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Militares y política exterior en la revolución bolivariana
Ponencia del profesor Aníbal Romero presentada en el marco de las Jornadas sobre Venezuela, organizadas por la Cátedra Bolívar de la Universidad de Santiago de Compostela,  España, 21 y 22 de mayo 2008. 


La caracterización del llamado proceso revolucionario bolivariano en Venezuela se vincula al papel de la institución militar en el mismo. Este papel de los militares ha sido y sigue siendo ambiguo y paradójico y el proceso bolivariano también lo es. De un lado la revolución bolivariana profundiza el capitalismo de Estado sustentado en la renta petrolera y de otro lado procura desarrollar una economía socialista, que sólo sobrevive gracias a los subsidios del gobierno. Por una parte la revolución proclama que su objetivo es una democracia participativa pero por otra promueve y acentúa el personalismo político. Se aspira que de los cambios en camino surja un “hombre nuevo” pero a la vez el Estado asume cada día mayor control sobre la economía, haciendo a gran parte de la población dependiente de la voluntad y caprichos de los que controlan el poder político. El discurso y la bandera anti-imperialistas son enarbolados de modo sistemático como símbolos y guías para la acción y sin embargo la mayor parte del petróleo es vendido a los Estados Unidos. El gobierno revolucionario pretende preservar relaciones normales con los países del hemisferio pero paralelamente alienta a docenas de grupos y organizaciones radicales a lo largo y ancho del continente americano, desde México a Bolivia y desde Colombia a Paraguay, interviniendo en la política interna de otras naciones.

Los mandos militares, de su lado, comandan una estructura castrense tradicional equipada y adiestrada para la guerra convencional, mientras el régimen adquiere novedosos y sofisticados sistemas de armas para la Fuerza Armada, pero a la vez algunos voceros militares dicen estar preparándose para la guerra asimétrica y no-convencional a objeto de resistir con éxito una invasión extranjera contra Venezuela. Al aparato militar tradicional se suman ahora dos fuerzas independientes y presuntamente complementarias, la Guardia Territorial y la Reserva Nacional, destinadas en teoría a la guerra asimétrica pero que la oposición describe como milicias partidistas armadas. En ocasiones los jefes militares venezolanos exaltan la capacidad de la institución y sus miembros para manejar exitosamente un Estado moderno, pero en otras oportunidades asocian el destino del país a una versión modificada del fracasado experimento socialista cubano.

¿Cuál es el origen de estas contradicciones y qué las explica? En lo que sigue argumentaré que el proceso bolivariano se ha caracterizado desde sus inicios, que se remontan a los golpes de Estado del año 1992, por la coexistencia de dos proyectos político-militares de tendencias antagónicas y en el fondo incompatibles. Por una parte un proyecto que combina en extraña mezcla elementos tecnocráticos y mesiánicos y que califico de nasserista, como luego comentaré. Por otra parte un proyecto socialista-radical, nacidos ambos dentro del sector castrense y que han ido decantándose con el paso de los años. Hoy esos proyectos conviven en medio de un equilibrio precario, alimentados por el poder económico del Estado y el control militar del mismo, así como por el liderazgo de Hugo Chávez y su función bonapartista, en el sentido que al término han dado autores marxistas como Trotski, Gramsci y el propio Marx y que discutiré más adelante.

En otras palabras, el hecho que tales proyectos político-militares hayan perdurado y se hayan desarrollado sin que alguno de ellos se imponga finalmente de modo decisivo, encuentra su explicación en las peculiaridades de la economía y la sociedad venezolanas, así como en la naturaleza de la confrontación política estos pasados años. En diferentes circunstancias tendría que haberse producido una decisión clara, pero en Venezuela esa decisión se posterga gracias, entre otros factores, al poder económico del Estado y al control militar del gobierno, que permiten atenuar los conflictos de la sociedad en general y dentro del propio mundo castrense en particular. Los militares mandan en Venezuela, con todo lo que ello implica en términos de acceso corporativo a un Estado rico que día tras día extiende sus controles sobre la economía, beneficiando prioritariamente a los que detentan el poder político.

La dinámica de los eventos a lo largo de nueve años de presunta “revolución” arroja un saldo que a veces luce confuso, pero que me parece lo suficientemente claro como para sostener que en Venezuela existe una autocracia militarizada, en la que continúan debatiéndose dos proyectos de conducción nacional impulsados por facciones militares que no terminan de definir una irrevocable hegemonía. Es una autocracia pues el poder se concentra principalmente en una persona, y si bien existen una Constitución y leyes las mismas se hallan sujetas finalmente al arbitrio de quien detenta el poder. Es militarizada pues el sostén principal del régimen y su líder se encuentra en la lealtad, siempre tenue, de un estamento castrense heterogéneo, un número sustancial de cuyos miembros ejerce funciones de gobierno y en cuyo seno prosigue una soterrada disputa entre dos visiones del país.

¿Cuáles son esos proyectos militares, qué cambios ha experimentado la institución castrense venezolana, qué ha pretendido hacer Hugo Chávez, qué ha logrado hasta el presente y hacia dónde podrían dirigirse los acontecimientos en los tiempos por venir?, son algunas de las interrogantes que abordaré a continuación.

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