La
jornada electoral del día de ayer en Estados Unidos puso
de manifiesto, entre otras tres cosas. Primero, el vigor
de la democracia norteamericana sigue estando fuera de
duda. Segundo, los dos grandes partidos del sistema
todavía deben avanzar un trecho para definir sus
candidatos de manera definitiva, aunque John McCain parece
tener las de ganar del lado republicano. Tercero, la
ausencia de una definición sugiere que el electorado
todavía se siente confuso sobre las propuestas y rasgos
personales de las principales figuras en la contienda. En
particular pienso que estas dificultades son
particularmente relevantes en el bando demócrata. Si bien
Hillary Clinton tiene gran apoyo entre la militancia del
partido, el electorado independiente preserva grandes
dudas sobre ella; además, es bien sabido que su figura
polémica, asociada inevitablemente a la de su esposo, es
intensamente repudiada por los republicanos en todo el
país. De modo que Hillary Clinton encuentra serios
obstáculos para ir mas allá de su propio partido,
conquistar el centro independiente y hasta morder un poco
del electorado republicano.
De su lado,
el senador Obama demostró en términos concretos,
triunfando en buen número de estados, que el entusiasmo
que ha generado su candidatura en diversos sectores es
real, y no es en modo alguno descartable que pueda
convertirse eventualmente en el candidato presidencial
demócrata. No obstante su proyección política sufre de
algunas limitaciones. El hecho de ser un afroamericano con
verdaderos chances de luchar por la presidencia le genera
adhesiones y resistencias. Su personalidad fresca,
excelente oratoria y habilidad para despertar el idealismo
de los jóvenes suman a su favor, pero la inmensa novedad
que significaría un presidente de color en Estados Unidos
es quizás aún difícil de asimilar para muchos. Es de hacer
notar que al senador Obama pareciera resultarle bastante
complicado obtener el apoyo de los latinos en los Estados
Unidos. Es igualmente cierto que su discurso se mueve en
un plano bastante abstracto, y su competencia en materias
como la política exterior y de defensa nacional deja
bastante que desear.
Con
relación al partido republicano, el evento sin lugar a
dudas más significativo es la resurrección política de
John McCain, que no ha ocurrido por obra de azar. McCain
se ha convertido en el favorito para ganar la nominación
republicana solo pocos meses después que la mayoría de los
observadores y comentaristas anunciaran su defunción
política. El retorno de McCain tiene que ver en parte con
su coraje al haber exigido al presidente Bush un cambio de
estrategia militar en Irak. A lo anterior se suma el hecho
que esa estrategia está dando resultados positivos.
Debemos añadir igualmente su voluntad de mantener siempre
una posición política autónoma, a pesar de que en
ocasiones ello le ha ocasionado roces con sus aliados en
el partido republicano. Un ejemplo de esto último ha sido
la línea personal de McCain en materia de inmigración. En
este terreno el senador de Arizona no ha temido unirse a
conocidos izquierdistas como Ted Kennedy para buscar una
reforma en las leyes de inmigración, que sea a la vez
compasiva, razonable y eficaz. Esta línea independiente
tiene sus costos, pues los sectores mas conservadores del
republicanismo siguen cuestionando severamente a McCain.
Ahora bien,
creo que si el partido republicano selecciona a McCain
como su abanderado para las elecciones de noviembre será
capaz de ofrecer una gran pelea a los demócratas. Al menos
por los momentos el viento sopla a favor de una victoria
demócrata en noviembre, pero estoy muy lejos de darla por
segura. Como casi siempre ocurre, las elecciones de
decidirán en el centro político. La militancia demócrata,
los apasionados de la política, los grupos jóvenes idealistas
y emotivos se apegan a Hillary Clinton y Barack Obama, mas
la mayoría que finalmente decide medirá las cosas con
criterios pragmáticos. Ciertamente hay un deseo de cambio,
hay insatisfacción con la administración Bush, hay
incertidumbre sobre la economía; pero el electorado
norteamericano tendrá meses para ver y escuchar a estos
políticos discutir sobre la sustancia de los desafíos que
este país enfrenta. Es fácil criticar pero no es tan fácil
presentar opciones viables a los problemas, los demócratas
quieren retirarse de Irak pero el pueblo norteamericano no
quiere rendirse en Irak. Los demócratas desean llevar a
cabo grandes programas de reforma social, pero nadie tiene
muy claro como financiarlos. Por su parte McCain tiene una
posición inequívoca sobre Irak: lograr la victoria, aún si
ello implica mantener a las tropas americanas en ese país
por el tiempo necesario. Con respecto a la economía McCain
no parece haber desarrollado aún una propuesta creíble,
pero es obvio que su trayectoria de servicio al país, su
figura franca y su valentía para decir siempre lo que
piensa le ganan el respeto de muchos más allá del partido
republicano.
En
conclusión, los resultados del Super Martes apuntan hacia
McCain como portaestandarte republicano y dejan a Hillary
Clinton y Barack Obama en la necesidad de proseguir su
combate por la nominación demócrata, en un marco de
creciente incertidumbre. El desafío que le está planteando
el senador Obama a Hillary Clinton la tomó por sorpresa.
No obstante, se trata de una mujer de gran temple que
ahora se ve forzada a utilizar todos sus recursos. Pienso
que para ella sería excelente que Bill Clinton procurase
mantenerse un poco mas al margen.