En
enero de 2007 el Presidente Bush anunció el "oleaje"
("surge"), su cambio de estrategia en Irak, y a la vez dio
a conocer el nombre del jefe militar responsable de
llevarla a cabo, el General David Petraeus.
Un año más tarde la situación en Irak ha experimentado
cambios positivos fundamentales, las pérdidas de civiles
iraquíes y de soldados norteamericanos se han reducido más
de la mitad, y a pesar de las enormes dificultades el
proceso de estabilización política del país continúa
avanzando.
La verdad, aunque les duela a los profesionales del odio
anti-Bush, es que Estados Unidos está anotándose una
victoria con impacto geopolítico global en el Medio
Oriente, luego de haber derrocado dos de las peores
tiranías en la zona: la de Saddam Hussein en Irak y la de
los talibanes en Afganistán. La mejor prueba de la
transformación del panorama en ambos países es que el
electorado norteamericano considera el tema económico como
prioritario en las actuales elecciones primarias, y los
precandidatos republicanos y demócratas han relegado a
Irak en su lista de tópicos. Cabe tan sólo imaginar cuál
sería el caso si la estrategia de Bush hubiese fallado.
El arquitecto de este triunfo militar es el General David
Petraeus, un experto en contra-insurgencia que dignifica
la profesión castrense y que está asestando a Al Qaeda una
derrota de incalculables proporciones. Petraeus es una
figura singular, que ha resistido con paciencia y sentido
del honor todos los ataques que la fanatizada prensa de
izquierda norteamericana ha lanzado en su contra. Los
progresos que ha alcanzado en tan corto tiempo y de manera
tan dramática deberían suscitar la admiración de sus
compatriotas. En lugar de ello, la revista Time, en otra
manifestación de miopía anti-patriótica y odio visceral
hacia Bush, otorgó su premio al "hombre del año" 2007 al
tiranuelo ruso Putin. ¡El déspota ruso es considerado
preferible a un héroe nacional para las élites "liberales"
(de izquierda) en Estados Unidos!
En tal sentido, cabe anotar que en noviembre de 2007 fue
publicado un estudio producido por la Escuela Kennedy de
Gobierno de la Universidad de Harvard, en el que una vez
más se demostró inequívocamente la parcialización
izquierdista de la inmensa mayoría de los medios de
comunicación norteamericanos. Esta noticia nada tiene de
original, pero lo interesante es que la respalde un
estudio realizado por un bastión del sectarismo anti-Bush
y del "progresismo" norteamericano como Harvard.
La pregunta que jamás se hacen los que siguen repitiendo
la narrativa predominante sobre Irak, al estilo del
peronista de izquierda Tomás Eloy Martínez, es la
siguiente: ¿Sería mejor que Saddam Hussein aún gobernase
Irak, y que Osama bin Laden y Al Qaeda continuasen
controlando Afghanistán, utilizando este último país para
instalar sus bases de operaciones y centros de
entrenamiento terrorista? Si la respuesta es no, entonces
las decisiones de Bush han contribuido a la seguridad de
Estados Unidos y Occidente. Si la respuesta es sí,
entonces los críticos deben admitir que aceptan que Saddam
y bin Laden en el poder, cinco años más tarde, serían una
buena nueva.
Vivimos en un mundo de medias tintas, de relativismo, de
superficialidad disfrazada de sentimentalismo. Lo que
realmente molesta de Bush a la izquierda es que ha tenido
el coraje de sus convicciones, y ha proseguido su rumbo
sin doblegarse ante el odio de quienes le adversan.
A diferencia de los ambivalentes "líderes" que tanto
gustan a la izquierda, Bush no escoge el centro entre el
bien y el mal.