Más
que al atentado, el miedo que aterra a un dictador es caer
en manos de un cirujano, quien puede apartarlo de su sueño,
el poder perenne. Mal que hizo a Hitler pensar en 1000 años
de poder, a Stalin soñar con un comunismo eterno y a Fidel
en la renuencia a aceptar que el camino al infierno lo está
esperando.
Escarmentado por
la suerte del Cabito a Gómez, quien le insinuara que su
semblante no se veía bien o que el clima de Maracay no le
prestaba a su salud, lo consideraba su enemigo y era
expulsado de su corte. Durante la Gripe Española, su hijo
Alí cayó enfermo y ni aún así quiso visitarlo, al anunciarle
el médico una leve mejoría: a mí me necesita la patria y
no puedo estar visitando enfermos, se excusó. En cuanto
a la crudeza del clima de Maracay, su secretario Enrique
Urdaneta Maya para curarse en salud, le presentaba sus
informes enfundado en una bufanda y hasta temblaba de frío
para no incomodarlo.
En Gómez y las
Fuerzas Vivas, cuenta Luis Cordero Velásquez, que el
tío y consejero del dictador, José Rosario García, viendo
los estragos de sus travesuras prostáticas le insinuó
nombrar un heredero y le propuso a un sobrino como su
sucesor. Eso le costó al tío su defenestración y la condena
al olvido, al punto que cuando murió el Día de la paz, el
dictador dijo: El doctor García murió el Día de la Paz y
nos dejó en paz.
En 1934, Gómez es
una sombra. Familiares y acólitos tiemblan con sus pisadas
de muerte y urden un plan y piensan en la escogencia de un
heredero ante el temor de perder privilegios: Llega el
dictador a casa de una de sus hijas a tomar un refrigerio.
La ocasión es de perlas para iniciar el bombardeo. –En
Europa la gente rejuvenece, dice, una de sus hijas.
El tema del buen
clima europeo y la maravilla de sus médicos siguieron en la
sobremesa. Gómez hace mutis hasta que suelta: -Si ustedes
supieran que cuando llegué aquí me sentí muy cansado. Ahora
con este reposo me hallo como si hubiera viajado a Europa.
Ahora que se
discute la reforma constitucional para perpetuar a Chávez en
el poder, es pertinente tocar el tema de su salud porque
como Gómez sueña con la eternidad y tiene un lado flaco: la
columna. Sin embargo, teme someterse al bisturí para no a
ver en la somnolencia de la anestesia al fantasma del
Cabito, en la cubierta del vapor Guadalupe rumbo al exilio.