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Petróleo y geopolítica 
por Aníbal Romero  
miércoles, 28 mayo 2008


Debemos admitirlo: somos en general de memoria corta. Ante el acentuado aumento de los precios del petróleo comienza a cundir el pánico entre los analistas, que no recuerdan crisis anteriores. También en los años setenta y ochenta del pasado siglo se estremeció el mercado petrolero y los pronósticos geopolíticos eran aún más sombríos. Sin embargo el mundo occidental, capitalista y democrático no hizo sino fortalecerse. Estoy convencido que ocurrirá lo mismo como resultado de las actuales sacudidas.

¿Qué pasó después de la guerra de 1973 en el Medio Oriente y de la cruel confrontación entre Irán e Iraq? Cabe resaltar dos hechos. En primer lugar, una enorme masa de dinero fluyó hacia los países productores de petróleo, todos los cuales, sin excepción, preservan sus rasgos de sociedades atrasadas y dependientes de un solo producto para sobrevivir y prosperar. En segundo lugar, las naciones capitalistas avanzadas del norte de América y Europa aprendieron a ser más eficientes en el consumo de energía derivada del petróleo, intensificaron su avance tecnológico y multiplicaron la riqueza generada por el trabajo y la innovación.

El oro negro sigue contaminando a los países que le poseen, países gobernados por monarquías reaccionarias (Arabia Saudita), satrapías orientales (Libia), o autocracias militarizadas y retrógradas (Rusia, Venezuela y Nigeria, entre otras). El dinero fácil continúa llenando sus tesorerías y los bolsillos de sus gobernantes, pero se trata de sociedades desiguales y estériles que carecen de las capacidades para superar con éxito los retos de la modernidad. En particular, los países de la OPEP no podrían solventar una caída de precios en el corto o mediano plazo sin experimentar severas turbulencias sociales.

La única novedad en el ámbito geopolítico, a decir verdad, es el programa nuclear iraní, cuyo futuro sigue en duda y que probablemente traerá más desgracias que beneficios al sufrido pueblo de esa nación. ¿Cuánta de esa tecnología es resultado del esfuerzo de las Universidades y otros institutos científicos de Irán y qué parte ha sido comprada e importada? ¿Qué utilidad tendrá semejante proyecto en la mejora de la existencia cotidiana de la población? No demasiada, me atrevería a apostar.

El choque sicológico y económico de los elevados precios de hoy tendrá efectos saludables sobre el capitalismo, y conducirá a cambios significativos tanto en materia tecnológica como de conducta social. Ya es hora que las naciones avanzadas del globo reduzcan su dependencia de Estados y gobiernos atrasados e irresponsables como los que conforman la OPEP, y minimicen el dañino flujo de petrodólares hacia naciones que despilfarran el dinero o lo utilizan para desestabilizar el sistema internacional, como lo hizo Libia en su momento y ahora lo hacen Irán y Venezuela. Lejos de ser un factor negativo, los altos precios del petróleo son una bendición a mediano y largo plazo para las grandes democracias occidentales, y de manera especial para Estados Unidos.

Los opulentos, desinformados e ingenuos electorados occidentales llevan a cabo su aprendizaje político a través de sus bolsillos, y el precio de la gasolina les obligará a dejar de lado los inmensos automóviles e insaciables motores que les hipnotizan y que se traducen en millones de dólares para los jeques árabes y tiranuelos como Putin y Chávez. La transición a una existencia con menos petróleo será difícil pero no será mortal, y abrirá las puertas a una nueva etapa del capitalismo y la democracia, que vislumbro con optimismo. En cambio, a los petro-Estados les aguarda sin remedio el conocido abismo de una dependencia todavía más profunda y degradante.

 
 

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