezolana, y le impide confrontar
al régimen con una agenda alternativa y una oferta
política distinta. En el plano internacional, esta
“oposición” no acaba de entender que Lula y sus
empresarios brasileños son enemigos de la democracia y la
libertad en Venezuela, aprovechadores que merecen nuestro
más hondo desprecio, al igual que el par de forajidos que
gobiernan Argentina, la comunista disfrazada Bachelet (que
se desvive por una foto con Castro), y el resto de
deleznables mandatarios de la región, que han sido
incapaces de enfrentar las tropelías de Chávez y sólo se
preocupan por acceder a los petrodólares venezolanos.
Esa izquierda “buena” que ahora manda en América Latina,
la de Lula, Bachelet y Kirschner, es tan nefasta como la
de Chávez, Morales y Ortega, aunque se vista con otros
ropajes. Un Rómulo Betancourt les habría denunciado sin
equívocos, pero ya no hay en el continente estadistas con
esa claridad conceptual y coraje político. Tenemos que
conformarnos con payasos oportunistas como Lula.