El régimen imperante en
Venezuela está lleno de paradojas. Por un lado enarbola la
soberanía frente al imperialismo y por otro se subordina a
la Cuba castrista. Nunca antes un mandatario venezolano
había colocado a su nación y a sí mismo en tal estado de
dependencia, como lo ha hecho Hugo Chávez con respecto a
Fidel Castro. La educación, la salud, la política exterior
y de seguridad y defensa venezolanas son dirigidas desde
Cuba y supervisadas por cubanos. No obstante nuestro
caudillo pretende representar la liberación del pueblo.
Los voceros del régimen hablan de soberanía alimentaria,
pero nunca como ahora Venezuela había dependido más de las
importaciones en medio de la ruina de la agricultura y la
ganadería, asfixiadas por la demagogia de un régimen
corrupto y depredador.
En realidad, la tal “liberación” no es más que una
consigna para engañar a los ingenuos izquierdistas
europeos que aún creen en Chávez, pero en términos
concretos significa mayor opresión política. Venezuela es
empujada hacia una nueva versión del comunismo cubano,
centrado en el férreo control de las áreas estratégicas de
la vida social y el establecimiento de mecanismos que
garanticen la indefinida perdurabilidad en el poder de las
élites revolucionarias dominantes. El caudillo y sus
secuaces proclaman su amor por el pueblo pero en verdad
colocan a las grandes mayorías en condición de
servidumbre, haciéndolas depender de un Estado
todopoderoso que les cambia el pan por la fidelidad
política.
Lo que le falta al régimen es fervor genuino de parte de
sus presuntos seguidores. Si alguna vez Chávez y su
trágica revolución fueron objetos de fervor, ese tiempo ya
concluyó. Lo que ahora existe es resignada sumisión, que
se observa en los rostros de las pobres gentes que el
régimen moviliza a sus actos de masas, vistiéndoles con
las franelas rojas de una renovada esclavitud. El modelo
bolivariano se traduce en unas élites que dominan y unas
masas sumisas, a las que se quiere dejar en permanente
situación de pobreza y dependencia.
El despotismo de Chávez es inocultable y se hará día a día
más patente, a pesar de lo que digan mentirosos y
oportunistas como Moratinos, Lula, Bachelet, y todo el
resto de desvergonzados alcahuetes de la izquierda
internacional.
Ahora bien, este despotismo no podría existir y
consolidarse sin el respaldo militar del que en efecto
disfrutan el caudillo y sus acólitos civiles. La izquierda
resentida y vengativa que nos gobierna sobrevive gracias
al apoyo de un sector castrense entregado al proyecto de
cubanización de la vida venezolana. Por ello me parece
importante advertir a los militares venezolanos, como
profesor que fui durante más de dos décadas en sus
institutos de formación profesional, que la FAN no puede
ni podrá eludir su responsabilidad por las terribles
consecuencias del rumbo actual de Venezuela, arrastrada
por la ambición y el delirio de un hombre que llegó al
poder con un mensaje de cambio democrático, ocultando
deliberadamente su intención real, que no era otra que
imponer el comunismo castrista.
Mi propósito en estas líneas es hacer explícito y a tiempo
un testimonio, y salvar mi responsabilidad personal como
docente que fui de varias generaciones de oficiales. Los
abusos del régimen, su alianza con los terroristas de las
FARC y del Medio Oriente, sus violaciones a los derechos
humanos fundamentales y su empeño de hundir a Venezuela en
el abismo comunista, no podrán ser desconocidos por
nuestros militares cuando llegue la hora de hacer
justicia. Y nada dura eternamente.