No existe un dictador que no
crea que el día de su llegada al poder es el momento del
comienzo de la historia del infeliz país que cayó en sus
fauces.
En una calamidad de este tipo
quedó oficialmente inaugurada en nuestra historia el 27 de
abril de 1870, con la llegada al poder del vanidoso Guzmán
Blanco, quien de inmediato hizo lo imposible por meterse en
el uniforme de Bolívar, a pesar de tener una estatura mayor
a la media del venezolano de esa época, pero él se empeñó en
ser más grande que el Libertador. Así comenzó su locura
detrás de la gloria, más allá de las generaciones.
Aupado por sus aduladores,
Guzmán consagró ese día como el inicio de una nueva era y
bautizó al mes con el pomposo nombre de “La Revolución de
Abril” y el mismo se autonombró “El héroe de Abril”, al
frente de una montonera, que en breve escaramuza, tomó el
poder y no lo soltó en 18 años.
Las fuerzas vivas se arrojaban a
sus pies, a medida que el país entraba en una inusitada
bonanza que le sirvió -al igual que el petróleo a Chávez-
para elevar su ego y lo convirtió en nuestro primer dictador
que se creyó la última Coca cola del desierto.
Pero, este no fue el único loco
en reclamar su día de asueto, el delirante Cipriano Castro,
consagró como feriado, el 23 de mayo de 1899 porque ese día
comenzó – a su juicio- la segunda Campaña Admirable. Por
ocho años, Venezuela vivió la vergüenza de la adulación y no
hubo pueblo que no erigiera su arco de triunfo en honor a
San Cipriano, el día de la conmemoración de la fecha del
comienzo de la montonera andina, que cruzó el río Táchira en
el extremo del país y se apersonó en Caracas para asaltar la
Casa Amarilla.
Más calmado que el tumultuoso
Cabito -como Judas- el taimado Juan Vicente Gómez soñaba con
su día de asueto, que recordara a la posteridad la puñalada
por la espalda a su compadre, hasta que llegó su gloria el 9
de diciembre de 1908.
Tener su día feriado es un vicio
de todo dictador militar, que obnubiló, que sucumbió Pérez
Jiménez cuando decretó el 2 de diciembre, de 1952, como día
de su intención de gobernar para siempre. Sin oler la
pólvora y sin siquiera inaugurar una letrina, Chávez,
reclamó su asueto y ahora estrenó su 2 de febrero de 1999.
¿Sabrá que a los dictadores nadie los recuerda cuando salen
del poder.