Si bien es cierto que el abuso de poder y
la intimidación caracterizaron la reciente campaña
electoral del régimen, sería dañino para la oposición
atribuir el triunfo de Chávez exclusivamente a esos
factores. Debemos reconocer que Hugo Chávez es un demagogo
formidable, con inmensa capacidad de trabajo e innegables
dotes de comunicador político. Por otra parte, las
divisiones, rencillas y mezquindades continúan plagando a
no pocas individualidades y partidos en el campo
democrático.
Hemos avanzado de manera gradual y en medio
de grandes dificultades en la lucha contra un régimen
condenable, pero todavía existen significativos retos. El
primero consiste en comprender que a pesar de su
naturaleza autocrática, excluyente y represiva, el régimen
continuará buscando su legitimación a través del ejercicio
del voto, y la oposición requiere perseverar con su
estrategia de paulatina asfixia democrática. Los atajos y
otros actos de prestidigitación política deben ser
inequívocamente descartados.
En segundo término, la estrategia de
asfixia democrática aplicada al régimen chavista, necesita
de la unidad y coherencia comunicacional de todos los
principales partidos y dirigentes de oposición. Hasta
ahora, por duro que sea señalarlo, las principales cabezas
visibles del campo democrático proyectan una imagen
difusa, en ocasiones contradictoria, y no pocas veces
parecieran colocar sus intereses personales y los de sus
partidos por encima de lo que exige la lucha común contra
un adversario poderoso, hábil, y carente de escrúpulos.
No dudo que las crecientes dificultades
económicas y sociales deteriorarán paso a paso a Chávez y
su régimen, pero llama la atención que después de una
década de incompetencia, corrupción, desatinos y tropelías
de todo tipo Chávez preserve todavía el apoyo de tanta
gente. En no poca medida ello tiene que ver con las fallas
de la oposición y no primordialmente con las destrezas
políticas del caudillo “bolivariano”. Pienso que en el
campo democrático hemos tenido poca humildad para
reconocer nuestras deficiencias, aprender de los errores,
concentrar recursos donde más hacen falta, deponer
actitudes egoístas, desarrollar un mensaje y una visión
convincentes y creíbles para las mayorías, y concretar un
mecanismo de coordinación política que permita combatir en
el terreno electoral con cohesión y eficacia.
Tengo la impresión de que buen número de
figuras políticas y partidos de la oposición democrática,
se preocupan más por sus respectivos objetivos y los
posibles resultados de sus toldas que por los logros del
conjunto, en función del propósito de poner fin,
democráticamente, al régimen imperante. Ha sido en lo
fundamental el esfuerzo espontáneo de la sociedad civil,
ahora encabezada por la vanguardia del movimiento
estudiantil, lo que ha permitido que Chávez no termine de
cerrar el círculo del poder total, y deba acudir al
veredicto popular. Mas insisto: la contribución de la
dirigencia política y de los partidos es esencial, y es
aquí donde las grietas de la oposición se hacen patentes.
Es tiempo para un cambio real de actitud de
parte de los dirigentes políticos de oposición. Me temo
que están decepcionando a muchas personas de buena
voluntad, que no se han colocado en el plano que las
circunstancias demandan, y que ante los desafíos que se
avecinan resulta imperativo un supremo esfuerzo de unidad,
trabajo común, y coordinación carente de ruindades. El
porvenir del país en su conjunto es y siempre será más
importante que el futuro de cualquier individuo o partido
político.