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El día de asueto de los dictadores
por Angel Rivero
domingo, 8 febrero 2009


No existe un dictador que no crea que el día de su llegada al poder es el momento del comienzo de la historia del infeliz país que cayó en sus fauces.

En una calamidad de este tipo quedó oficialmente inaugurada en nuestra historia el 27 de abril de 1870, con la llegada al poder del vanidoso Guzmán Blanco, quien de inmediato hizo lo imposible por meterse en el uniforme de Bolívar, a pesar de tener una estatura mayor a la media del venezolano de esa época, pero él se empeñó en ser más grande que el Libertador. Así comenzó su locura detrás de la gloria, más allá de las generaciones.

Aupado por sus aduladores, Guzmán consagró ese día como el inicio de una nueva era y bautizó al mes con el pomposo nombre de “La Revolución de Abril” y el mismo se autonombró “El héroe de Abril”, al frente de una montonera, que en breve escaramuza, tomó el poder y no lo soltó en 18 años.

Las fuerzas vivas se arrojaban a sus pies, a medida que el país entraba en una inusitada bonanza que le sirvió -al igual que el petróleo a Chávez- para elevar su ego y lo convirtió en nuestro primer dictador que se creyó la última Coca cola del desierto.

Pero, este no fue el único loco en reclamar su día de asueto, el delirante Cipriano Castro, consagró como feriado, el 23 de mayo de 1899 porque ese día comenzó – a su juicio- la segunda Campaña Admirable. Por ocho años, Venezuela vivió la vergüenza de la adulación y no hubo pueblo que no erigiera su arco de triunfo en honor a San Cipriano, el día de la conmemoración de la fecha del comienzo de la montonera andina, que cruzó el río Táchira en el extremo del país y se apersonó en Caracas para asaltar la Casa Amarilla.

Más calmado que el tumultuoso Cabito -como Judas- el taimado Juan Vicente Gómez soñaba con su día de asueto, que recordara a la posteridad la puñalada por la espalda a su compadre, hasta que llegó su gloria el 9 de diciembre de 1908.

Tener su día feriado es un vicio de todo dictador militar, que obnubiló, que sucumbió Pérez Jiménez cuando decretó el 2 de diciembre, de 1952, como día de su intención de gobernar para siempre. Sin oler la pólvora y sin siquiera inaugurar una letrina, Chávez, reclamó su asueto y ahora estrenó su 2 de febrero de 1999. ¿Sabrá que a los dictadores nadie los recuerda cuando salen del poder.


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