Debemos
admitirlo: somos en general de memoria corta. Ante el
acentuado aumento de los precios del petróleo comienza a
cundir el pánico entre los analistas, que no recuerdan
crisis anteriores. También en los años setenta y ochenta
del pasado siglo se estremeció el mercado petrolero y los
pronósticos geopolíticos eran aún más sombríos. Sin
embargo el mundo occidental, capitalista y democrático no
hizo sino fortalecerse. Estoy convencido que ocurrirá lo
mismo como resultado de las actuales sacudidas.
¿Qué pasó después de la guerra
de 1973 en el Medio Oriente y de la cruel confrontación
entre Irán e Iraq? Cabe resaltar dos hechos. En primer
lugar, una enorme masa de dinero fluyó hacia los países
productores de petróleo, todos los cuales, sin excepción,
preservan sus rasgos de sociedades atrasadas y
dependientes de un solo producto para sobrevivir y
prosperar. En segundo lugar, las naciones capitalistas
avanzadas del norte de América y Europa aprendieron a ser
más eficientes en el consumo de energía derivada del
petróleo, intensificaron su avance tecnológico y
multiplicaron la riqueza generada por el trabajo y la
innovación.
El oro negro sigue
contaminando a los países que le poseen, países gobernados
por monarquías reaccionarias (Arabia Saudita), satrapías
orientales (Libia), o autocracias militarizadas y
retrógradas (Rusia, Venezuela y Nigeria, entre otras). El
dinero fácil continúa llenando sus tesorerías y los
bolsillos de sus gobernantes, pero se trata de sociedades
desiguales y estériles que carecen de las capacidades para
superar con éxito los retos de la modernidad. En
particular, los países de la OPEP no podrían solventar una
caída de precios en el corto o mediano plazo sin
experimentar severas turbulencias sociales.
La única novedad en el ámbito
geopolítico, a decir verdad, es el programa nuclear iraní,
cuyo futuro sigue en duda y que probablemente traerá más
desgracias que beneficios al sufrido pueblo de esa nación.
¿Cuánta de esa tecnología es resultado del esfuerzo de las
Universidades y otros institutos científicos de Irán y qué
parte ha sido comprada e importada? ¿Qué utilidad tendrá
semejante proyecto en la mejora de la existencia cotidiana
de la población? No demasiada, me atrevería a apostar.
El choque sicológico y
económico de los elevados precios de hoy tendrá efectos
saludables sobre el capitalismo, y conducirá a cambios
significativos tanto en materia tecnológica como de
conducta social. Ya es hora que las naciones avanzadas del
globo reduzcan su dependencia de Estados y gobiernos
atrasados e irresponsables como los que conforman la OPEP,
y minimicen el dañino flujo de petrodólares hacia naciones
que despilfarran el dinero o lo utilizan para
desestabilizar el sistema internacional, como lo hizo
Libia en su momento y ahora lo hacen Irán y Venezuela.
Lejos de ser un factor negativo, los altos precios del
petróleo son una bendición a mediano y largo plazo para
las grandes democracias occidentales, y de manera especial
para Estados Unidos.
Los opulentos, desinformados e
ingenuos electorados occidentales llevan a cabo su
aprendizaje político a través de sus bolsillos, y el
precio de la gasolina les obligará a dejar de lado los
inmensos automóviles e insaciables motores que les
hipnotizan y que se traducen en millones de dólares para
los jeques árabes y tiranuelos como Putin y Chávez. La
transición a una existencia con menos petróleo será
difícil pero no será mortal, y abrirá las puertas a una
nueva etapa del capitalismo y la democracia, que vislumbro
con optimismo. En cambio, a los petro-Estados les aguarda
sin remedio el conocido abismo de una dependencia todavía
más profunda y degradante.